2008/05/14

Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) preocupada por la extradición de paras

Washington, 14 de mayo de 2008 - La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresa su preocupación por la extradición de líderes paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que limita seriamente el esclarecimiento de graves crímenes perpetrados durante el conflicto armado en Colombia.



El martes 13 de mayo, el Estado informó sobre la extradición a los Estados Unidos de 14 líderes paramilitares, entre ellos Salvatore Mancuso, "Jorge 40" y "Don Berna" para ser juzgados por delitos de narcotráfico. Las personas extraditadas se habían acogido a los beneficios de la Ley de Justicia y Paz, destinada al juzgamiento de los crímenes cometidos contra la población civil por miembros de grupos armados al margen de la ley en Colombia.



La Comisión observa que esta extradición afecta la obligación del Estado colombiano de garantizar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación de los crímenes cometidos por los grupos paramilitares. La extradición impide la investigación y el juzgamiento de graves crímenes por las vías establecidas por la Ley de Justicia y Paz en Colombia y por los procedimientos criminales ordinarios de la justicia colombiana. También cierra las posibilidades de participación directa de las víctimas en la búsqueda de la verdad sobre los crímenes cometidos durante el conflicto y limita el acceso a la reparación del daño causado. Asimismo, este acto interfiere con los esfuerzos por determinar los vínculos entre agentes del Estado y estos líderes paramilitares.



La CIDH ha dado estrecho seguimiento al proceso de desmovilización en Colombia desde su inicio, con base a un mandato del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) y a sus competencias conforme a la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En este marco, ha expresado en numerosas oportunidades la importancia de que el Estado garantice el derecho de las víctimas del conflicto armado a la verdad, la justicia y la reparación.

2008/05/10

Las mayorías
Opinión 2 Mayo 2008 - 9:10pm
Lo divino y lo humano
Por: Lisandro Duque Naranjo
La semana que hoy termina ofreció el lamentable espectáculo de unas mayorías escolares abucheando de manera agresiva a dos condiscípulas adolescentes recién reintegradas —mediante recurso de tutela— al establecimiento del que habían sido expulsadas por asumirse abiertamente como novias del mismo sexo.
El hecho ocurrió en un colegio de Manizales. Habría que destacar la entereza del defensor del pueblo de esa ciudad quien, al día siguiente de la rechifla, acompañó a las dos afectadas al plantel y, parándose en la raya, les garantizó su derecho a no ser estigmatizadas.
Para eso tuvo que llevar más autoridades y contar desde luego con la valentía de la pareja de jóvenes. Quizás fuera necesario seguir pendientes de la suerte de éstas ya por dentro de ese ámbito adverso —producto menos de la propia iniciativa escolar que de las consejas de padres de familia y de uno que otro profesor mojigato—, a efecto de sancionar como corresponde a quienes las hostilicen por mantener un noviazgo que ciertos núcleos atrasados se empecinan en calificar como anómalo o con una expresión de acústicas inquisitoriales: “contra-natura”. Hace tres años, en un pequeño municipio huilense, una cantidad de energúmenos —parece que la mayoría del pueblo—, la emprendió a piedras e insultos contra varios enfermos de sida a quienes la Secretaría de Salud —como no sé de medicina, ignoro si correctamente— había concentrado en una vivienda en las afueras de la población. La prensa no hizo un seguimiento sobre el asunto, así que es imposible saber en qué paró aquello, que no debió ser bien. Esta semana en Cali, el periódico El País ha estado haciendo una encuesta entre sus lectores solicitando el sí o el no a propósito de la conveniencia de ocupar militarmente la Universidad del Valle. A la hora de escribir esta columna, por el sí ha votado el 80%. Como quien dice que faltan cuatro puntos todavía para completar la vergüenza y saber de dónde provienen los votantes.Estos episodios, en el caso de que no abundaran muestras de las brutalidades en que suelen incurrir las mayorías, bastarían para tener a éstas bajo sospecha de enajenación permanente. “Las malas ideas —decía alguien cuyo nombre no recuerdo—, tienen el descaro de sentirse legítimas sólo por el amplio respaldo de que gozan”. Sartre, en sus Reflexiones sobre la cuestión judía, describe la fruición que experimentaban los franceses del pueblo al lanzarles piedras a las casas de los judíos previamente marcadas con pintura roja por los invasores alemanes. “Esos gestos los redimían de su sentimiento de inferioridad social al provocarles el alivio de pensar que había gente peor que ellos”, decía el escritor. Agredir a quienes —según la propaganda nazi y para justificar su exterminio—, constituían lo más bajo de la especie humana, hacía sentir seres superiores a los despreciados habituales no judíos. De la hostilidad reciente contra Piedad Córdoba, alguien en internet dijo: “Es el caso de una morena que se cree negra, atacada por un mundo de mestizos que se creen blancos”. Esa rabia contra la senadora ha mermado, por fortuna, pues la gleba se alborota es por instantes y es mudable según soplen los vientos. “Gleba”, lo aclaro, no es el pueblo raso, sino el pueblo raso cuando desde arriba, y aprovechándose de su condición de muchedumbre, le manipulan sus ignorancias ancestrales. Paul Valery, al decir lo siguiente, me saca con decoro de este aprieto, para que nadie piense que me las estoy dando de café con leche o de esa cosa de mal gusto que llaman “gente de bien”: “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que sí se conocen pero no se masacran”. Aquello, pues, de que “el pueblo unido jamás será vencido”, estaría por demostrarse. Si antes parece —independientemente de doctrinas— que cuando una multitud opina igual, es porque una sola persona está pensando por ella. Formar parte de cualquier minoría, desde luego, no necesariamente le da la razón a nadie, pero sí debiera por lo menos hacerlo digno del respeto de los que son más numerosos. Las mayorías, en cambio, se vuelven un problema cuando ni siquiera se plantean la eventualidad de estar equivocadas. Lo que es un desastre en momentos en que, obedeciendo las órdenes, o las sugerencias veladas de quien las inspira, se vuelven implacables. Cuentan las crónicas que el Cóndor Lozano jamás les dijo a sus matones que había que matar a fulano. Se limitaba a decir, crípticamente, algo así como “perencejo está hablando más de la cuenta últimamente”, y al día siguiente perencejo amanecía muerto. Claro que la democracia es el gobierno de las mayorías, siempre y cuando éstas no se crean con el derecho a ignorar, o a considerar como sobrantes de la sociedad, a quienes se comporten o piensen diferente a ellas. A los que ya hasta miedo les da pronunciar obviedades sólo porque disienten del catecismo oficial, tan aparatoso y omnipresente. Aquí la gente busca afanosa el confort de lo “normal”, para no meterse en problemas. Ya no se habla, se cuchichea. Quizás por eso estoy admirando tanto al par de peladas manizaleñas que le pusieron la cara a sus rabiosas compañeras. lisandroduque@hotmail.com

2008/05/07

Educando en la homofobia
Editorial 2 Mayo 2008 - 9:58pm
El hecho del colegio Leonardo Da Vinci es sólo un síntoma del arraigo que tiene aún la homofobia.
A pesar de que recientemente la Corte Constitucional y el procurador general, Edgardo Maya, les reconocieron a las parejas de homosexuales los mismos derechos de los que gozan los heterosexuales en el tema del pago de las pensiones —un fallo trascendental del que se beneficiarán unas 300.000 parejas colombianas del mismo sexo y que el año pasado el Congreso se negó a convertir en ley al hundir el proyecto que abordaba el tema de los derechos patrimoniales—, el destierro de la homofobia sigue siendo una obligación que las autoridades competentes se niegan a asumir.
Insólita y vergonzosa la noticia conocida esta semana de dos alumnas del colegio Leonardo Da Vinci —paradójicamente uno de los más geniales, célebres y extraordinarios homosexuales de la historia del mundo— de Manizales, a quienes el plantel educativo les negó el derecho a la educación con el argumento de que eran indisciplinadas e incumplían a las normas del manual de convivencia, cuando al parecer lo que realmente les incomodaba eran sus inclinaciones sexuales. Apoyadas por sus padres —una actitud que es preciso celebrar—, a través de una tutela las autoridades escolares se vieron obligadas a reintegrarlas, al tiempo que la rectora del colegio preparó una impugnación del fallo y permitió —o más bien incitó— que las 700 alumnas del colegio organizaran una protesta contra sus compañeras de clase —a las que recibieron con vociferantes “no las queremos”— y defender así la “dignidad” del colegio.A la fecha no se conoce de colegio alguno en el que 700 alumnas se reúnan a protestar por la indisciplina de dos de sus compañeras de clases, pero más allá de la discusión jurídica entre la rectora y la Corte Constitucional, asombra y preocupa el mutismo del Ministerio de Educación. ¿A quién, si no a los órganos encargados de velar por la educación del país, le compete esta clara señal de irrespeto a la diferencia? ¿Qué lectura dan las autoridades educativas al rechazo observado durante la manifestación? ¿Qué valores, en últimas, se están inculcando en los colegios? Por lo demás, olvidan la rectora, la Secretaría de Educación y el Alcalde de Manizales —responsables directos de la Política Educativa Municipal— que la Ley 1098 de 2006, Código de la Infancia y la Adolescencia, impone como obligación a las instituciones educativas evitar cualquier conducta discriminatoria por razones de sexo.El hecho puntual del colegio Leonardo Da Vinci es sólo un síntoma. Y ya que ha permitido visibilizar la homofobia —práctica difundida que algunos niegan o en el mejor de los casos consideran intrascendente, a pesar de que el daño psicológico es también una tortura— es el momento de elaborar políticas claras que provean herramientas para abordarla. Según un informe de la ONG Colombia Diversa y a pesar de que la Corte Constitucional se pronunció explícitamente sobre el asunto, en el 2007 existían manuales escolares como el del Colegio Nuestra Señora de la Presentación, en Chiquinquirá, en el que se califica de “falta grave” las “conductas homosexuales”. Persiste entonces el prejuicio de que la homosexualidad es una anomalía, una enfermedad y una desviación.Sostener que la tolerancia y el respeto son medios suficientes para combatir la homofobia, es equivocado. Urgen medidas concretas que faciliten el control de la discriminación y que permitan una educación explícita en el tema de la diversidad sexual. Tolerar y respetar no conduce, de ninguna manera, a reconocer. El reconocimiento real de la otra persona implica una educación muy diferente de la que hasta el momento se está impartiendo en algunos de nuestros planteles educativos.
En http://www.elespectador.com.co/opinion/editorial/articulo-educando-homofobia

2008/04/08

Cultura mafiosa


28 Marzo 2008 - 8:52pm
Por: Alfredo Molano Bravo
La real academia española define a la mafia como organización criminal de origen siciliano; o por extensión, cualquier, organización criminal clandestina, o también cualquier organización que trata de defender sus intereses, y da un ejemplo: mafia del teatro. Total, hay que mirar a Sicilia.
El origen de la palabra es polémico: proviene de la voz árabe mahya: bravuconería, jactancia; o del toscano maffia, sinónimo de ostentación. La etimología cae aquí como anillo al dedo. La mafia, tal como la conocemos hoy, nace en Sicilia como una organización que defiende los intereses de los señores feudales con escopeta, es decir, a changonazo limpio, contratando sicarios y comprando o matando jueces. Avanzamos, pues estamos tibios.

Se forma así la Onorata Societá, regida por un código de honor —la omertá, sinónimo de ley del silencio— y uno de cuyos más rentables negocios era el contrabando de ganado. Estamos calientes. La mafia pone sus huevos en E.U. durante la Gran Depresión y hace su agosto: los emigrantes sicilianos, pobres, desempleados, mal vistos y peor tratados, se asocian para delinquir según el modelo de la Onorata. Es la Cosa Nostra; la época de El Padrino y del célebre boss Lucky Luciano, dedicado a los negocios de droga, prostitución y chance. Estamos por quemarnos. La policía lo pilla y la justicia lo condena a 30 años, que cambia por la ayuda que la mafia en Sicilia presta al ejército norteamericano para desembarcar en Italia al fin de la Segunda Guerra Mundial. Prácticamente nos quemamos. En nuestro medio hay una herencia política que va de los chulavos y pájaros de los años 50, pasa por las bandas de esmeralderos y contrabandistas de los 60 y 70, y entrega su legado a los narcos, llamados mágicos —juego burlón con la palabra mafia—, que reinan hasta hoy y que ya compraron boleta “a futuro” bajo el nombre de “los emergentes”. Fue sin duda la aristocracia del país —blanca y rica— la que primero sintió, resintió y ridiculizó los síntomas externos de la mafia, su cultura extravagante, irrespetuosa, presuntuosa, que construía clubes sociales completos si le negaban la entrada a uno, que compraba los más lujosos carros, los más finos caballos de paso, las haciendas más linajudas, los jueces más rigurosos, los generales más amedallados, en fin, que se puso de ruana todos los valores de la autodenominada ‘gente bien’, que descubrió pronto, para su propia fortuna, que era mejor asociarse a la mafia que luchar contra ella. Y así lo hizo. Algunos, hay que ser justos, hasta se ruborizaron de ciertos enlaces matrimoniales, pero al fin, se alzaron de hombros con un “plata es plata”, lo demás es loma.

La mafia no abandonó su filón. Por el contrario, lo amplió y lo consolidó; siguió con sus negocios, con su poderosa influencia en la institucionalidad, con sus crímenes, sus armas. Son los días en que el embajador gringo Tambs habló de la narcodemocracia. La aristocracia, en decadencia, ya narcos, ya dueños de la baraja, agradecieron el reconocimiento y alabaron al gran diplomático que, dicho sea de paso, terminó en Centroamérica asociado con sus denunciados. Después, la coalición social hizo otro negocio: el paramilitarismo, y por ahí derecho la parapolítica que, en nuestros días, ronda cada día más cerca al Príncipe: su primo, su ex secretario privado, sus barones electorales, su ex jefe de seguridad, su ex lanzacandidaturas andan, como se dice hoy, complicaditos.La mafia, tanto la siciliana como la criolla, se ha hecho contra la ley, ha construido con sangre sus propios canales de ascenso al poder económico y político y, sobre todo, ha impregnado de su cultura —la del “no me dejo”, la del “soy el más vivo”, la del “todo vale huevo”— al resto el país, o para ser exactos al 84%. Es la cultura de la fuerza a la fuerza, de la justicia por mano propia, de las recompensas por huellas digitales y memorias digitales, del “véndame o le compro a la viuda”, del “le corto la cara marica”, del “quite o lo quito”. Su escudo de armas: un corazón incendiario. Cuando Piedad Córdoba dice que en el país predomina la cultura mafiosa, hace una apreciación no sólo valerosa sino justa. Después de tomarse las juntas directivas y los directorios políticos, la mafia busca ahora imponer sus valores, normas y principios. Es decir, su cultura, más a las malas que a las buenas.

2008/04/04


PROBLEMAS COLOMBIANOS...
problemas colombianos ¡en 1959!

Héctor Abad Gómez. En: revista Letras Universitarias, Nueva Epoca, N°45, Medellín, agosto-septiembre de 1959, pp. 6-8.

En Colombia no aprendemos a pensar. Sólo nos enseñan a obedecer, a aceptar lo que “los superiores” digan. En la casa, el papá es el que manda y todo lo que él dice es la verdad y la ley. En la escuela, la maestra y el maestro dan sus clases y hay que aceptar todo lo que digan. En el Colegio Secundario el Director es la Suprema Autoridad. En la Universidad, los viejos profesores saben todas las respuestas a cualquier problema. ¿Para qué preocuparnos, pues, por pensar por nosotros mismos? El mejor hijo es el que obedece todo; el mejor alumno es el que lo acepta todo; el mejor ciudadano es el que por nada protesta y hace todo lo que le diga el Gobierno civil, militar o eclesiástico.
El manifestar inconformidad es peligroso. No sabemos qué dirán los demás; a dónde llevarán su acusación; qué consecuencias puede tener nuestra inconformidad. ¿Cómo, entonces, se nos puede pedir a los colombianos que seamos demócratas? En Estados unidos se dice que “la democracia comienza en casa”. También el mal Gobierno comienza en casa. En nuestros hogares no se estimula la libre discusión de los problemas familiares. El padre es un dictador, cuya opinión omnipotente no puede ser discutida por nadie. La madre enseña a los hijos a obedecer, por la paz del hogar. Y la historia se repite en todos los círculos y en todas las capas sociales. Si el periódico dice una cosa, tiene que ser la verdad. Calibán nunca se equivoca para los que lo leen. Los que creen que siempre se equivoca, nunca lo leen.
Los liberales leen solamente periódicos liberales; los conservadores leen solamente periódicos conservadores. Los médicos no se sienten a gusto sino entre médicos; los abogados entre abogados; los ricos entre ricos; los pobres entre pobres; los literatos entre literatos. Porque tampoco nos enseñan a conocernos, si no a desconfiar los unos de los otros. Las ideas se van así fijando y estereotipando y el necesario cambio no se presenta.
Todos tenemos nuestros prejuicios sobre las diferentes profesiones y actividades. Depende de lo que en la casa nos enseñaron en nuestros primeros años. Para los nacidos en ciertos hogares el sacerdote o el maestro siempre tienen la razón. En los hogares de militares se enseña que la milicia, la disciplina, la bandera, es lo más digno. En los de abogados que la ley es la única guía. En los de los médicos que la ciencia es el único camino. Todo lo demás es sospechoso.
Los rojos son malos y los conservadores buenos. O los godos son malos y los liberales buenos. No hay discusión, ni otra alternativa. A las mentes en formación no se les deja libertad de escoger. Cambiar de idea es un crimen. Advertir que pudiéramos estar equivocados, es una cobardía. Sugerir que papá puede no tener razón es una blasfemia. Estar en desacuerdo con una idea del maestro es indisciplina y así sucesivamente. En este medio, no hay, ni puede haber, libertad de pensamiento. “Librepensador”, que es requisito esencial para la democracia, es una mala palabra; se confunde con masonería, ateísmo, maldad. Las ideas nuevas, originales o distintas son siempre productos infernales y como tales hay que mirarlos con horror o con desprecio y cerrar los ojos, el corazón y la mente, para no dejarse contaminar con ellas. Hay “libros malos”, “ideas malas”, “hombres malos”. Que por definición son aquellos que tienen pensamientos diferentes a los que nosotros creemos son la única verdad.
En todo esto, naturalmente, hay muchos grados. Como en toda sociedad biológica, los temperamentos de todos los individuos no son iguales. Hay una “curva normal” que describe estadísticamente estas naturales variaciones. A un lado de la curva están los espíritus estrictos, exagerados, fanáticos, superconvencidos de que la verdad está en su yo, en su familia, en su círculo, en su religión o en su país; y todo lo demás es error. Al otro lado de la curva están aquellos que creen que nada es verdad. Pero en el medio de ella está una gran mayoría de temperamentos “normales” cuyo modo de obrar o reaccionar estará de acuerdo con la educación o enseñanza que reciben, generalmente influenciada solamente por uno de los dos extremos. En Colombia, y en general en todos los países latinoamericanos con marcada influencia española, la educación es de tipo estricto, autoritario, magistral, que impide todo desarrollo a la facultad de pensar libremente. Esto pudiera explicar nuestros odios, nuestro sectarismo, nuestra ceguera política, nuestra desconfianza del vecino que no pertenece a nuestra misma “clase”, nuestra desconfianza del profesional que no pertenece a nuestra misma profesión. Explica también la desconfianza del pobre por el rico; del rico por el pobre; del religioso por el irreligioso, y viceversa; del médico por el militar, del abogado por el ingeniero. Hay también desconfianza del empleado público por el periodista y del periodista por el empleado público; hay desprecio del ignorante por el sabio y del sabio por el ignorante.
Esta falta de conocimiento entre los colombianos se explica por la fijación de conceptos desde nuestra infancia; por nuestra incapacidad de pensar individualmente por nosotros mismos; por nuestra educación tiránica, dictatorial y autoritaria, en nuestros hogares, en las escuelas, en los colegios, en las universidades y en la vida, la que nos impide acercarnos a “los otros”, sin prejuicios y sin desconfianza. No hay libertad de pensamiento en el individuo, ni hay comunicación entre los diversos grupos de colombianos. Por educación hemos adquirido conceptos fijos e ideas estereotipadas que nos hacen cerrar los ojos y sospechar de todo aquel que no sea de nuestro círculo, de nuestra clase, de nuestra profesión, de nuestras ideas, o de nuestra actividad.
Este es un problema del pueblo colombiano al cual debemos muchos males y cuya solución sólo puede empezar cuando se reconozca y aprecie en toda su extensión y magnitud.


Texto obtenido por CARLOS J. SALDARRIAGA A Facultad de Ciencias Económicas Universidad de Antioquia
csaldarriaga@economicas.udea.edu.co

Publicado originalmente en
http://almamater.udea.edu.co/periodico/sc-opi563-03.htm

2008/03/07

Elogio de la mujer brava
Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas
Por Héctor Abad Faciolince
Fecha: 02/23/2003 -1086
A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.

La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran "no más usted me avisa y yo le abro las piernas", siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).

A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos.

Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.

Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.

Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento

2008/01/26

CULTURA DE LA MEDIOCRIDAD: COMENTARIOS

Alberto. (Experto en educación)
Orlando: me alegra saber de ti e interactuar; otras veces no he estado en “disposición”…. Adecuda!. Hoy te comento lo siguiente:

- Explicitar por qué la Promo. Auto. Engendra la mediocridad. Esta razón o razones no se exponen… y entonces queda solo una afirmación..
- La cuestión de la evaluación “Autoelogio” OK! Fíjate cómo, en contraste con la idea anterior, ésta sí queda más explicada… visibilizada!! (JA, JA).
- De todos modos, respeto de la anterior idea, me parece que sigue subyacente lq aceptación –PELIGROSA PARA MI- de que los sistemas actuales de la llamada “evaluación” son evaluación, cuando son de CALIFICACION!!Ya que no sirven ni se emplean, si tienen fundamento para promover el aprendizaje de lo que “no se aprendió” (¡) Bueno, esta es mi posición; no viene al caso…
- Por qué sólo FECODE? Además de que Fecode no alcanza a impactar en las Universidades… donde parece que tú focalizas la mediocridad…
- Finalmente, Casi todas las ideas que presentas merecerían que las expusieras de manera más extensa – COMPLETA- hay substancia … fondo… , al menos para otra ocasión.

- Esta comentarios, claro, está descontextualizados pues ignoro para quién se escribe y con qué “intencionalidades” o pretensiones… Solo he querido demostrarte que sigo en la onda. Un abrazo y mil felicidades y éxitos.

Ricardo (Docente Universitario especializado en DDHH)
Limitar las causas de lo que llamas la "cultura de la mediocridad" al problema de la evaluación, evidentemente es reduccionista. Pues, además, hay muchas otras razones que nos conducen por ese sendero: el importante papel socializador que están jugando los mass media, que no fueron hechos para eso pero así los estamos considerando; la reticencia a asumir las innovaciones educativas pertinentes por parte de los docentes, que las convierten en desfiguraciones facilistas de las nuevas pedagogías; el cambio de manera de leer el mundo (no exclusivamente desde la razón) que se viene operando evolutivamente en nuestros cerebros al tener que centrarnos en imágenes y no sólo en la palabra, mientras la escuela no se adpta todavía a dicha situación; la "modernización del Estado" en beneficio del mercado que convierte la educación en consumo, desconociendo el derecho a la educación, lo cual desvaloriza el pensamiento crítico y convierte el conocimiento en producto utilitario; un sistema educativo todavía patriarcal y autoritario que va en contravía del desarrollo social y político de la humanidad, que considera a los/as estudiantes inmaduros e incapaces. Buenos, muchos otros elementos que podrían ponernos a pensar más que en las tecnologías de evaluación y control, en cómo las nuevas tecnologías (la conectividad)deben ser utilizadas para racionalizar las relaciones entre el Estado y la sociedad (las relaciones de poder), el territorio y la sociedad (lo ambiental), entre la misma sociedad desde la perspectiva de comunidades (lo humanista) y del mundo con las particularidades (la construcción de lo local). Yo me pregunto algo que siempre discuto con mis estudiantes ¿Será que uno debe necesariamente evaluar a sus estudiantes, o deberían ser los estudiantes quienes evalúen al profesor? Pues se supone que el estudiante entra a la escuela a que le enseñen a aprender y a hacer, por tanto, debe ser él quien diga si los profesores sí lo están haciendo ¿No sería mejor que el docente supiera si está siendo pertinente, acertivo o nó? Porque, por supuesto, cuando la educación es mercado, a muchos docentes no se les exige conocimiento pedagógico, sólo que sea experto en un saber específico que ofrece en venta. Bueno, finalmente, también son apenas mis ideas al respecto.
Un abrazo,

VICTOR, Docente Universitario. Historiador.
Creo que es conveniente una pregunta, antes de principiar a desarrollar el tema sobre los resultados de la Promoción automática: ¿Por qué se optó por esa medida?
Me parece que fue para salirle al paso a la gran deserción escolar que se presentaba en todos los niveles de la educación en Colombia, y me imagino que otros países. Pero hubiera sido más conveniente averiguar por las razones por las cuales se presentaba esa deserción y atacarla en lugar de obviar el problema de manera olímpica como se hizo, pues lo cierto es que la calidad de la educación sigue siendo la misma en términos generales.

Varios son los aspectos que deberíamos tener en cuenta para intentar una explicación mucho más completa del asunto:
1- No podemos desconocer las condiciones precarias en las cuales se imparte la educación para la inmensa mayoría de los colombianos: locativas, docentes sin suficiente capacitación y en muchos casos subalimentación de los discentes.
2- Desconocimiento enorme sobre los desarrollos de los sistemas operativos que se deben tener en cuenta para el cerebro humano en los primeros años de vida, fenómeno que va a incidir de manera crítica en los procesos de aprendizaje posterior cuando se llega a la edad de escolarización. Los científicos dedicados al estudio de la neurociencia así lo revelan.
3- Vigencia aún del paradigma según el cual el profesor es el que sabe y el estudiante el que debe aprender. Se tipifica alli una carencia absoluta de “comunicación”, entendida ésta al estilo Heideggeriano en tanto que comunicar en “poner en común” una o varias percepciones para ser validadas con otros. Pero si yo llego pensando que mi visión es ya la validada y las otras simplemente son erróneas, no hay “discusión”. Hoy en día, cuando el desarrollo vertiginosa de los medios nos proporciona tanta información, el proceso de aprendizaje es mutuo: el profesor aprende y estudiante enseña y viceversa. La información circula de manera impresionante y de lo que se trata es de utilizarla para “pensar”.
4- Ahora bien, si se trata de aprender a “ser” y a “pensar”, no debe ser lo que yo quiero como profesor o lo que me imagino, sino lo que los estudiantes quieren, lo que les interesa. Es a partir de ese interés como se puede comprometer en un proceso de aprendizaje juntos, docentes y estudiantes.
5- En el caso de las Ciencias Sociales hemos procedido al revés: iniciamos programas desde la Prehistoria hacia la edad comtemporámea y la mayoría de las veces no conectamos con el presente. La prouesta es que hagamos una historia retrospectiva: partiendo de los problemas actuales, busquemos la manera como anteriormente se resolvían o los problemas que se planteaban en otras comunidades en otras épocas alrededor del mismo tema.
Finalmente, hace algunos días fui invitado por los compañeritos de mi hija que estudia en el Liceo Francés y cursa el primero de primaria para que hablara de Bolívar. Pero, ¡ojo!, no era para que yo hablara lo que YO consideraba importante alrededor de Bolívar, sino a responder las preguntas que los niños tenían sobre Bolívar, la manera como ellos se lo imaginaban. Es decir, era a partir del interés de ellos como yo construía el discurso. Y, qué sesión tan interesante, qué preguntas las que hicieron los niños.
Finalmente, los franceses tienen inventadas muchas rutas en el proceso pedagógico y obviamente no hay promoción automática, pero esto último no constituye el problema central, porque la deserción es mínima si se tiene en cuenta que hay personal preparado, ambiente adecuado y cuando hay niños “normales”, todo funciona bien o “casi todo”,
suerte

EDUARDO, Consultor Nacional en Educación. PHD
“sobrevivientes al sistema”
Habría que buscar algún beneficio de dicha idea, como, por ejemplo, ¡te acordás cunando los estudiantes “necios” es decir los “inquietos” perdíamos las materias porque las maestra nos llenaban de “unos” por “sabotear” la clase” con preguntas impertinenetes, es decir aquellas preguntas que hacíamos centrales al tema que estudiábamos , pero que los profes no tenían la respuesta o no se les ocurría cómo estimularla en nuestras mentes…? Por lo menos ya no pueden confundir esas dos cosas que llaman “conducta” y “desempeño académico”

profesores PÉSIMOS
Muy interesantwe y creo que se relacioan con la pregunta ¡Qué se necesita en Colombia, para tener ciencia?

JUAN CARLOS: Docente, Director Departamento Colegio Oficial

La reforma educativa llevada a cabo en Colombia a mediados de los noventa presenta, a mi modo de ver, una serie de problemas en cuanto a su interpretación, pues pretendió colocar el sistema educativo nacional en sintonía con los grandes cambios sociales, culturales, políticos y económicos que se venían perfilando tras la "caída del muro" (¿de los muros?) y la monopolarización del capitalismo en Occidente.
Una de estas interpretaciones, muy a la usanza de los tecnócratas del "nuevo Estado" desde el ministerio, es que la ley, al pretender reorientar la educación pública, se centró en tres líneas: cobertura, eficiencia y calidad. Esto a la larga representó una pragmatización de los procesos educativos, fundamentalmente en básica primaria, básica secundaria, incluso en la media, pues de lo que se trataba era de garantizar la permanencia, la rebaja de la repitencia y la eficiencia en la distribución de los recursos financieros, es decir, "a poca inversión mejor servicio". Por ello, decidieron reglamentar la ley, en particular con la flexibilización de la promoción, que permitía el avance académico de los estudiantes, con cortes evaluativos en quinto, noveno y, por supuesto, en media académica y técnica (en los pocos colegios que la ofrecieran).
De ahí que al realizarse la reforma a la educación superior, en 1992 (ley 30 del 28 de diciembre de 1992 de educación superior), haya un desfase al momento de ser aplicada en la universidad oficial (porque las universidades privadas se hicieron las desentendidas por mucho tiempo para asumirla) en razón que muchos de los estudiantes fueron asimilados dentro del sistema de promoción "flexible" (así aparece en la ley 115 de 1994), que desarrolla una evaluación cualitativa (¿?), que "flexibiliza" el paso a la educación superior de jóvenes (cuyas edades han ido mermando de 18 a 15 años), a lo que se va a examinar y calificar, en clara contradicción con lo que estaban acostumbrados y en lo que no estaban formados, en detrimento del rendimiento académico, lo que la universidad, por lo regular en su proceso de "despedagogización", ha ido soslayando, para "invertir" en desarrollo de "investigación" y en "ciencia y tecnología", que hoy sigue siendo un buen pretexto para captar recursos oficiales y privados y cuyos resultados poco se socializan ( en comparación con la inversión de países como Brasil, México, Chile y Argentina, por poner los más relevantes).
pues lo que hay que garantizar es la permanencia del status académico como instituciones de educación superior con programas acreditados ante el CNA y el ICFES.

Vistas así las cosas, el modelo pedagógico subyacente desde esta reforma, lo que descuida en primera instancia es la calidad de la que tanto hacen alarde los "amigos" del ministerio, puesto que privilegian la optimización de recursos económicos sobre la formación para el desarrollo social del país, que como por arte de "birlibirloque", desaparece de un plumazo la primacía de lo pedagógico en aras de un supuesto avance en innovación científica y tecnológica.

Por ello, en este debate pretender que la educación básica y media se ponga en consonancia con los lenguajes pragmáticos de la educación superior, hoy en día capitalizada, es harto difícil, pues han aparecido los embelecos de las "competencias" y los "estándares", (igual, algunas universidades oficiales y privadas ya hablan de lo mismo) que presentan a todas luces un claro propósito formativo para la vinculación de mano de obra barata, capaz de seguir instrucciones, respetar la norma y aceptar, de manera sumisa, la falta de garantías para el respeto de los derechos de bienestar social y laboral de los nuevos empleados y trabajadores.

Diríamos que, ese tipo de desplantes de los estudiantes, no son más que consecuencias de haber convertido la educación superior en objeto de consumo y en factor de gasto, más que en prioridad de inversión.
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