2008/05/14

Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) preocupada por la extradición de paras

Washington, 14 de mayo de 2008 - La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresa su preocupación por la extradición de líderes paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que limita seriamente el esclarecimiento de graves crímenes perpetrados durante el conflicto armado en Colombia.



El martes 13 de mayo, el Estado informó sobre la extradición a los Estados Unidos de 14 líderes paramilitares, entre ellos Salvatore Mancuso, "Jorge 40" y "Don Berna" para ser juzgados por delitos de narcotráfico. Las personas extraditadas se habían acogido a los beneficios de la Ley de Justicia y Paz, destinada al juzgamiento de los crímenes cometidos contra la población civil por miembros de grupos armados al margen de la ley en Colombia.



La Comisión observa que esta extradición afecta la obligación del Estado colombiano de garantizar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación de los crímenes cometidos por los grupos paramilitares. La extradición impide la investigación y el juzgamiento de graves crímenes por las vías establecidas por la Ley de Justicia y Paz en Colombia y por los procedimientos criminales ordinarios de la justicia colombiana. También cierra las posibilidades de participación directa de las víctimas en la búsqueda de la verdad sobre los crímenes cometidos durante el conflicto y limita el acceso a la reparación del daño causado. Asimismo, este acto interfiere con los esfuerzos por determinar los vínculos entre agentes del Estado y estos líderes paramilitares.



La CIDH ha dado estrecho seguimiento al proceso de desmovilización en Colombia desde su inicio, con base a un mandato del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) y a sus competencias conforme a la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En este marco, ha expresado en numerosas oportunidades la importancia de que el Estado garantice el derecho de las víctimas del conflicto armado a la verdad, la justicia y la reparación.

2008/05/10

Las mayorías
Opinión 2 Mayo 2008 - 9:10pm
Lo divino y lo humano
Por: Lisandro Duque Naranjo
La semana que hoy termina ofreció el lamentable espectáculo de unas mayorías escolares abucheando de manera agresiva a dos condiscípulas adolescentes recién reintegradas —mediante recurso de tutela— al establecimiento del que habían sido expulsadas por asumirse abiertamente como novias del mismo sexo.
El hecho ocurrió en un colegio de Manizales. Habría que destacar la entereza del defensor del pueblo de esa ciudad quien, al día siguiente de la rechifla, acompañó a las dos afectadas al plantel y, parándose en la raya, les garantizó su derecho a no ser estigmatizadas.
Para eso tuvo que llevar más autoridades y contar desde luego con la valentía de la pareja de jóvenes. Quizás fuera necesario seguir pendientes de la suerte de éstas ya por dentro de ese ámbito adverso —producto menos de la propia iniciativa escolar que de las consejas de padres de familia y de uno que otro profesor mojigato—, a efecto de sancionar como corresponde a quienes las hostilicen por mantener un noviazgo que ciertos núcleos atrasados se empecinan en calificar como anómalo o con una expresión de acústicas inquisitoriales: “contra-natura”. Hace tres años, en un pequeño municipio huilense, una cantidad de energúmenos —parece que la mayoría del pueblo—, la emprendió a piedras e insultos contra varios enfermos de sida a quienes la Secretaría de Salud —como no sé de medicina, ignoro si correctamente— había concentrado en una vivienda en las afueras de la población. La prensa no hizo un seguimiento sobre el asunto, así que es imposible saber en qué paró aquello, que no debió ser bien. Esta semana en Cali, el periódico El País ha estado haciendo una encuesta entre sus lectores solicitando el sí o el no a propósito de la conveniencia de ocupar militarmente la Universidad del Valle. A la hora de escribir esta columna, por el sí ha votado el 80%. Como quien dice que faltan cuatro puntos todavía para completar la vergüenza y saber de dónde provienen los votantes.Estos episodios, en el caso de que no abundaran muestras de las brutalidades en que suelen incurrir las mayorías, bastarían para tener a éstas bajo sospecha de enajenación permanente. “Las malas ideas —decía alguien cuyo nombre no recuerdo—, tienen el descaro de sentirse legítimas sólo por el amplio respaldo de que gozan”. Sartre, en sus Reflexiones sobre la cuestión judía, describe la fruición que experimentaban los franceses del pueblo al lanzarles piedras a las casas de los judíos previamente marcadas con pintura roja por los invasores alemanes. “Esos gestos los redimían de su sentimiento de inferioridad social al provocarles el alivio de pensar que había gente peor que ellos”, decía el escritor. Agredir a quienes —según la propaganda nazi y para justificar su exterminio—, constituían lo más bajo de la especie humana, hacía sentir seres superiores a los despreciados habituales no judíos. De la hostilidad reciente contra Piedad Córdoba, alguien en internet dijo: “Es el caso de una morena que se cree negra, atacada por un mundo de mestizos que se creen blancos”. Esa rabia contra la senadora ha mermado, por fortuna, pues la gleba se alborota es por instantes y es mudable según soplen los vientos. “Gleba”, lo aclaro, no es el pueblo raso, sino el pueblo raso cuando desde arriba, y aprovechándose de su condición de muchedumbre, le manipulan sus ignorancias ancestrales. Paul Valery, al decir lo siguiente, me saca con decoro de este aprieto, para que nadie piense que me las estoy dando de café con leche o de esa cosa de mal gusto que llaman “gente de bien”: “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que sí se conocen pero no se masacran”. Aquello, pues, de que “el pueblo unido jamás será vencido”, estaría por demostrarse. Si antes parece —independientemente de doctrinas— que cuando una multitud opina igual, es porque una sola persona está pensando por ella. Formar parte de cualquier minoría, desde luego, no necesariamente le da la razón a nadie, pero sí debiera por lo menos hacerlo digno del respeto de los que son más numerosos. Las mayorías, en cambio, se vuelven un problema cuando ni siquiera se plantean la eventualidad de estar equivocadas. Lo que es un desastre en momentos en que, obedeciendo las órdenes, o las sugerencias veladas de quien las inspira, se vuelven implacables. Cuentan las crónicas que el Cóndor Lozano jamás les dijo a sus matones que había que matar a fulano. Se limitaba a decir, crípticamente, algo así como “perencejo está hablando más de la cuenta últimamente”, y al día siguiente perencejo amanecía muerto. Claro que la democracia es el gobierno de las mayorías, siempre y cuando éstas no se crean con el derecho a ignorar, o a considerar como sobrantes de la sociedad, a quienes se comporten o piensen diferente a ellas. A los que ya hasta miedo les da pronunciar obviedades sólo porque disienten del catecismo oficial, tan aparatoso y omnipresente. Aquí la gente busca afanosa el confort de lo “normal”, para no meterse en problemas. Ya no se habla, se cuchichea. Quizás por eso estoy admirando tanto al par de peladas manizaleñas que le pusieron la cara a sus rabiosas compañeras. lisandroduque@hotmail.com

2008/05/07

Educando en la homofobia
Editorial 2 Mayo 2008 - 9:58pm
El hecho del colegio Leonardo Da Vinci es sólo un síntoma del arraigo que tiene aún la homofobia.
A pesar de que recientemente la Corte Constitucional y el procurador general, Edgardo Maya, les reconocieron a las parejas de homosexuales los mismos derechos de los que gozan los heterosexuales en el tema del pago de las pensiones —un fallo trascendental del que se beneficiarán unas 300.000 parejas colombianas del mismo sexo y que el año pasado el Congreso se negó a convertir en ley al hundir el proyecto que abordaba el tema de los derechos patrimoniales—, el destierro de la homofobia sigue siendo una obligación que las autoridades competentes se niegan a asumir.
Insólita y vergonzosa la noticia conocida esta semana de dos alumnas del colegio Leonardo Da Vinci —paradójicamente uno de los más geniales, célebres y extraordinarios homosexuales de la historia del mundo— de Manizales, a quienes el plantel educativo les negó el derecho a la educación con el argumento de que eran indisciplinadas e incumplían a las normas del manual de convivencia, cuando al parecer lo que realmente les incomodaba eran sus inclinaciones sexuales. Apoyadas por sus padres —una actitud que es preciso celebrar—, a través de una tutela las autoridades escolares se vieron obligadas a reintegrarlas, al tiempo que la rectora del colegio preparó una impugnación del fallo y permitió —o más bien incitó— que las 700 alumnas del colegio organizaran una protesta contra sus compañeras de clase —a las que recibieron con vociferantes “no las queremos”— y defender así la “dignidad” del colegio.A la fecha no se conoce de colegio alguno en el que 700 alumnas se reúnan a protestar por la indisciplina de dos de sus compañeras de clases, pero más allá de la discusión jurídica entre la rectora y la Corte Constitucional, asombra y preocupa el mutismo del Ministerio de Educación. ¿A quién, si no a los órganos encargados de velar por la educación del país, le compete esta clara señal de irrespeto a la diferencia? ¿Qué lectura dan las autoridades educativas al rechazo observado durante la manifestación? ¿Qué valores, en últimas, se están inculcando en los colegios? Por lo demás, olvidan la rectora, la Secretaría de Educación y el Alcalde de Manizales —responsables directos de la Política Educativa Municipal— que la Ley 1098 de 2006, Código de la Infancia y la Adolescencia, impone como obligación a las instituciones educativas evitar cualquier conducta discriminatoria por razones de sexo.El hecho puntual del colegio Leonardo Da Vinci es sólo un síntoma. Y ya que ha permitido visibilizar la homofobia —práctica difundida que algunos niegan o en el mejor de los casos consideran intrascendente, a pesar de que el daño psicológico es también una tortura— es el momento de elaborar políticas claras que provean herramientas para abordarla. Según un informe de la ONG Colombia Diversa y a pesar de que la Corte Constitucional se pronunció explícitamente sobre el asunto, en el 2007 existían manuales escolares como el del Colegio Nuestra Señora de la Presentación, en Chiquinquirá, en el que se califica de “falta grave” las “conductas homosexuales”. Persiste entonces el prejuicio de que la homosexualidad es una anomalía, una enfermedad y una desviación.Sostener que la tolerancia y el respeto son medios suficientes para combatir la homofobia, es equivocado. Urgen medidas concretas que faciliten el control de la discriminación y que permitan una educación explícita en el tema de la diversidad sexual. Tolerar y respetar no conduce, de ninguna manera, a reconocer. El reconocimiento real de la otra persona implica una educación muy diferente de la que hasta el momento se está impartiendo en algunos de nuestros planteles educativos.
En http://www.elespectador.com.co/opinion/editorial/articulo-educando-homofobia