2014/08/06

Ayudemos a La Virginia (1) #LaVirginia

Ayudemos a La Virginia (1)

por @orlandoparrag ciberplural@gmail.com
“El presupuesto de publicidad de Bogotá equivale al presupuesto de toda la alcaldía de Pereira en un año” le oí hace poco a una alta funcionaria de la alcaldía…qué le digo yo cuando el presupuesto de libre inversión a disposición del alcalde de La Virginia es el que tiene el alcalde de Pereira para un solo contrato: alrededor de 600 millones de pesos. La pulga, el caballo, el elefante…
Si creo que hay dos Risaraldas. Y creo que la puerta para la Risaralda del occidente es La Virginia. Todas las dificultades que viven nuestros municipios son visibles allí. ¿Sabía usted que en los últimos años se destruyeron cerca de siete mil empleos en ese municipio?...Siete mil!...es decir cerca de siete mil familias que se quedaron sin ingresos!...un promedio de 21 mil personas, mujeres, niños, hombres, ancianos que se quedaron sin ingreso básico de sobrevivencia. Un nido de cultivo para cualquier situación: los dolores, las tragedias humanas, florecen en medio de las tensiones de la pobreza y la miseria.
Para qué hablar de los problemas de La Virginia… si son los mismos de Cartago, de Belalcázar, de Andes, de Alcalá, de…son municipios quebrados, quebrados económicamente, quebrados socialmente, quebrados políticamente, quebrados culturalmente…¿qué se puede esperar entonces en ese escenario?...¿que se dediquen al paraíso en el que viven algunos en Pereira, Manizales, Armenia, Cali…Bogotá…Miami, Nueva York?...¡no seamos imbéciles!.
¿Cómo ha sobrevivido entonces ese municipio y otros de Risaralda, del Norte del Valle, del Occidente de Caldas, del Sur de Antioquia, del Quindío, a semejante crisis?...por la combinación de economías informales e ilegales. Dejemos de echarnos cuentos. Sin esa combinación de dineros informales e ilegales con todas sus consecuencias negativas, el infierno sería peor.
Y claro, han sobrevivido por esa actitud colombiana de salir adelante, pase lo que pase. Esa variable en el post conflicto va a desaparecer. En el post conflicto, la máquina del estado se va a dirigir a combatir esas expresiones ilegales. Esa economía ilegal. ¿y entonces?...¿Ni fuentes de ingresos legales formales? ¿ni fuentes de ingresos ilegales informales?...¿de qué van a vivir estos municipios devorados por la globalización, devorados por la absoluta incapacidad de nuestra dirigencia pública y privada, nacional y local, para avanzar en procesos de glo – localización que nos posicionen en un mundo que hace rato nos avasalla?...¿jodidos? ¿condenados a la miseria?...¿condenados a la clientela de la dependencia de las sobras que el estado entrega a través de los sisben y similares?...¿es justo?...
(publicada en http://www.latarde.com/opinion/columnistas/137316-ayudemos-a-la-virginia-1 )

Hay que entender el #espacio

Hay que entender el espacio

Por @orlandoparrag ciberplural@gmail.com
“… la esencia es comprender que las ciudades son estructuras sociales, pero, especialmente, que quienes las habitamos esperamos comprenderlas, esperamos que haya unos símbolos que reflejen nuestros valores y creencias; pero olvidamos que existen ene variables que hacen que cada persona o grupo posea una concepción diferente: así, la forma en que cada uno ve los andenes nunca es la misma.
Y ese olvido es el responsable del arrinconamiento en el diseño o de reivindicar sólo ciertos intereses particulares, como sucedió con la calle de la Fundación, donde se vino a saber qué querían –y quieren– realmente miles de ciudadanos mucho después: su peatonalización.
‘En el diseño esto mismo ha llevado a una situación ‘patológica’, en la que se emplean los símbolos personales e idiosincráticos de los diseñadores, símbolos que en absoluto coinciden con las asociaciones y los símbolos del público’ (Rapoport, 1974, p. 30).
Hay que entender el espacio –incluido el público– según varias dimensiones.
*Para mí, la primera de ellas es la cultural: el hábito, las costumbres (¿la ideológica, la conductual?);
*Luego está la social (sí, claro: según las clases sociales, los estratos sociales, se aborda de diversa forma el espacio);
*Posteriormente, la sicológica (el espacio tiene abordajes sicológicos diversos: un sitio que para alguien puede ser “lúdico” para otro puede ser “tenebroso”;
*Después, la temporal, la histórica (todo espacio tiene su historia, especialmente su historia de usos o “antiusos”, según cómo se vea, dependiendo de la dimensión donde se esté); y,
*Finalmente, los límites territoriales (¿has pensado que tu cama tiene límites, como tu cuarto, tu casa, tu…? ¿Y has pensado, jugando con las otras dimensiones, cómo se entrelazan esos límites psicológicos con el espacio público?).
Lo anterior quiere decir que cuando vemos a los actores mencionados en un andén de un centro o subcentro –concurrido o deshabitado–, se están vivenciando, imperceptiblemente, dimensiones o variables culturales, sociales, sicológicas, históricas, territoriales. Como dice Soja, “todo se junta... la subjetividad y la objetividad, lo abstracto y lo concreto, lo real y lo imaginado, lo cognoscible y lo inimaginable, lo repetitivo y el diferencial, estructura y agencia, la mente y el cuerpo, la conciencia y el inconsciente, la disciplina y lo transdisciplinario, la vida cotidiana y la historia sin fin” (Soja, 1996).
¿Somos conscientes de todo ello? En general, creo que no; simplemente, usamos o no usamos ese andén…” (*)
(*) Apartes del ensayo Espacio, Comercio en calle y…¿Ciudadanía?...para el libro Espacios Públicos Ordenados de la ESAP pronto en aparecer)

Ese #andén

Ese andén

Por @orlandoparrag ciberplural@gmail.com
… “los pereiranos llevamos más de 30 años respondiendo de manera habitual, por costumbre, al abuso del espacio público que se hace en los andenes de la octava entre 13 y 19 (Quien escribe fue vendedor en el almacén de Las 3 BBB cuando era adolescente -1982/83- durante temporadas decembrinas, y por lo tanto puede afirmar que el caos sigue siendo el mismo…¡32 años después!.). Allí caben pocos ejercicios racionales, poca lógica, se actúa casi que mecánicamente: es un modo de vida, y la vida, generalmente, poco se “piensa”; se vive.
Proshansky nos ayuda. Él plantea que hay interacciones persona-entorno y factores físicos y sociales. Allí donde vemos –o mejor: “no vemos”– la cotidianidad, el día a día, él llama la atención sobre la interrelación entre una calle oscura y una calle luminosa, entre una limpia y una sucia, y entre quienes están en cada uno de esos espacios de manera estacionaria, semiestacionaria, ambulante, transeúnte, desde un automóvil…
Asimismo, el autor habla de 
-las características del lugar (el conjunto del escenario físico): luz, temperatura, espacio disponible, etc.; 
-de los componentes del entorno social: interacciones, roles sociales, etc. y 
-de la adaptabilidad a dicho entorno: competencias y habilidades ambientales ([1]).
Hagamos el ejercicio: analicemos un andén cualquiera, en un centro o subcentro, incluso de un barrio o de una vereda. Lo primero que tenemos que entender es que, así no lo veamos, allí en ese sitio, hay actividades, normas, roles sociales, individuales y colectivos; es decir, hay un contenido, un campo social, hay significados funcionales y significados motivacionales.
Ahora bien, estamos hablando de personas que de manera estacionaria, semiestacionaria, ambulante, transeúnte, desde un auto-móvil… habitan ese espacio. Estamos entrando, entonces, en la complejidad que algunos autores limitan a quienes ocupan dicho lugar. No obstante, para nosotros esa complejidad es una “multicomplejidad”, pues cada uno de esos niveles de uso tiene una interpretación, un significado diferente basado en la forma de relacionarse con ese espacio público, con ese andén”…
(Apartes del ensayo “Espacio, Comercio en calle y…¿Ciudadanía?”...para el libro Espacios Públicos Ordenados de la ESAP pronto en aparecer)
(1)http://www.ub.edu/escult/valera/cap1.htm
( Publicada en http://www.latarde.com/opinion/columnistas/136652-ese-anden) 

2014/07/16

¿Ciudadanía?

¿Ciudadanía?

@orlandoparra
g ciberplural@gmail.com
…“Ni siquiera me atrevo a preguntar en qué momento nos hacemos conscientes de lo público; y por ese camino, bien lejos estamos entonces, de aprehender qué es el espacio público. Si se nos dificulta ser ciudadanos, cómo vamos a asimilar qué es lo público y, peor, el espacio público. Tal vez ese es el meollo del asunto.
  ¿En qué momento nos hacemos ciudadanos? Es torpe decir que sucede cuando recibimos una tarjeta laminada con un número de identificación y nuestra foto, la cédula de ciudadanía que llaman. Algunos son ciudadanos desde antes y otros mueren sin haber sido ciudadanos nunca.
  Este tema tiene que ver con el otro, con el reconocimiento del otro: yo reconozco que existo en la medida en que me reconozco a mí mismo como otro. En este orden de ideas, se es ciudadano cuando se comienza a reconocer que en la ciudad existen otras personas; que además de mis padres, de mis hermanos, de mi familia cercana, hay otras personas que merecen igual respeto y valoración.
Se es ciudadano, entonces, cuando yo comienzo a valorar al otro –por eso algunos nunca lo han sido, ni son, ni lo serán, porqué solo piensan en sí mismos y si mucho en su sangre–. Solamente soy ciudadano cuando comprendo que el otro tiene derechos y deberes como yo; y en esa medida, comprendo que me debo entender con el otro en lo público: el escenario donde las otredades, incluida la mía, se deben encontrar para articularse.
Cuando una persona maneja con absoluta irresponsabilidad un auto; cuando es un peatón irresponsable; cuando orina o hace popó en la calle; cuando irrespeta una fila; cuando hace ruido sin importarle sus vecinos; cuando tiene un local comercial que además de vender licor ‘idiotizante’, el ruido se oye a media cuadra; cuando tira basura a la calle, pisa los jardines públicos (que hace rato desaparecieron, por cierto); cuando cría perros o gatos sin ninguna responsabilidad sobre ellos (es decir, los malcría); cuando nunca controla a los hijos, o peor: los controla a las patadas; cuando es empleado/contratista público, pero para usar al público y los bienes a su favor; cuando daña teléfonos públicos; cuando es un mentiroso tributario o miente en casi todo lo que implique algún control; cuando usa la ley del embudo: lo ancho para mí, lo estrecho para los demás; cuando cree que tiene todos los derechos para sí mismo y todos los deberes para los demás; etc., etc., etc…¡¿Qué tiene de ciudadano?! Mírese un poco, amable lector, y mire qué tan ciudadano es, ¡sin echarse cuentos!
Hay una visible falta de cultura ciudadana porque hay una carencia de ciudadanía. Y eso es porque en América Latina, desde la época de la Colonia, cuando apenas surgía el lema de “libertad, igualdad, fraternidad” –que, sin una, cabe destacar que las otras dos nunca funcionan–, nos inventamos el “hecha la ley, hecha la trampa” …”
(Apartes del ensayo Espacio, Comercio en calle y...¿Ciudadanía? para el libro Espacios Públicos Ordenados de la ESAP)