2010/04/22

MOCKUS NOS RETA
Por Orlando Parra G

Colombia, usted y yo incluidos, parecemos un grupo de estudiantes que se encuentra a punto de perder una materia, y un “profe” (o dos) se empecinan en ayudarnos a salvar la materia, así unos sean incapaces, otros flojos y otros no “malos” sino “perversos”.

Decir cuándo el grupo de estudiantes se volvió mediocre, especialmente en la tal clase esa, la “costura esa” dizque de “valores”, o de “ética”, es difícil de ubicar. Fácilmente podría uno pensar que fue por allá en Kinder (o desde la familia) cuando los caciques indígenas explotaban a sus anchas a los indígenas de menor rango, o cuando llegaron unos conquistadores europeos tan o más perversos que los caciques…¿sería ahí?...¿o fue, ya en bachillerato, cuando a cambio de otra violencia por la tierra, disfrazada como contienda entre liberales y conservadores, se pactó un vulgar sistema de repartirse el estado entre las élites de esos partidos, desarrollando entonces a fondo las clientelas dependientes de los gamonales y –curioso- “caciques” de turno?...¿o sería en Primaria cuando los terratenientes de un lado armaban a sus peones en guerra contra el terrateniente del otro con sus propios peones?...¿o fue el año pasado, cuando pasamos de vender marihuana, a vender cocaína, a vender heroína y, además, a pasarla por televisión como la panacea del enriquecimiento fácil?...algunos dicen que fue ahí: realmente creo que esto se estaba, y se está, descomponiendo desde hace bastante rato y, que, mientras en otros países hubo profes que actuaron a tiempo para enderezar los grupos, aquí como que sólo hasta ahora, esos tales profes de Mockus y Fajardo quieren retarnos.
Y digo retarnos, porque el tema es bien pero bien difícil, ellos quieren probar que todavía el grupo se puede salvar…un grupo que desde Kinder acumuló conductas, que luego se volvieron hábitos, que pasaron a ser costumbres, y que han terminado siendo cultura. Por ejemplo, el profe Fajardo quejándose que le habían robado las pasadas elecciones: pero profe si es que aquí, por norma se roban las elecciones: al que NO se ponga pilas le sacan votos, y les meten del otro. Eso es una conducta, vuelta hábito, pasado a Costumbre, en muchas regiones del país o ¿fue que se le olvidó la clase de 1970 cuando en Nariño le robaron la presidencia al abuelo del actual alcalde de Bogotá? Y el profe Mockus diciendo que tenemos que pagar el IVA, cuando aquí casi todos nosotros, desde los pobres hasta los más ricos, tenemos la costumbre de evadir el pago de los impuestos: y los evadimos porque casi siempre se los roban…Y ese tema del narcotráfico: también parece que se les olvidó la clase de 1990 cuando al candidato que salió a hablar de frente del tema lo mataron… Entonces estos profes nos quieren retar, nos están diciendo que todas nuestras conductas de las últimas décadas, nuestros hábitos, nuestras costumbres, la cultura que hemos creado en nuestro grupo SÍ PODEMOS cambiarla.

Creo que todos sabemos que las cosas van mal. Que si seguimos como vamos tal vez lleguemos a la universidad del mundo, pero como parias, como escoria. Los profes tienen una buena intención. Difícil de llevar a cabo, mucho, pero es la mejor. Otros colegas de ellos parecen medio entender el fondo de la cosa, o quieren pasar de agache, o peor, se han beneficiado y pretenden seguir beneficiándose de tal podredumbre cultural. YO LE ACEPTO EL RETO A LOS PROFES MOCKUS/FAJARDO Y A LOS VERDES…

Adenda: Y puedo estar de acuerdo con Carlos Gaviria (PDA) estamos reemplazando un mito por otro, el mito “papá” que representó Uribe…por el mito “profe” que representa Mockus: es decir, como sociedad, vamos madurando.

2010/04/17

¿QUE ES "LA UNION HACE LA FUERZA"?
Es el cuarto escenario de Destino Colombia -aquí- curiosamente, ya pasaron los otros tres, y más curiosamente, éste es el cuarto: el que sigue:
-negrillas del blogger-

CUARTO ESCENARIO
LA UNIÓN HACE LA FUERZA
Colombia empezó a abrir caminos, a construír aeropuertos y estadios, barrios, acueductos y alcantarillados, escuelas, iglesias, y centros de salud con la unión de los esfuerzos de distintos grupos en el campo y en las ciudades. Es una práctica enraizada en la cultura popular que cada vez comprueba que hay una fuerza en esa aceptación de los otros como son, con sus diferencias porque estas son riquezas que se ponen en común y que le dan solidez a la vida de la sociedad. También han descubierto los colombianos en estas tareas comunes, que los intereses compartidos y las tareas que se cumplen con el de muchas manos, los fortalecen, porque más que las armas, o el dinero, o las leyes, a las sociedades les dan vigor los sueños, los trabajos y los logros puestos en común. Así lo han demostrado las reformas sociales y políticas y algunas de sus mejores realizaciones. Esas experiencias son las que aconsejan volver a la sabiduría de la organización y de las prácticas tradicionales en las que, en vez de la sola fuerza, se aprovechan todas las posibilidades de la fuerza de la unión.
Al final de sus años uno de los participantes en la abrumadora movilización social que se desató a finales del milenio, recogió los recuerdos de la etapa que llamó la más memorable de su vida, porque había representado para él y para el país la demostración de las posibilidades de la unión como fuerza.

"Esa protesta contra la violencia y la guerra, contra atrocidades como los asesinatos y masacres, los secuestros y desapariciones, contra el desplazamiento forzado de pobladores, al principio inspiró movimientos instintivos y desarticulados que, después, comenzaron a buscar cauce."
Los paises que habían respaldado los esfuerzos en busca de una salida, estimularon las actividades que se emprendieron en busca de una organización de la sociedad civil. Se llegó a una organización autónoma en unidades regionales y locales que tuvieron el propósito único de construir la paz, recuperar la economía local y moralizar los sectores público y privado.

Al mismo tiempo continuó el proceso de las comunidades y territorios de paz. Fueron grupos de vecinos, en centros de estudio o de trabajo, en municipios enteros, los que se fueron comprometiendo en zonas urbanas y rurales con acciones concretas de convivencia pacifica y con obras para el bienestar. Grupos de campesinos, atrapados entre el triple fuego de guerrilleros, autodefensas y militares, proclamaron una neutralidad activa en el conflicto o simplemente exigieron el respeto a la independencia e inmunidad de la población civil, acogiendo los convenios sobre derecho internacional humanitario. En los principales centros urbanos y en pequeños municipios como había ocurrido en La India, una vereda del municipio de Cimitarra en Santander, los ciudadanos se organizaron para defender su derecho a la paz y para cumplir sus deberes como constructores de justicia social. Asi lograron convertirse en grupos de presión para la disminución de la violencia y el fin de los enfrentamientos armados y al mismo tiempo para controlar en mejor forma la gestión publica. Los gobiernos obrando con realismo político decidieron apoyar ese movimiento y, dentro de un estatuto de autonomía política, le dieron un eje y lo preservaron de la anarquía.

Los actores armados generaron altos niveles de violencia al comienzo, pero el rechazo creciente de los ciudadanos ante cualquier acto de guerra o atrocidad, produjo un cambio de estrategias, las iniciativas de contenido político reemplazaron a las de inspiración militar.

La intensificación de la participación y la organización de ciudadanos de base cada vez más solidarios, fue erosionando a nivel local el sentido real de todo tipo de lucha armada y las prácticas políticas convencionales. Las luchas político ideológicas locales - las armadas y las no armadas, fueron cediendo el terreno en favor de respuestas concretas a las necesidades más urgentes de las comunidades. La influencia del dinero del narcotráfico fue atenuándose con acciones de lucha contra el narcotráfico, a medida que la moralización de la vida local se fue consolidando. Ya hacia el final de este proceso de robustecimiento de la sociedad civil, fue notoria la fuerza de unas organizaciones ciudadanas fuertes en muchas regiones del país. También fue notable la aparición de gobiernos locales que, bajo la presión ciudadana y con el apoyo de grupos opuestos al sistema derrotaron la corrupción y se comenzó a construir un país distinto.

La vida política tuvo un cambio lento. Fue necesario vencer el temor que tenían los ciudadanos comunes de constituirse en actores políticos y superar la sospecha que esto generaba en el resto de la población. Cuando grupos de la sociedad civil se organizaron, buscando representatividad en los cargos públicos, fueron acusados de querer repetir los modelos desgastados de hacer política. También hubo líderes políticos que quisieron tomarse esos movimientos sociales unificadores, para convertirlos en sus banderas personales.

Sin embargo, el esfuerzo dio sus frutos y la sociedad civil pudo contar con un gobierno legítimo que representara sus intereses. La presión ciudadana, aceptada como mandato ineludible en los más altos niveles, indujo formas nuevas en la administración pública y en la organización de los partidos y generó una nueva clase de liderazgo. Lo mismo sucedió en las relaciones con los actores armados, los acuerdos no fueron el resultado de una intimidación sino de una intensa gestión y participación de la ciudadanía. El clientelismo tradicional de la política fué arrinconado cuando las organizaciones ciudadanas de las regiones y de los municipios hicieron sentir su presencia y su presión.
Se lograron efectivos pactos de paz que ayudaron a asumir los retos de reconstrucción nacional y a responder al acumulado histórico de problemas agrarios, sociales y de organización institucional.

Se fortaleció la democracia participativa y de solidaridad . Para los partidos como para las organizaciones sociales llegó a ser claro que su supervivencia dependería de su capacidad para ajustar su paso y sus actividades a los de una ciudadanía activa, organizada y cada vez más educada.

Esa participación ciudadana en los asuntos públicos redujo las tensiones en las conversaciones del gobierno con los movimientos armados y obtuvo acuerdos favorables para la población. Se multiplicaron las organizaciones sociales y de liderazgo cívico. Se fortalecieron los sindicatos, las agrupaciones de campesinos, indígenas y mujeres, las ONG y las asociaciones de empresarios.

La dinámica impuesta por la presencia ciudadana , fundamentada y enriquecida por un proceso educativo integral, repercutió en la economía y generó un sistema mixto con peso dominante de la empresa privada y solidarial, y con una eficiente interacción del Estado para garantizar la mayor competencia, la competitividad, la redistribución y la equidad. El Estado, bajo la influencia de organizaciones civiles, garantizó y reglamentó la provisión eficiente de bienes y servicios con enfásis en la educación para los sectores sociales menos favorecidos . Estableció unas relaciones económicas y de participación entre el capital y el trabajo.

Los acuerdos restablecieron la confianza y, en consecuencia, el pais pudo aprovechar en forma eficiente y sostenible sus recursos naturales. Se logró un ajuste fiscal. Los capitales que, en los primeros años, se habían ido al exterior, comenzaron a retornar.

Restablecida la confianza de la sociedad y garantizada la seguridad de inversionistas y
empresarios, los indicadores de la economía tuvieron una previsible evolución positiva y retornaron a las tendencias de largo plazo que habían tenido antes de la intensificación del conflicto armado.

Al fortalecer efectivamente las regiones cambió lo social y que se puso en marcha el proceso para hacer un Estado descentralizado con participación de la comunidad. El efecto más visible de esa dinámica fue la participación creciente de la ciudadania en los asuntos públicos. Se llegó a entender que la preservación y defensa de lo público tiene que ver con la paz, y el resultado fue la puesta en marcha de una política social , que permitió ampliar gradualmente el acceso de la población a la educación y los demás servicios.

El interés internacional comenzó cuando la ciudadanía irrumpió en masivos pronunciamientos a favor de la paz y en respuesta a cada acto atroz , exigiendo el respeto a los derechos humanos y el fin de los conflictos armados. El repudio ciudadano a la narcoeconomía y a la narcopolítica contribuyó a la valoración de Colombia en el mundo.

El prestigio internacional y la dignidad del pais se elevaron con las acciones de la ciudadanía, en armonía con las autoridades, para la consolidación de la democracia y con el fortalecimiento de las políticas en defensa de los derechos humanos. Colombia se encaminó hacia una democracia sólida con el apoyo de las naciones del mundo y de los organismos internacionales.

La sociedad civil consciente del daño tremendo que hizo a toda su estructura social la presencia extendida del narcotráfico, recuperó su sentido ético y le cerró las puertas. Se combatieron, desde las instancias legales y el mismo gobierno, los fortines políticos que estos habían instalado en el poder, y las prácticas conexas, que como el lavado de dólares y el contrabando, habían deteriorado tanto nuestra economía.

Los altos índices de muertes violentas, que habían escandalizado e inquietado a la opinión del
mundo, comenzaron a descender. Tanto las víctimas de la delincuencia política, como las de la
delincuencia común, se redujeron sustancialmente en este nuevo clima nacional. Fue una tarea difícil como ninguna otra que requirió un esfuerzo de largo plazo y unos profundos cambios en la mentalidad individual y colectiva. Ante los resultados obtenidos y al cambiar el mapa de las relaciones entre los colombianos, comprendimos por qué había sido un proceso tan difícil. Y por qué no se había intentado antes. Suponía una enorme fe en nosotros mismos y el cambio de una vieja manera de ser. Pero este proceso nos reveló a la vez la gran causa de nuestros males: la inclinación a trabajar divididos y aislados, y nos descubrió también nuestra verdadera fuerza: la unión”
.

2010/04/14

PODER Y OPOSICIÓN (VI)

Por Orlando Parra G.

¿Porqué se insiste en “sorprenderse de que el Partido Liberal se haya mantenido como la tercera fuerza en el senado y la segunda en la cámara, si ha estado en la oposición por ocho años…”? dicen los oráculos santafereños. Perdóneseme pero esto es ignorancia. Ignorancia en torno a cómo funciona el clientelismo en Colombia desde la constitución de 1991.


Los oráculos creen que todo está asociado a quien controla la Presidencia, los ministerios, los grandes institutos nacionales y se les olvidan dos cosas: uno, los micro acuerdos que hacen, precisamente los directores, los gerentes, los ministros etc, en el congreso de la república, muchas veces con actores de esa oposición para avanzar en el trámite de sus iniciativas o “para que dejen de molestar” (recordemos siempre que el poder tiene tres caras: el poder de construir, el de destruir: de “atravesarse” y el de conciliar) entonces, puede que las cúpulas de estos aparatos estatales hayan estado en manos del uribismo, pero “pipetas de oxígeno contractual” si han repartido a casi todos los congresistas, indistintamente de si son oposición o no. Así funciona el estado colombiano lo demás es creer que la luna es de pan de queso.


Pero eso es Santa fé porque en las provincias el tema es aún más sencillo. Los congresistas liberales, duchos en las lides políticas, herederos de una cultura política putrefacta desde antes de 1991, simplemente han negociado alianzas para las alcaldías y gobernaciones: baste el caso de Risaralda donde en la gobernación y en las alcaldías, en general, tienen participación directa en la burocracia estatal local y mucho más extendida a nivel de la enorme contratación estatal que es la que realmente alimenta los bolsillos de los congresistas y sus clientelas. Cabría entonces preguntarse: cuál oposición?, cuál desierto de la oposición?...a veces se nos olvida la enorme capacidad de maniobrar que tienen los colombianos y en la que la vieja casta de profesionales de la política es maestra. Obviamente una cosa es que un o los congresistas liberales tengan capturado (si, el término es medio delincuencial, pero es ese…) al Ministro, o al director o gerente del instituto nacional (porque de la Presidencia se pueden despedir otra vez) y otra cosa es que tengan que retornar al escenario anterior de maniobrar (¿Chantajear?, como lo reconoce el expresidente Gaviria “comprar sus mayorías en cada proyecto (de ley) con puestos y contratos?...se le olvidó agregar: “como en mi gobierno”).


Empero, lo que los oráculos santafereños deberían entender, es que, por eso a los políticos tradicionales, esencialmente, les interesa lo que pase en su feudo parroquial, pues, como se ha demostrado, la clave para su sobrevivencia es lo que pase en sus localidades, y en un segundo medio lejano lugar, lo que pase en Santafé: por ello poco hacen campaña presidencial: prácticamente es lo que haga o deje de hacer el candidato presidencial y su equipo.


Muy seguramente he aprendido a ver las cosas así porque soy escéptico, mucho, pues hago parte de la “generación del desencanto”, la “X” (30-49 años).


Estamos a días de la primera vuelta presidencial y en el escenario hay dos polarizaciones: la ya vieja y desgastada entre Uribistas versus Antiuribistas y la que se abre entre el viejo país y el nuevo país…Creo que el liberalismo, el conservatismo, y posiblemente el Polo se van a fraccionar en la segunda vuelta entre Santos y Mockus/Fajardo…/Peñalosa/Lucho/ pero eso será secundario: estas presidenciales las van a definir los que dejaron de votar o nunca han votado (¿escépticos?) y votarán, precisamente, por todo lo que se diferencie de su, precisamente: odiada política tradicional.

2010/04/12

DECLARACIÓN "LA UNIÓN HACE LA FUERZA"
El Partido Verde y Compromiso Ciudadano por Colombia hemos decidido hacer una alianza y unir nuestros esfuerzos.
Desde cada uno de nuestros orígenes y trayectorias hemos probado ser visionarios, hemos puesto nuestro compromiso al servicio de la transformación, hemos luchado por el país que soñamos y hemos demostrado que se puede ganar la batalla contra el hambre. Nuestros resultados están a la vista de todos, hablamos con hechos: mejoramos la vida de millones de personas en las dos ciudades más grandes del país. Tenemos la autoridad moral que nos da el haber jugado limpio, con coherencia, fieles siempre a nuestros principios.
Hoy nos encontramos en nuestras coincidencias y ponemos a un lado nuestras diferencias para luchar por un mejor país. Hoy convocamos a los colombianos y las colombianas a que, como lo hemos hecho nosotros, sumemos nuestras experiencias y multipliquemos nuestros logros. Que cada quien aporte lo mejor de sí con su decisión y su talento, para que todos seamos protagonistas de la transformación de nuestro destino.
Optamos por la política para impulsar el respeto por la vida, promover y defender la diversidad y el pluralismo, fomentar una mejor y mayor riqueza para todos asegurando la protección de los recursos naturales, y recuperar el sentido de la decencia en lo público.
Nos enfocaremos en ampliar y mejorar la educación, impulsar el desarrollo científico y tecnológico; fomentar la cultura, estimular la innovación y el emprendimiento y promover la transformación productiva, el desarrollo de las mujeres y la equidad de género.
La educación y la cultura ciudadana serán el motor para construir un país acogedor, respetuoso de los derechos, incluyente, productivo y capaz de crecer a la medida de sus sueños. Podemos ser mucho mejores de lo que hasta ahora hemos sido.
Estamos de acuerdo en cuáles son nuestros problemas fundamentales: la ilegalidad, la violencia y la desigualdad.
La ilegalidad
afecta dramáticamente la vida cotidiana. La corrupción, el mal uso de los recursos de todos, el narcotráfico, la evasión de impuestos, el clientelismo y el aprovechamiento abusivo de los bienes públicos se han convertido en obstáculos para el bienestar de todos y todas. Sin una voluntad social clara contra la ilegalidad, la justicia asediada por la corrupción, la violencia y el narcotráfico no logra obrar con eficacia, y quienes violan las leyes y actúan contra los demás confían en que nunca serán castigados, dada la muralla de impunidad en que vivimos. A la impunidad legal se suma la impunidad moral - no sentimos culpa - y la impunidad social -no sentimos vergüenza, hay indiferencia-.
Hemos sufrido décadas de violencia, que han dejado una herencia de dolor y sufrimiento. El narcotráfico ha llevado a muchos compatriotas al delito y ha debilitado la justicia y las instituciones públicas. Los grupos armados ilegales alimentados por el narcotráfico, siguen perturbando la tranquilidad y destruyendo muchas posibilidades de desarrollo y bienestar. En las ciudades, la inseguridad es un problema que afecta a todos y que entre todos podemos resolver.
En nuestro país existen profundas desigualdades, tanto entre regiones como entre personas. La condición social original, el lugar de nacimiento, el género y hasta el color de la piel determinan para muchas personas en Colombia una vida sin derechos básicos y se convierten en una limitación severa para desarrollar sus talentos y capacidades, para poder ser libres en una sociedad democrática.
También estamos de acuerdo en las soluciones fundamentales.
Por eso queremos invitar a colombianos y las colombianas a unirnos para que en equipo resolvamos estos problemas, y esto quiere decir, ante todo, convertir el voto en un acto cívico de decisión independiente, y desarrollar una política sin ninguna tolerancia a la corrupción y al mal uso de los recursos públicos, que son sagrados.
En 1991 nos pusimos de acuerdo para hacer una Constitución que definió en buena parte el país que queremos: una sociedad rica, diversa, que reconoce la igualdad de todos y todas y la diversidad de los grupos y culturas que la componen, con instrumentos para la defensa de los derechos individuales. Una Constitución que abre el camino para el desarrollo equitativo de las regiones, les da autonomía, poder de decisión y capacidad de superar sus desigualdades. Y que define un Estado capaz de regular la sociedad para alcanzar el bienestar para todas las personas, a partir de la iniciativa y del trabajo libre de los colombianos y las colombianas. En pocas palabras, esta Constitución está hoy más vigente que nunca, recoge los propósitos más legítimos y traza la ruta que debemos seguir para alcanzar los propósitos deseados.
Aplicaremos el principio de construir sobre lo construido. Vamos a avanzar con propuestas creativas e innovadoras. Seguiremos combatiendo los comportamientos violentos, para dar seguridad a los ciudadanos y lograr resultados contundentes dentro de una estricta legalidad y un pleno respeto a los derechos humanos.
Cambiaremos el énfasis de los modelos económicos y sociales, para darle fuerza a las políticas que promuevan la generación de empleo formal. Tenemos que abandonar los subsidios que favorecen a algunos sectores privilegiados, asegurar el pago de impuestos justos y adecuados, buscar la promoción de la equidad mediante una inversión social bien diseñada y promover políticas para desarrollar la agricultura y dar acceso a la tierra a quienes la han perdido y pueden usarla bien.
La educación será el punto central de esa inversión, porque es el motor de la transformación social, la semilla del desarrollo económico, de la productividad, de la prosperidad colectiva e individual y de la convivencia. Deberá estar acompañada de una reforma al sistema de salud, de programas para mejorar la nutrición y el bienestar de los niños y las niñas, de acciones para una vida digna, el desarrollo integral, seguridad, protección y participación social y política de las mujeres, así como de políticas para brindar a los ancianos y pensionados una vejez digna y tranquila. Buscaremos impulsar una economía basada en el conocimiento y la innovación, productiva, capaz de competir en el mundo y que genere bienestar para toda la población.
La nuestra es una propuesta de cooperación, colaboración y coherencia. Es una propuesta de unidad de todos, colombianos y colombianas que quieren apostar por su país y por su futuro. El primer paso es que cada ciudadano se sume para ayudar a multiplicar la convocatoria y que el próximo 30 de mayo llenemos las urnas de votos libres de presiones, para construir, entre todos, un país próspero, limpio e independiente.
En esta unión está la fuerza transformadora de la decencia, la legalidad y el compromiso de trabajar juntos y hacer equipo con la ciudadanía.
La unión hace la fuerza. ¡Multipliquémonos!
12 de abril de 2010

2010/04/11

¡La unión hace la fuerza!
Por Antanas Mockus el 11 de Abril 2010
7:52 PM
Siento toda la convicción, la capacidad y la fuerza para liderar con su apoyo esta gran alianza por la construcción de una Colombia 100% legal, incluyente y competitiva.


Con tu apoyo entusiasta y determinante hemos demostrado hasta este momento que la política se puede fundar en la confianza, la transparencia y la deliberación, siendo austeros en el uso de los recursos públicos y superando nuestras propias expectativas: ¡1.822.685 votos en la consulta interna en la que participé con Enrique Peñalosa y Lucho Garzón! ¡Tú también ayudaste!


La confianza en el diálogo y el compromiso con una transformación de nuestro país sobre la base de principios comunes como la coherencia entre medios y fines, el manejo transparente de los recursos públicos y el profundo respeto a la Constitución del 91, permitieron afianzar nuestra unión con Sergio Fajardo y su movimiento Compromiso Ciudadano por Colombia.


Hemos consolidado así con Sergio, y el apoyo incondicional de Lucho y Enrique, un equipo de equipos, y siento toda la convicción, la capacidad y la fuerza para liderar con su apoyo esta gran alianza por la construcción de una Colombia 100% legal, incluyente y competitiva en el campo y las ciudades, que tenga en la educación y el cambio cultural su principal motor de transformación.


En esta acción colectiva, tu apoyo es decisivo. Según las últimas encuestas nos hemos consolidado como la segunda fuerza con miras a la Presidencia. ¡Los miles y miles de colombianos que conformamos esta gran marea verde cubriremos las calles de todas nuestras ciudades, inundaremos el campo, llegaremos a cada uno de los hogares, a cada uno de los colombianos! Por 7 millones de votos sin favores y con argumentos, ¡con tu ayuda lo conseguiremos!


Para sellar esta gran alianza, este lunes 12 de abril será la inscripción de Sergio Fajardo como fórmula Vicepresidencial. Gracias por todo tu apoyo hasta el momento, y por todo el que está por venir. ¡Multipliquémonos, unidos podemos más!
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2010/04/10

Abstencionistas con Mockus/Fajardo
Los múltiples escándalos que rodearon ocho años de uribismo—parapolítica, yidispolítica, falsos positivos, agroingreso seguro, chuzadas, topes rebasados de proyectos de reelección—muestran la cara de un gobierno que no vacila a la hora de sacrificar ciertos principios básicos del estado de derecho en aras de la conservación del poder. En este contexto, la aparición de Mockus/Fajardo en la escena política colombiana representa un recordatorio de que los principios que rigen la democracia no son (o no deben ser) letra muerta
Creo que lo que se está gestando entre algunos segmentos de la ciudadanía alrededor de la candidatura del binomio Mockus/Fajardo a la presidencia de Colombia bien amerita que aplace la entrega final de la serie Falacias para un futuro cercano, y que aborde en esta entrada lo que me parece más sobresaliente de este novedoso y prometedor fenómeno político. Adelanto una disculpa para quienes esperaban la clausura de un capítulo abierto hace ya algunos meses—si tales hay. En contrapartida, hoy les ofrezco una serie de reflexiones que, espero, les sean de provecho para meditar su próximo voto.

Es importante que comience con una confesión: a mis 32 años, jamás he votado. A muchos les parecerá una terrible e indignante omisión; a mí, la verdad, no me lo parece. Muchos se inclinarán a pensar que, dada mi nula actividad como votante, estoy mal situado para hacer comentarios sobre política colombiana, como ya anteriormente he hecho en este blog. Pero esto es falaz; pues o es un ad hominem o pone en tela de juicio mi libertad de opinión. El que yo no haya votado no me inhabilita para tener (potencialmente buenas) opiniones políticas. Lo mismo vale para cualquier persona.

Como yo, somos muchos los colombianos que no hemos votado nunca. De hecho, es probable que seamos más que los que han votado en al menos una ocasión. Por supuesto, no trataré de brindar una explicación de este hecho. Ello no me compete (no soy politólogo ni sociólogo). A mí me compete hoy aquí hablar en primera persona. Sin embargo, es probable que algunas personas se vean reflejadas en lo que escribo, y es a esas personas a quienes hoy me dirijo con especial interés. Pues creo, abstencionistas, que ha llegado la hora de salir a votar.
Desde mi adolescencia, la política colombiana me ha parecido—desde un punto de vista estrictamente moral—un universo bastante repulsivo. Si me permiten: una infame conjunción de canallas dispuestos a todo con tal de que sus crasos intereses prevalezcan. La idea de que el objetivo de la clase política no consiste en fomentar el crecimiento del país, sino el de su personal cartera (y la de sus socios) recibe un sostenido respaldo con el pasar de los gobiernos. La toma de control de ciertas instituciones públicas es esencial para llevar a cabo tal objetivo, y las elecciones son la ocasión idónea para proceder a esta toma de control. Desde esta perspectiva, los votantes contribuyen con su voto a que la clase política mantenga el control de aquellos precisos organismos que le facilitan mantener o acrecentar su poder.

Naturalmente, no votar no contribuye a ningún cambio (al menos no en la forma en que el juego de la democracia está actualmente planteado); pero asimismo, creo, tampoco contribuye al status quo. En cambio, votar en Colombia sí ha representado una suerte de espaldarazo al status quo, en la medida en que las opciones de voto, hasta hace poco básicamente las mismas, eran para ser juzgadas con circunspección. Concedo, siempre se puede votar en blanco. Nuestra constitución prescribe que si los votos en blanco representan la mayoría absoluta con respecto a los votos válidos, las elecciones habrán de repetirse una sola vez, con nuevos candidatos o listas (cuando éstas no hayan obtenido el umbral específico). Reconozco que ésta es una sabia norma. Sin embargo, hay un factor que, me parece, desconoce el Parágrafo 1º del Art. 258 del noveno Título de nuestra constitución. Y es que la fuente de descontento del electorado puede no radicar en los candidatos (o listas) per se, sino en los candidatos (o listas) en tanto candidatos (o listas) de ciertos partidos políticos. Es consistente con la línea argumentativa trazada líneas arriba que alguien sea reticente para votar amparado en la creencia de que el hecho de que fulanito es el candidato del partido X (para cualquier X) es suficiente para desacreditar a fulanito. Para alguien con esta creencia, votar en blanco sería tan útil (o inútil) como no votar, de suerte que si esa persona decidiera votar en blanco, votaría sólo por el gesto, es decir, para expresar su convicción en el valor del voto, del modo en que llevar hasta sus últimas consecuencias un partido que se sabe perdido expresa, en algunas ocasiones, una convicción en el valor de la lucha en el fútbol. No obstante, para hombres de poca fe (como yo), quienes votan en blanco en este sentido simplemente expresan de manera diferente—y quizá un poco menos grandilocuente—el mismo descontento e incredulidad que expreso yo al no votar. En última instancia, si todo se reduce a expresiones igualmente inefectivas de cierto escepticismo con respecto a la forma de hacer política en Colombia, ¿qué haría que una de estas formas fuese superior a la otra? Mi respuesta es: nada.

El lector precavido habrá advertido que una de las premisas de mi argumento contiene una importante cualificación: digo que “votar en Colombia sí ha representado una suerte de espaldarazo al status quo, en la medida en que las opciones de voto, hasta hace poco básicamente las mismas, eran para ser juzgadas con circunspección”. Hasta hace poco básicamente las mismas—¿significa esto que creo que existe ahora una manera de votar que no represente un espaldarazo a la depredación de Colombia por parte de sus dirigentes? Mi respuesta es: sí. La notable excepción del Partido Verde.

La candidatura de Mockus/Fajardo parece provocar un entusiasmo similar al que llevó a Obama a la presidencia de los Estados Unidos. Un entusiasmo por marcar un hito. Mockus/Fajardo plantea una renovación de la forma de gobernarnos que pasa por una transformación de nuestro rol como ciudadanos: respetar y promover la ley, la transparencia, la racionalidad, las libertades civiles, el respeto al medio ambiente. En este sentido, y a diferencia de cualquier otra, la de Mockus/Fajardo es una campaña que se fundamenta en un llamado a la conciencia del individuo. Más que una apuesta política, Mockus/Fajardo plantea una apuesta moral: es posible transformar nuestra sociedad desde adentro, transformando nuestros valores. Tal altura de miras es sin duda una característica completamente propia a la propuesta del PV que me parece merecer la más grande atención.

El PV parte de una perspectiva crítica: somos nosotros los responsables de que estemos como estamos. Nosotros permitimos la parapolítica et al.; nosotros permitimos la corrupción que asola el país. En democracias más consolidadas, un escándalo como el de la parapolítica o el de los falsos positivos habría desencadenado una serie de renuncias que, probablemente, habría contenido al mismo presidente; pero en Colombia, contra toda sana lógica, se llegó a promover la segunda reelección de quien fuera el beneficiario (directo o indirecto) de tales violaciones de la ley. Pienso que sería muy saludable reconocer que no hicimos nada al respecto, cuando pudimos haber marcado una diferencia.

Si llegamos a este punto de honestidad con nosotros mismos entonces, creo, estaremos en capacidad de apreciar el valor del surgimiento del PV, y hasta el abstencionista más recalcitrante debería reconocer que el tablero del ajedrez electoral colombiano cuenta hoy entre sus filas con una inusitada y promisoria pieza, una pieza que le permite jugar sin por ello, de manera indirecta, ser partícipe del holocausto colombiano.

En filosofía política, dos viejas corrientes de pensamiento se contraponen desde hace varios siglos. El realismo acentúa que el propósito último del gobernante es su permanencia a la cabeza del poder político. Según esta perspectiva, la acción políticamente virtuosa es aquella que conserva o acrecienta el poder del gobernante (probablemente provocando el menor daño posible). A esta corriente de pensamiento se opone la posición idealista, según la cual el principal fin del gobernante no tiene nada que ver con el poder, sino con la justicia. El poder político es apenas un medio para la obtención de una sociedad justa, igualitaria. En importantes aspectos, el panorama político actual de Colombia parece responder a la pertinaz pugna entre realismo e idealismo político. Los múltiples escándalos que rodearon ocho años de uribismo—parapolítica, yidispolítica, falsos positivos, agroingreso seguro, chuzadas, topes rebasados de proyectos de reelección—muestran la cara de un gobierno que no vacila a la hora de sacrificar ciertos principios básicos del estado de derecho en aras de la conservación del poder. En este contexto, la aparición de Mockus/Fajardo en la escena política colombiana representa un recordatorio de que los principios que rigen la democracia no son (o no deben ser) letra muerta. Voto por eso.

2010/04/06

PARTIDO VERDE, MOCKUS, LAS PROPUESTAS EJE
(resaltados del blogger)
Por ahora hay tres lemas:
1. Colombia Legal: Profundizar la seguridad democrática con legalidad democrática y educación de calidad.
El presidente Uribe arrinconó política e institucionalmente, vía fuerza pública, a las Farc. Yo pretendo, no solo, sino con la ayuda del equipo de gobierno, del equipo de medios de comunicación, de empresarios, de educadores, del equipo de todos los ciudadanos, arrinconar política y culturalmente la ilegalidad, dejarla sin justificación, curarnos de una vez por todas de la ilegalidad que es el principal problema de Colombia. Las Farc son apenas una de muchas manifestaciones de la ilegalidad en Colombia y ameritan seguir siendo combatidas sin titubeos. Sin embargo, la ilegalidad más dañina e insidiosa es la del narcotráfico, la de la economía ilegal ligada al narcotráfico y la corrupción. El respeto a la ley nos ayudaría mucho en Colombia; necesitamos policía, justicia acatada, jueces respetados, jueces en los que podamos creer. Hay que lograr que la ley sea comprendida, entendida, asumida, que la conciencia le haga el reproche a las personas que trasgreden la ley y que haya rechazo social. Entonces, ayudémonos a construir una barrera social contra el narcotráfico y otras formas de ilegalidad. Si todos ponemos ese esfuerzo de privilegiar lo bueno que cada cual tiene seremos muy fuertes, construir sobre lo construido, reconocer lo que ya está bien hecho, usarlo como cimiento para lo que viene.
2. Construir sobre lo construido: la Campaña de la consulta presidencial del Partido Verde fue un ejemplo de cooperación y de unión entre tres miradas distintas. Nuestras administraciones ilustraron el principio de acción de construir sobre lo construido y así seguirá siendo cuando lleguemos a la Presidencia.
3. Con educación todo se puede: Hay mucho por avanzar en educación y en la pertinencia del sistema formal educativo. ¿Qué tan pertinente es la educación para transformar la realidad y cómo la educación se alimenta de la realidad? Educación para la competitividad y la convivencia. No solo fortalecimiento de la educación de calidad en el sistema formal, en sus diferentes niveles, sino también, educación en las calles. Todos aprendiendo de todos.