Y DESPUES DE LAS FARC, QUE???
Tengo mis profundas discrepancias con Abad...a veces creo que su ateismo profundo me aleja de él. Empero, convalido ciertas posiciones suyas, y, especialmente, su capacidad de expresarlas.
O.
La hipótesis de un país sin guerrilla
Si se acaban los bárbaros
Por: Héctor Abad Faciolince
Si se acaban los bárbaros
Por: Héctor Abad Faciolince
Cuando se derrumbó el imperio soviético y se cayó el muro de Berlín, muchos pensamos que al fin íbamos a entrar en una nueva era de paz mundial en la que no sería necesario gastarse en odio y armamento buena parte del presupuesto de todas las naciones. Durante diez años vivimos el desconcierto de un imperio sin contrincantes, que no sabía qué hacer con su inmenso arsenal. Estados Unidos necesitaba un enemigo y entonces aparecieron, como caídos del cielo, los extremistas musulmanes, bajo forma de aviones civiles asesinos.
Desde entonces vivimos en un ambiente tan paranoico como cuando los rusos iban a lanzar la bomba atómica y el comunismo se iba a apoderar del mundo. Ni en tiempos de la guerra fría se limitaron tanto las libertades civiles: desde Australia, pasando por Inglaterra, hasta Estados Unidos, todos los Estados han aprovechado “la amenaza terrorista” para controlar más de cerca a los ciudadanos.
También el Gobierno de Colombia (o quizá todos los gobiernos) necesita un antagonista. Hasta ahora hemos tenido a las Farc, en los últimos cuarenta años, pero si las Farc desaparecieran, sería necesario inventarse otro enemigo: los narcos que envenenan a nuestros jóvenes, Chávez que grita barbaridades, Ortega que nos quiere robar la isla de San Andrés… en fin, ya encontraremos algo para seguir viviendo en pie de guerra.
Hay un poema de Konstantin Kavafis que explica esta psicología que no es sólo nuestra, sino del mundo entero. Se llama (negrillas del Blogger) Esperando a los bárbaros, y dice así: ¿Qué esperamos agrupados en la plaza? / Es que hoy llegan los bárbaros. / ¿Por qué está inactivo el Senado / e inmóviles los senadores no legislan? / Porque hoy llegan los bárbaros. / ¿Por qué nuestro emperador dejó su lecho al alba, / y en la puerta mayor espera ahora sentado / en su alto trono, coronado y solemne? / Porque hoy llegan los bárbaros. (…) / ¿Por qué no acuden como siempre nuestros ilustres oradores / a brindarnos el chorro feliz de su elocuencia? / Porque hoy llegan los bárbaros. / ¿Por qué de pronto esa inquietud / y movimiento? (Cuánta gravedad en los rostros.) / ¿Por qué vacía la multitud calles y plazas, / y sombría regresa a sus moradas? / Porque la noche cae y no llegan los bárbaros. / Y gente venida desde la frontera / afirma que ya no hay bárbaros. / ¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros? / Quizá ellos fueran una solución después de todo.
¿Qué será del Estado colombiano sin las Farc? Quizás ellos fueran una justificación al control, después de todo, al gasto desmedido en el Ejército, que hoy ha llegado al 6,3% del PIB, más de lo que se gasta en salud, en agua o en carreteras. Según un estudio de José Fernando Isaza, en los últimos años el pie de fuerza de Colombia ha aumentado sin cesar. Hoy en día tenemos un ejército de 250 mil hombres, que deben combatir a un grupo subversivo que, según cifras oficiales, no llega a los 10 mil guerrilleros.
Tenemos, pues, 25 soldados por cada guerrillero de las Farc, y un poco menos si contamos al Eln (un grupo que no llega a los mil subversivos). Isaza considera, citando a expertos militares, que una relación de 1-10 es la que se requiere para combatir eficazmente a un grupo armado irregular. Aquí estamos en más del doble y el pasivo pensional de las fuerzas armadas, y por ende del Estado, crece cada día más.
Sin las Farc nos quedaremos sin pretexto para denunciar las causas de la inmovilidad. ¿Por qué Colombia es un país tan poco equitativo? Porque la guerrilla no deja trabajar. ¿Por qué funcionan mal los colegios y los hospitales? Porque la guerrilla ataca los pueblos y destruye las escuelas. ¿Por qué los narcos y los paramilitares se apoderan de las mejores tierras? Porque las Farc desplazaron a los campesinos. ¿Por qué se tala la selva y se destruyen recursos naturales? Porque las Farc siembran coca. Como se ve, los bárbaros son siempre una explicación, después de todo.
No niego que el problema de las Farc sea real. El crimen sin nombre del secuestro, sobre todo, que en nuestro país ha llegado a verdaderos récords mundiales de criminalidad, el dolor lancinante que produce, ha hecho que este delito se haya convertido en el mayor problema colombiano. Es justo abominarlo, y todos queremos que las Farc abandonen esta práctica criminal.
Desde entonces vivimos en un ambiente tan paranoico como cuando los rusos iban a lanzar la bomba atómica y el comunismo se iba a apoderar del mundo. Ni en tiempos de la guerra fría se limitaron tanto las libertades civiles: desde Australia, pasando por Inglaterra, hasta Estados Unidos, todos los Estados han aprovechado “la amenaza terrorista” para controlar más de cerca a los ciudadanos.
También el Gobierno de Colombia (o quizá todos los gobiernos) necesita un antagonista. Hasta ahora hemos tenido a las Farc, en los últimos cuarenta años, pero si las Farc desaparecieran, sería necesario inventarse otro enemigo: los narcos que envenenan a nuestros jóvenes, Chávez que grita barbaridades, Ortega que nos quiere robar la isla de San Andrés… en fin, ya encontraremos algo para seguir viviendo en pie de guerra.
Hay un poema de Konstantin Kavafis que explica esta psicología que no es sólo nuestra, sino del mundo entero. Se llama (negrillas del Blogger) Esperando a los bárbaros, y dice así: ¿Qué esperamos agrupados en la plaza? / Es que hoy llegan los bárbaros. / ¿Por qué está inactivo el Senado / e inmóviles los senadores no legislan? / Porque hoy llegan los bárbaros. / ¿Por qué nuestro emperador dejó su lecho al alba, / y en la puerta mayor espera ahora sentado / en su alto trono, coronado y solemne? / Porque hoy llegan los bárbaros. (…) / ¿Por qué no acuden como siempre nuestros ilustres oradores / a brindarnos el chorro feliz de su elocuencia? / Porque hoy llegan los bárbaros. / ¿Por qué de pronto esa inquietud / y movimiento? (Cuánta gravedad en los rostros.) / ¿Por qué vacía la multitud calles y plazas, / y sombría regresa a sus moradas? / Porque la noche cae y no llegan los bárbaros. / Y gente venida desde la frontera / afirma que ya no hay bárbaros. / ¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros? / Quizá ellos fueran una solución después de todo.
¿Qué será del Estado colombiano sin las Farc? Quizás ellos fueran una justificación al control, después de todo, al gasto desmedido en el Ejército, que hoy ha llegado al 6,3% del PIB, más de lo que se gasta en salud, en agua o en carreteras. Según un estudio de José Fernando Isaza, en los últimos años el pie de fuerza de Colombia ha aumentado sin cesar. Hoy en día tenemos un ejército de 250 mil hombres, que deben combatir a un grupo subversivo que, según cifras oficiales, no llega a los 10 mil guerrilleros.
Tenemos, pues, 25 soldados por cada guerrillero de las Farc, y un poco menos si contamos al Eln (un grupo que no llega a los mil subversivos). Isaza considera, citando a expertos militares, que una relación de 1-10 es la que se requiere para combatir eficazmente a un grupo armado irregular. Aquí estamos en más del doble y el pasivo pensional de las fuerzas armadas, y por ende del Estado, crece cada día más.
Sin las Farc nos quedaremos sin pretexto para denunciar las causas de la inmovilidad. ¿Por qué Colombia es un país tan poco equitativo? Porque la guerrilla no deja trabajar. ¿Por qué funcionan mal los colegios y los hospitales? Porque la guerrilla ataca los pueblos y destruye las escuelas. ¿Por qué los narcos y los paramilitares se apoderan de las mejores tierras? Porque las Farc desplazaron a los campesinos. ¿Por qué se tala la selva y se destruyen recursos naturales? Porque las Farc siembran coca. Como se ve, los bárbaros son siempre una explicación, después de todo.
No niego que el problema de las Farc sea real. El crimen sin nombre del secuestro, sobre todo, que en nuestro país ha llegado a verdaderos récords mundiales de criminalidad, el dolor lancinante que produce, ha hecho que este delito se haya convertido en el mayor problema colombiano. Es justo abominarlo, y todos queremos que las Farc abandonen esta práctica criminal.
Pero el país sigue teniendo problemas inmensos, que no se originan en el secuestro, sino en males históricos que se arrastran desde los tiempos de la Colonia. El principal: no hemos podido sacar de la pobreza material (y muchas veces espiritual) al 50% de la población. Todavía se necesita lo básico: agua potable, techo, escuelas y salud.
Mientras eso no se consiga, habrá siempre mano de obra disponible para crear grupos guerrilleros, o bandas armadas, o delincuentes ligados a los carteles de droga, o sicarios para matar sindicalistas.
Cuando las Farc, al fin, desaparezcan (y es probable que eso ocurra en los próximos diez años), los problemas básicos seguirán, y habrá que enfrentarlos. Pero tendremos, por lo menos, un país más grande para ver y visitar. Un país inmenso que hasta hoy estaba vedado a los viajes y al turismo. La guerrilla nos deja de herencia, involuntariamente, un inmenso territorio inexplorado que hasta hoy no hemos visitado por físico miedo. Los colombianos no conocemos más de la mitad de nuestro territorio, porque esas tierras eran (y en parte siguen siendo) tierras de infieles, de bárbaros.
Lo paradójico es que este país es feo donde hay gente. Adonde no ha llegado la mano del hombre, en cambio, es un país bonito. La única herencia buena que nos dejará la guerrilla, después de cuarenta años de guerra irregular, es un país inexplorado, virgen, un país inmenso que nadie visitó, que nadie tocó, porque teníamos miedo a que nos secuestraran o nos mataran. De repente el territorio será amplio, y podremos ver los ríos, los rápidos, las planicies y las selvas del sur y del oriente.
Volveremos a las playas del Pacífico, a las feraces llanuras del norte, a los páramos maravillosos del centro, a los parques naturales sin dueño. Ojalá esas tierras, que hoy son hermosas por lo intocadas, no las volvamos feas cuando las toquemos. Los bárbaros, también allí, eran una especie de solución.
Mientras eso no se consiga, habrá siempre mano de obra disponible para crear grupos guerrilleros, o bandas armadas, o delincuentes ligados a los carteles de droga, o sicarios para matar sindicalistas.
Cuando las Farc, al fin, desaparezcan (y es probable que eso ocurra en los próximos diez años), los problemas básicos seguirán, y habrá que enfrentarlos. Pero tendremos, por lo menos, un país más grande para ver y visitar. Un país inmenso que hasta hoy estaba vedado a los viajes y al turismo. La guerrilla nos deja de herencia, involuntariamente, un inmenso territorio inexplorado que hasta hoy no hemos visitado por físico miedo. Los colombianos no conocemos más de la mitad de nuestro territorio, porque esas tierras eran (y en parte siguen siendo) tierras de infieles, de bárbaros.
Lo paradójico es que este país es feo donde hay gente. Adonde no ha llegado la mano del hombre, en cambio, es un país bonito. La única herencia buena que nos dejará la guerrilla, después de cuarenta años de guerra irregular, es un país inexplorado, virgen, un país inmenso que nadie visitó, que nadie tocó, porque teníamos miedo a que nos secuestraran o nos mataran. De repente el territorio será amplio, y podremos ver los ríos, los rápidos, las planicies y las selvas del sur y del oriente.
Volveremos a las playas del Pacífico, a las feraces llanuras del norte, a los páramos maravillosos del centro, a los parques naturales sin dueño. Ojalá esas tierras, que hoy son hermosas por lo intocadas, no las volvamos feas cuando las toquemos. Los bárbaros, también allí, eran una especie de solución.