2009/11/01

un recuerdo ajeno (o, a buen entendedor...)
por Daniel Coronell

en http://www.semana.com/noticias-opinion/recuerdo-ajeno/130747.aspx

Lo que pasó ese abril, allá, se venía sospechando hacía muchos meses. El Presidente de ese país había advertido que los poderes Legislativo y Judicial no querían cooperar con el cambio. Mientras el Ejecutivo luchaba por la derrota del terrorismo y el progreso de la Nación, las otras ramas del poder público seguían amarradas al pasado. Las iniciativas del mandatario se demoraban en el trámite y los jueces -sordos al clamor popular- se empecinaban en encausar a los amigos de las rondas campesinas que tanto habían ayudado en el combate de la sedición.
La situación se fue tornando cada vez más tirante, y alcanzó su clímax cuando el mandatario invitó a los ciudadanos a evitar una parálisis del Estado por cuenta de la 'partidocracia' y a prevenir una "dictadura de los jueces".Con inspirado gesto, y equiparándose con los más ilustres nombres de la historia de Estados Unidos, el mandatario desempolvó una frase pronunciada en 1937 por Franklin Delano Roosevelt, que comparaba el Estado con una carreta tirada por tres caballos: el Presidente, el Congreso y la Corte Suprema. "Hoy dos de los caballos, la Presidencia y el Parlamento, marchan al unísono; pero la Corte se ha atravesado en el camino del progreso, por lo que ha llegado la hora de salvar a la Constitución de la Corte y a la Corte de ella misma".Y se quejaba de su suerte aquel mandatario, porque mientras a Roosevelt le había tocado lidiar con un caballo terco, a él le habían correspondido dos. En una alocución televisada, señaló: "los principales obstáculos en el sendero del progreso son la inoperancia del Parlamento y la corrupción del poder judicial que ha sido ganado por el sectarismo político".El principal asesor presidencial y numerosos opinadores afines al gobierno tildaban a los jueces de distantes, indiferentes y apátridas, cuando no de cómplices del terrorismo, ignorantes y abiertamente corruptos.Los grandes medios de comunicación que abrevaban en el presupuesto nacional -y que esperaban poder sacarle más- replicaban y aplaudían el creciente autoritarismo personal del mandatario y contribuían al descrédito de las instituciones que no se habían sometido a él.Esa fuerza tan suya causaba desconcertantes resultados en las encuestas. Los empresarios, por ejemplo, se quejaban de la concentración del poder en manos de un solo hombre, pero confesaban que no veían a nadie capaz de reemplazarlo. El 79 por ciento de ellos definía el régimen como dictatorial, pero al mismo tiempo el 89 por ciento estaba de acuerdo con el relevo del poder judicial y el 87 por ciento apoyaba una salida "extraconstitucional".El presidente de la Sociedad Nacional de Industrias, quien en un comienzo se había mostrado escéptico frente a la unificación de los poderes en el Ejecutivo, entendió pronto que no podía poner en riesgo los negocios de sus afiliados. Acompañado de los tres dueños de las cadenas privadas de televisión, acudió la víspera de aquel día al palacio presidencial para manifestar su anticipada solidaridad con las decisiones que el jefe del Estado tuviera que tomar.El presidente de la Asociación de Bancos declaró: "el sector empresarial apoya al Presidente. No se puede permitir por más tiempo la infiltración de elementos corruptos y subordinados a intereses partidarios en instituciones importantes como el Congreso y el poder judicial".La noche de ese domingo, 5 de abril de 1992, avanzaron silenciosamente por las calles de Lima los tanques que bloquearían la entrada al Congreso y al Palacio de Justicia. Alberto Fujimori había logrado consumar un autogolpe que le permitió dos reelecciones y ocho años más en el poder con una inmensa popularidad, una guerra con un país vecino, un Congreso comprado, un Procurador de bolsillo y una nueva Corte a su medida.Ahora paga una condena de 25 años de prisión por los falsos positivos de Barrios Altos y La Cantuta, las interceptaciones ilegales a periodistas y opositores, varios casos de corrupción administrativa y el pago de sobornos a congresistas.

memories of others (or, to the wise ...)

What happened that April, there had suspected it for many months. The President of Brazil had warned that the legislative and judicial powers would not cooperate with change. While the Executive struggled to defeat terrorism and the progress of the Nation, the other branches of government were tied to the past. The president's initiatives were delayed in processing and judges-deaf to popular clamor, insisted on prosecuting the friends of the rounds that both farmers had helped in the battle of sedition. The situation was becoming increasingly strained, and reached its climax when the president invited the public to prevent a paralysis of the state on behalf of the 'partidocracia' and prevent a "dictatorship of judges." With inspired gesture, and is comparable with the most illustrious names in American history, Bush dusted off a phrase used in 1937 by Franklin Delano Roosevelt, comparing the state with a cart pulled by three horses: the President, Congress and the Supreme Court. "Today two of the horses, the Presidency and Parliament, marching in unison, but the Court has crossed into the path of progress, so it's time to save the Constitution from the Court and the Court itself . And he complained about his fate that Bush, because while Roosevelt had touched him deal with a stubborn horse, he had matched two. In a televised address, said "the main obstacles in the path of progress is the ineffectiveness of Parliament and judicial corruption that has been won by political partisanship." The chief presidential advisor and many pundits linked to the government branded the judges of distant, indifferent and stateless, if not complicit in terrorism, ignorant and openly corrupt. The mass media that watering in the national budget and that they hoped to get more-replicated and applauded the president's increasing authoritarianism and staff contributed to discredit the institutions that had not been subjected to it. That caused his strength so puzzling results in the polls. Employers, for example, complained about the concentration of power in the hands of one man, but confessed that seeing no one capable of replacing it. About 79 percent of them defined as a dictatorial regime, but also 89 percent agreeing with the relay of the judiciary and 87 per cent supported a way out "extra-". The president of the National Society of Industries, who at first had been skeptical against the unification of powers in the executive, soon realized he could not jeopardize the business of their affiliates. Accompanied by the three owners of private television, came on the eve of the presidential palace that day to express solidarity with the early decisions that the head of state had to take. The president of the Association of Banks said "the business sector supports the president. We can not allow any longer the infiltration of rogue elements and subordinated to party interests in major institutions such as Congress and the judiciary." The evening of that Sunday, April 5th, 1992, marched silently through the streets of Lima tanks that block the entrance to Congress and the Justice Palace. Alberto Fujimori had managed to accomplish a coup that allowed two re-elections and eight years in power with immense popularity, a war with a neighboring country, a Congress bought an Attorney pocket and a new court for him. Now pays a sentence of 25 years in prison for false positives of Barrios Altos and La Cantuta, illegally tapped journalists and opponents, several cases of administrative corruption and bribery in Congress.

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