2011/08/28


Eduardo Sarmiento

20 años de desindustrialización

Por: Eduardo Sarmiento

La información mas reciente de la industria no coincide con el optimismo de la asamblea de la ANDI. En el último trimestre el sector creció 2,9%y el empleo 0,6%. Aun más diciente, los niveles de producción y el empleo son similares a los registrados en el 2008.

La desindustrializacion es una constante en los veinte años que siguieron al Consenso de Washington y hasta ahora ha generado alarma y preocupación en los círculos influyentes. Algunos de los gestores y defensores de las políticas que la causaron han salido a dolerse se los resultados. Sin embargo, no se ha avanzado en el diagnostico ni en las soluciones.

¿Será que después de veinte años los autores del experimento olvidaron el principio que llevó a desmontar los aranceles? No sobra recordar que se fundamentaron en el principio de ventaja comparativa de David Ricardo, que establece que cuando las economías se abren a la competencia internacional se especializan en las actividades de mayor productividad relativa con respecto al resto del mundo. Como es bien sabido, en Colombia esas actividades están representadas por la minería, los servicios y la agricultura tropical.

Al desmonte arancelario, se agregaron el banco central autónomo y la inversión extranjera, para inducir una estructura productiva dominada por la minería que no genera empleo, los servicios que están representados principalmente en el sector informal y la agricultura tropical que carece de demanda. El país cosecho lo que sembró. Se configuró un modelo modesto de crecimiento, elevado desempleo e informalidad y declive de los ingresos del trabajo con respecto al capital.

Los bienes industriales, que tienen una clara desventaja con respecto a los países que iniciaron con anterioridad la producción y el aprendizaje en el oficio y disponen de mayores mercados, quedan en tercer plano. Lo mismo puede decirse de los productos agrícolas elaborados en los países temperados que requieren avances tecnológicos para ser elaborados competitivamente en los países tropicales.

Tan solo ahora se ha venido a reconocer que la industria, y en menor grado la agricultura, son las actividades de mayor potencial de productividad absoluta, que es la que cuenta en la realidad, y posibilidades de demanda. Así lo confirma la información comparada. En “Transformación productiva y equidad, después de la crisis”, se muestra que las economías con mayor participación de la industria en el producto crecen a tasas más altas. No es casual que los BRICS - China India, Rusia y Brasil - las naciones de mayor proyección de progreso, emerjan liderados por empresas industriales vigorosas.

En cierta forma, se confirma la invalidez del principio de ventaja comparativa que ha predominado en el pensamiento económico y tiene gran responsabilidad en las fallas del orden económico internacional y los modelos de los países en desarrollo. El mayor impacto sectorial no está en los bienes de alta productividad relativa, sino en los de mayor productividad absoluta, contenido de mano de obra y posibilidades de demanda. El motor de desarrollo no es el intercambio sino la industrialización carburada por el aprendizaje en el oficio.

No bastan los buenos propósitos de los nuevos industrialistas ni el arrepentimiento del Gobierno por no incluir la industria entre las cinco locomotoras. El desarrollo industrial de manufacturas se ve seriamente interferida por el banco central autónomo, los TLC y la carencia de una política industrial que seleccione los sectores exitosos. De hecho, se requiere una visión divergente a la predominante en materia de banco central, políticas industriales y comerciales, integración latinoamericana y formalización laboral.

http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-294809-20-anos-de-desindustrializacion

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