2008/06/17

LA COCA:EN SINTESIS




Las canciones de la cocaína
Por: Alejandro Gaviria
CARLA BRUNI LANZÓ ESTA SEMANA un nuevo álbum, el tercero de su intrascendente carrera como cantante. La política y la farándula nunca habían estado tan extrañamente entremezcladas. Aparentemente la primera dama francesa no ha aceptado los dictados imperiosos de lo políticamente correcto.
Una de sus nuevas canciones menciona la abultada aritmética de sus amoríos y otra alude, como si nada, a la cocaína colombiana. Las protestas oficiales no se hicieron esperar. El canciller Fernando Araújo dijo, ante un puñado de periodistas de la política y de la farándula mezclados otra vez, que “en lugar de hacer la apología del consumo, nosotros esperamos que el mundo entero nos acompañe en la lucha contra las drogas”.
Pero el mundo entero está en otro cuento. La cocaína se ha convertido en un capricho de la clase media, en un aperitivo para amas de casa desesperadas y profesionales agobiados. En los años setenta, las canciones de la cocaína eran entonadas por los sacerdotes de la contracultura.
Grateful Dead, la banda más famosa de la época, instaba sin reservas al consumo del alcaloide: “no necesitas un avión… hay más de una forma de volar… pruébala, baby”. En los mismos años, Eric Clapton, casualmente uno de los tantos nombres en la abultada aritmética de la Bruni, repetía un corito pegajoso: “ella no miente, ella no miente… cocaína”.
Pero las cosas han cambiado. La cocaína ya no es un símbolo de rebeldía. Ya no es ni siquiera un capricho extravagante (“la cocaína es la forma como dios nos dice que estamos ganando mucha plata”, decía Robbie Williams). La cocaína se ha convertido en un vicio domesticado, en una forma de entretenimiento para la misma clase media que sigue con pasión las peripecias de la Bruni.
Hace unos días, el diario londinense Daily Telegraph reportó que en la capital inglesa las hospitalizaciones por sobredosis de cocaína se cuadriplicaron durante los últimos ocho años. El reporte citó a un conocido presentador de televisión, un consumidor declarado, quien dijo sin tapujos que la cocaína era la droga predilecta de la clase media de su país. En un especial periodístico de la BBC, publicado hace varios meses, una profesional asalariada confesó abiertamente sus hábitos cocainómanos: “he metido cocaína con casi todo el mundo en mi vida, con la familia, los amigos y los colegas, incluso con mis jefes”.
“Un día de enero dijo me sobró un poco de la noche anterior y la terminé en mi casa con mi esposo. Vino, un DVD y unas pocas rayas”. Una velada perfecta. Sólo faltó el CD de la Bruni. “La gente está tomando menos vino y consumiendo más cocaína”, dijo recientemente el jefe de la policía británica. No sólo en el Reino Unido, sino también en casi toda Europa.
En los Estados Unidos, la cocaína todavía no ha conquistado los bolsillos y las narices de la clase media. Pero ya lo hará. Mientras tanto, los habitantes de los suburbios están consumiendo cada vez más cafeína, convenientemente diluida en las famosas bebidas energizantes. La más fuerte de todas, con 280 miligramos de cafeína por botella, tiene un nombre familiar: “cocaína”. Las palabras del canciller colombiano, su discurso de Disneylandia, su visión infantil de como debería ser el mundo, contrastan con la realidad, con las cosas como son.
Dentro del orden económico mundial, Colombia se ha especializado en la estimulación y el entretenimiento sensorial de las clases medias del primer mundo, bien sea en la forma de cocaína, de cafeína o de ambas. Pero el Gobierno insiste en negar la realidad, en dispararle al mensajero, a una mujer que, querámoslo o no, encarna los gustos y las aspiraciones de las clases medias de medio mundo.
EL A,B,C DEL PARAMILITARISMO EN COLOMBIA

'KARINA' Y LOS EXTRADITADOS
¿Caras de una misma moneda?
Claudia López. Columnista de EL TIEMPO.


Las imágenes de la entrega de la guerrillera alias 'Karina' a la justicia colombiana y de 13 narcoparamilitares a la justicia norteamericana dejan comparaciones y paradojas inevitables.
'Karina' lucía un chaleco negro del DAS colombiano; los otros, overoles naranjas de las prisiones estadounidenses. Ambos estaban esposados. Ambos tenían caras de derrota. 'Karina' se sentía cansada de la guerra y abandonada por las Farc, que no pudo respaldarla frente a la ofensiva del Ejército. Los paramilitares se sentían traicionados por el Presidente de la República, con quien negociaron su entrega a un proceso de paz que terminó en acusaciones mutuas de incumplimiento y en extradición.
Curiosamente, la guerrillera tiene mayores posibilidades de que le cumplan con las garantías ofrecidas para su sometimiento, porque no tiene información ni historia con la que pueda chantajear a quienes se las ofrecieron. Ni ella ni su organización tienen amistad y compromisos previos con la directora del DAS. Ni la directora del DAS le debe su cargo a 'Karina', ni esta le debe a la directora información y protección para mantenerse en la impunidad y enriquecerse mutuamente.
No habían hecho alianzas electorales en campaña y luego operaciones conjuntas desde el DAS. No se ven a sí mismas como partes legítimas de un proyecto de poder territorial, político y económico común. Por eso, alias 'Karina' no se siente traicionada por María del Pilar, ni esta última tiene temor de lo que la otra pueda contar.
En cambio, porque todas esas afirmaciones operan al revés para el narcoparamilitar alias 'Jorge 40' es que él se siente traicionado. Por tener tanta información, cercanía con quienes lo animaron a su sometimiento y un proyecto de poder común, en el que a unos les tocó la fachada ilegal del trabajo militar y a otros la fachada legal del económico y político, 'Jorge 40' y los demás creían tener mayores garantías. Se equivocaron. La impunidad parcial de su fachada ilegal no dependía de la verdad completa, pero la impunidad total de la legal sí dependía de la verdad a medias.
Si los narcoparamilitares se hubieran limitado a la confesión total o parcial de crímenes, como masacres, descuartizamientos y desplazamientos contra la población civil, tendrían impunidad parcial, unos cuantos años de cárcel y no ponían en riesgo la fachada legal. La justicia no tenía la información suficiente para validar qué tan completa era esa confesión; tenía que hacer su mayor esfuerzo investigativo y luego un acto de fe. Pero la confesión a medias, y peor total, de sus relaciones con militares, empresarios y políticos sí arriesgaba a la fachada legal, no era la verdad que habían acordado y, además, hacía inviable mantener el proyecto de poder común vigente y legítimo. Los otrora aliados dejaron de tener intereses convergentes. Cada fachada tenía un arsenal de instrumentos de chantaje. Una los usó con cuentagotas, la otra se jugó los restos. El cúmulo de relaciones e información que era la garantía pasó a ser la perdición. En medio de la hecatombe estaban las desavenencias de dos generaciones distintas de narcotraficantes, unos reinsertados y otros en ejercicio.
Otras fracturas se deben estar dando en el seno de las Farc entre los narcotraficantes, los seudopolíticos, los de la guerra y los de la solución negociada. El presidente Chávez tiene la autonomía y el poder para decidir con cuál se alinea. Su papel es igual de fundamental para la guerra o la paz. Si financia la línea de la guerra, mientras posa con la política, está cometiendo una atrocidad contra nuestros pueblos y una estupidez contra sí mimo. Comprometerlo transparentemente con la paz es el interés de Colombia. Judicialiazarlo por terrorismo es el de Estados Unidos. No confundir esas prioridades es nuestro desafío.Por último, a propósito de comparaciones, ¿no es muy paradójico que los computadores de las Farc sobrevivan a bombardeos y los de los narcoparamilitares no sobrevivan al Inpec?

2008/06/04

BOLIVIA, AYMARA, COLLA...
en http://almamater.udea.edu.co/periodico/sc-opi566-03.htm
Por Rodrigo Montoya RojasAntropólogo. Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos Lima. Perú
El concepto de autonomía está en el centro del debate político. Se puede tener autonomía dentro de un mismo Estado multinacional, tal como lo establece la nueva constitución boliviana y se puede reclamar autonomía como pretexto para dividir un Estado y crear otro, tal como quieren los cruceños que ya no se sienten bolivianos.
¿Sabían ustedes lectoras y lectores que la primera constitución de Bolivia (1825) fue redactada por Bolívar y sus amigos en Lima, antes de haber puesto un pie en el territorio de lo que entonces se llamaba “Alto Perú”? Prácticamente en todos los países de América Latina, quienes hicieron las constituciones fueron los criollos descendientes de españoles y portugueses. En países como Ecuador, Bolivia y Perú no fueron invitados al banquete los llamados indios que representaban cuatro quintas o tres cuartas partes de la población. Por esta exclusión de principio nacieron los estados naciones con un estado, una nación, una lengua, una religión, ignorando por completo a los habitantes originarios. Tampoco los pueblos indígenas estuvieron en condiciones de exigir una invitación ni de presentarse al banquete republicano porque a la derrota de la primera revolución nacional indígena dirigida por Túpac Amaru y Túpaq Katari, en 1781, le siguió el exterminio de cada uno de los miembros de las familias de ambos líderes y la liquidación de todos los indígenas que habían aprendido a leer y a escribir y que podrían haber seguido su ejemplo.
Cuando Evo Morales fue candidato a la presidencia de Bolivia, los pueblos indígenas y la multitud urbana organizada le dijeron, desde El Alto: si el Movimiento al Socialismo, MAS, no nacionaliza los hidrocarburos y si no convoca a una Asamblea Constituyente te retiraremos el apoyo y exigiremos en las calles que abandones la presidencia como lo hicimos antes con los presidentes González de Lozada y Meza. Una vez elegido presidente, Evo Morales cumplió su compromiso.
Logró que el Estado boliviano reciba el 82% de lo producido por las grandes empresas y que éstas se conformen con el 18% restante. Invirtió las proporciones porque antes de su gobierno las empresas multinacionales se llevaban el 82% y al Estado le quedaba solo el 18%. Por esa osadía política los neoliberales que controlan gran parte de los medios de comunicación en el continente anunciaron la inminente catástrofe y desaparición de Bolivia. Por su lado, los dueños de Santa Cruz y el oriente boliviano amenazaron con dividir el país. Luego de la nacionalización de los hidrocarburos, las empresas multinacionales no se fueron del país, se quedaron porque con el simple 18% sus negocios siguen siendo rentables.
El segundo compromiso del gobierno fue convocar a una nueva Constituyente para que por primera vez en la historia republicana de Bolivia la carta nacional sea aprobada con la participación de los pueblos indígenas y exprese plenamente sus derechos. Si desde 1825 hasta hoy la Constitución sólo representa a una de las naciones bolivianas, el momento había llegado para que Bolivia sea definida como un Estado Multinacional en el que todas las naciones del país –aymara, quechua, guaraní y otras de la Amazonia– sean tomadas en cuenta y se respete sus derechos colectivos. En otras palabras, con una constitución nueva de ese tipo, terminaría el omnímodo poder de los “q’aras” (españoles y criollos) o calatos de la derecha boliviana que siempre tuvieron el poder.
Por esas dos grandes decisiones políticas la derecha boliviana quiere que el “indio” Evo Morales, ese “indio maldito” como lo llaman en Santa Cruz y en Tarija, pague su atrevimiento, sea echado de la presidencia y “se muera” si las circunstancias lo permiten. Hasta ese punto de fractura llegan el viejo racismo colonial y la política reaccionaria de la derecha sin medias tintas ni hipocresías.
Conviene recordar que a diferencia de todos los presidentes de América Latina en ejercicio de sus cargos, Evo Morales ganó en primera vuelta con el 54% de los votos. Esa es una mayoría sin atenuantes. Al convocar a la Constituyente, el MAS cometió el error de sobre valorar sus fuerzas y establecer que la nueva constitución sería aprobada por un 80% de los votos de la Asamblea y, luego, confirmada por un referéndum en todo el país. Nunca antes en la historia de Bolivia, alguna de sus 18 constituciones tuvo una participación indígena y una aprobación superior a 50%. Hubiera sido suficiente que la regla fuese 50% más uno de los votos para que sea la constitución más representativa de toda su historia. Ese pequeño gran error ha sido la tabla de salvación para que la derecha boliviana reflote tratando de bloquear la aprobación formal de la nueva Constitución y forzando una consulta popular para afirmar la “autonomía” de Santa Cruz.
Obligada por el éxito político de los pueblos indígenas, la derecha boliviana dejó atrás su viejo argumento de “una Bolivia” –la parte q’ara, blanca, o europea del país, su Bolivia– para hablar de la nación camba, en oposición a la nación aymara, admitiendo en los hechos que en Bolivia hay varias naciones y no sólo una. La revolución de 1952 destruyó el latifundismo en las tierras altas, acabando con los hacendados coloniales y con los siervos de hacienda, pero, al mismo tiempo, creó un nuevo latifundismo en el oriente al entregar grandes extensiones de tierras a los colonos que hoy son dueños de Santa Cruz y dicen pertenecer a una “nación camba”. Camba es el nombre de los colonos y habitantes de Santa Cruz, en el oriente, en oposición al Kolla o habitante andino1. Hace veinte años no se oía hablar de una “nación camba”; en otras palabras, la lógica parece haber sido la siguiente: “¿si los aymaras tienen una nación, por qué nosotros los cambas no tendríamos la nuestra?”. En Santa Cruz están los pozos de petróleo y en Tarija los pozos de gas, que son los recursos más importantes del país. Antes, la “rosca”, viejo nombre de la derecha boliviana, disfrutó de la plata, el estaño y otros minerales y las grandes haciendas. Cuando la mina maravillosa de Potosí agotó sus reservas después de más de cuatro siglos de explotación continua, los Andes ya no cuentan, sólo importan la Amazonia y Tarija para seguir disfrutando de la riqueza y del poder.
Esos llamados “indios malditos” fueron importantes como obreros mineros, y ahora ya no los quieren y preferirían que se queden solos con sus lenguas, sus culturas, sus pobrezas y su capital, La Paz, que está a 3.600 metros de altura.
Un acontecimiento político que precipitó el repentino interés de la derecha de Santa Cruz por su autonomía y/o división fue una nueva reforma agraria decretada por el gobierno de Evo Morales para expropiar las tierras sin uso de los latifundios en la Amazonia boliviana. Una vez más, se trata de defender sus intereses.
El concepto de autonomía está en el centro del debate político. Se puede tener autonomía dentro de un mismo Estado multinacional, tal como lo establece la nueva constitución boliviana y se puede reclamar autonomía como pretexto para dividir un Estado y crear otro, tal como quieren los cruceños que ya no se sienten bolivianos. Por ese camino, el concepto de autonomía sería sinónimo de división y, si así fuera, se trata de un contrasentido conceptual. Rubén Costas, el prefecto de Santa Cruz, dijo en la celebración de la victoria, el domingo 4 de mayo:
“Hoy iniciamos el camino hacia una nueva República, hacia un moderno Estado que en principio se formará con los cuatro departamentos autónomos hasta convertir a Bolivia en el Estado unitario más representativo de toda América Latina…Con el voto se ha consolidado el inicio de la reforma estructural de mayor trascendencia en nuestra patria. Las urnas han dado su veredicto; los emisarios del mal no pudieron imponer su rencor y su odio. Hoy hemos logrado una página gloriosa en la memoria nacional para construir una patria nueva con responsabilidad, con unidad. Debemos felicitarnos por haber reafirmado nuestro compromiso con la democracia”2.
Con el lenguaje de Bush, este prefecto cree que Evo Morales y su gobierno son parte del “eje del mal”. Los ángeles del bien serían los rebeldes de Santa Cruz que anuncian una nueva república, guardando para sí el nombre de Bolivia, su Bolivia, y esperando que los pueblos andinos busquen otro nombre o se llamen algo así como Bolivia 2 o Bolivia kolla. Hace tres años oí en Santa Cruz y en La Paz las primeras versiones sobre una posible división del país: los extremistas cambas decían que Brasil podría anexar Santa Cruz y Argentina recuperaría Tarija.
No me parece políticamente serio creer que los gobiernos de Brasil y Argentina estén dispuestos a tal despropósito. Tal vez, el objetivo mayor de la derecha boliviana sea sacar a Evo Morales de la presidencia antes que dividir el país. Hay, por su puesto, fracciones de derecha en La Paz, Cochabamba o Sucre que están en el centro del conflicto, del mismo modo que hay un pueblo en la media luna amazónica con firmes lazos de parentesco con los Kollas de las tierras altas. Ya sabemos que las fronteras y los territorios de los países no son definitivas, que se provocan guerras para cambiar los mapas y se asesinan presidentes para despejar el camino de quienes se niegan a perder el poder que tienen o de quienes tratan de recuperar el poder que perdieron.
Este es el conflicto profundo que vive Bolivia: de un lado, una derecha –reaccionaria y racista hasta la médula– que quiere seguir disponiendo de la riqueza y del poder sin aceptar que los pueblos indígenas existen y tienen derechos que defender; del otro, un pueblo indígena y no indígena que reclama sus derechos y exige que Bolivia sea también su país. El germen de la división, sembrado desde la invasión española, se expande y multiplica. ¿Qué voluntad de diálogo puede haber si se afirma que los otros son parte del eje del mal? La unidad y el entendimiento dependen del respeto de los otros. En tiempos de graves fracturas sociales, el respeto no tiene por donde aparecer.
1 Hay una doble lectura sobre la orientación de los brazos de la enorme estatua de Cristo que los católicos pusieron en Santa Cruz: “Collas, no tienen sitio aquí”, y, “Collas, pasen, bienvenidos”. Aquel domingo el arzobispo de la Paz votó por “la autonomía”.
2 Citado por el periodista boliviano Alex Contreras en su artículo “Bolivia dividida” (ALAI, América Latina en Movimiento,05-05-2008).
Fuente:Agencia Latinoamericana de Informaciónemail: info@alainet.org