Gobierno mundial
Entre las primeras 20 están J.P. Morgan, una corporación financiera con sede en Nueva York y Merril Lynch, un brazo del Bank of America |
Sábado 12 Noviembre 2011
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Entre todos los mensajes que vienen gritando los jóvenes desencantados durante las protestas en Wall Street y otros lugares del mundo contra el sistema financiero, hay uno que suele repetirse: "El 1 por ciento de la población ha ganado a costa del 99 por ciento restante".
El mensaje es una crítica ideológica al gran poder que han adquirido las compañías financieras que con la globalización se han consolidado como firmas planetarias que les han otorgado un poder inmenso a sus administradores y a quienes las controlan.
El mensaje es una crítica ideológica al gran poder que han adquirido las compañías financieras que con la globalización se han consolidado como firmas planetarias que les han otorgado un poder inmenso a sus administradores y a quienes las controlan.
La actual crisis económica y financiera mundial ha hecho frecuentes las reflexiones de economistas y diversos autores sobre los efectos de la globalización en la esfera empresarial y bancaria.
El premio Nobel de Economía de 2001, Joseph Stiglitz, dijo en su libro Caída libre que la globalización y las nuevas tecnologías han abierto la posibilidad de nuevos monopolios mundiales con una riqueza y un poder muy superiores a los que los barones de finales del siglo XIX habrían siquiera soñado.
Michael Moore, en su película Capitalismo: una historia de amor, denuncia cómo en la era de la globalización el capitalismo estimuló el enriquecimiento de los empresarios, que se han hecho mucho más poderosos a costa de las demás personas.
Hasta el papa Benedicto XVI, en su tercera encíclica, publicada hace dos años, advirtió cómo la globalización mal entendida puede incrementar la pobreza y la desigualdad. Para muchos, lo que ha venido sucediendo les está dando la razón a quienes vienen predicando que la globalización está profundizando las desigualdades sociales en el mundo.
Muchos autores han llamado la atención sobre los peligros de la formación de corporaciones planetarias que no solo acumulan un inmenso poder económico, sino que, por su dimensión, en una crisis pueden irradiar sus efectos y expandirlos por todo el mundo. Dado que con la globalización económica se ha interconectado todo el planeta, la caída de una de estas grandes corporaciones tiene efectos multiplicadores.
Hasta ahora todos los analistas hablan de cómo la globalización empresarial es una realidad, pero no ha sido fácil demostrar cómo se ha tejido esta red a nivel mundial.
Pues bien, ahora, tres investigadores del Swiss Federal Institute of Technology, en Zúrich, especializados en sistemas complejos, analizaron 43.000 compañías transnacionales y encontraron que, en efecto, un pequeño grupo de ellas controla la economía global. Si la red se graficara, sería una especie de lazo en cuyo nudo se encuentran apenas 147 entidades que controlan el 40 por ciento de todas las empresas transnacionales, lo que les da un poder desproporcionado en el contexto mundial. .
El objetivo del estudio era entender, por primera vez y de manera empírica, una red de poder. En el pasado, los trabajos que se realizaron en este campo eran estudios limitados que solo incluían a unas cuantas multinacionales y, además, omitían a los propietarios indirectos de estas, por lo cual el panorama de cómo funciona la red quedaba incompleto. "Es la primera investigación sobre la arquitectura de la red de propiedad internacional que presenta el control que tiene cada uno de estos personajes en el escenario económico mundial", dijeron los investigadores, en el trabajo.
El grupo de científicos tomó la información de Orbis 2007, una base de datos cuya lista incluye a 37 millones de empresas e inversionistas en el mundo, tanto privados como estatales. De allí extrajeron las 43.060 compañías del estudio y sus inversionistas.
Para poder analizar la estructura del poder económico, los científicos construyeron un modelo que seleccionaba cuáles compañías controlaban a otras a través de sus redes de inversiones y las asociaron a sus ingresos operacionales. De esta búsqueda resultaron 1.318 compañías que en promedio estaban directamente conectadas con 20 más. Sumando sus balances, los investigadores vieron que representaban el 20 por ciento de los ingresos operativos globales.
Pero dado que el grupo también aparece, a través de sus acciones, como propietario de las empresas más grandes del mundo (las llamadas blue chip) y de las más importantes de manufactura, colectivamente representa un 60 por ciento adicional de los ingresos mundiales.
Y allí no termina todo. Al llegar al nudo de la red para tratar de ver quiénes eran los verdaderos dueños de estas compañías, los investigadores encontraron 147 empresas relacionadas de manera más intrínseca que tienen poder sobre el 40 por ciento de la riqueza total de la red. Se les denominó la súperentidad, puesto que todas sus propiedades estaban en manos de otros miembros del mismo grupo. En otras palabras, todas son propietarias de parte o la totalidad de ellas mismas y, a través de acciones, son dueñas de la mayor parte de la llamada economía real. "En efecto -dice James Glattfelder, director del estudio-, menos del 1 por ciento de las compañías controla el 40 por ciento de toda la red".
La mayoría son empresas que ofrecen servicios financieros. Entre las primeras 20 están Barclays, uno de los bancos más antiguos con sede en Londres; J.P. Morgan, una corporación financiera cuya sede está en Nueva York; UBS AG, la empresa de servicios financieros más grande de Suiza, y Merrill Lynch, un brazo del Bank of America.
Aunque la investigación no ha estado exenta de críticas porque algunos argumentan que ser propietario no es sinónimo de control, otros han señalado que el estudio tiene un gran valor porque al confirmar que unos pocos ostentan el poder económico, se puede ver más claramente la fragilidad del sistema. La inestabilidad se debe especialmente a que el núcleo de la red está tan interconectado que si una compañía sufre un descalabro económico, en ese escenario es muy difícil que no afecte a las demás en su red más cercana y estas, a las otras, como sucedió en la crisis de 2008.
Glattfelder piensa que este estudio puede ayudar a hacer el sistema más estable mediante la imposición de medidas para que las empresas no se contagien con el colapso de otra. Para ello cree que se necesitaría imponer medidas globales antimonopolio y así evitar la alta conexión entre las empresas. Este control hoy existe, pero solo a nivel nacional.
Para sorpresa de los indignados, que ven a estas empresas como conspiradores, el estudio también reveló que la interconectividad entre estas entidades es normal y que redes como estas existen en el mundo natural. Esa estrecha relación se daría por cuestiones de negocios y no por un afán de dominar el mundo.
Todos coinciden en que la investigación merece más análisis. Probablemente así se hará cuando sea publicada en la revista virtual Plos.com. Por lo pronto, los indignados tienen una evidencia científica sobre la cual apoyar sus arengas y críticas al sistema financiero actual.
El premio Nobel de Economía de 2001, Joseph Stiglitz, dijo en su libro Caída libre que la globalización y las nuevas tecnologías han abierto la posibilidad de nuevos monopolios mundiales con una riqueza y un poder muy superiores a los que los barones de finales del siglo XIX habrían siquiera soñado.
Michael Moore, en su película Capitalismo: una historia de amor, denuncia cómo en la era de la globalización el capitalismo estimuló el enriquecimiento de los empresarios, que se han hecho mucho más poderosos a costa de las demás personas.
Hasta el papa Benedicto XVI, en su tercera encíclica, publicada hace dos años, advirtió cómo la globalización mal entendida puede incrementar la pobreza y la desigualdad. Para muchos, lo que ha venido sucediendo les está dando la razón a quienes vienen predicando que la globalización está profundizando las desigualdades sociales en el mundo.
Muchos autores han llamado la atención sobre los peligros de la formación de corporaciones planetarias que no solo acumulan un inmenso poder económico, sino que, por su dimensión, en una crisis pueden irradiar sus efectos y expandirlos por todo el mundo. Dado que con la globalización económica se ha interconectado todo el planeta, la caída de una de estas grandes corporaciones tiene efectos multiplicadores.
Hasta ahora todos los analistas hablan de cómo la globalización empresarial es una realidad, pero no ha sido fácil demostrar cómo se ha tejido esta red a nivel mundial.
Pues bien, ahora, tres investigadores del Swiss Federal Institute of Technology, en Zúrich, especializados en sistemas complejos, analizaron 43.000 compañías transnacionales y encontraron que, en efecto, un pequeño grupo de ellas controla la economía global. Si la red se graficara, sería una especie de lazo en cuyo nudo se encuentran apenas 147 entidades que controlan el 40 por ciento de todas las empresas transnacionales, lo que les da un poder desproporcionado en el contexto mundial. .
El objetivo del estudio era entender, por primera vez y de manera empírica, una red de poder. En el pasado, los trabajos que se realizaron en este campo eran estudios limitados que solo incluían a unas cuantas multinacionales y, además, omitían a los propietarios indirectos de estas, por lo cual el panorama de cómo funciona la red quedaba incompleto. "Es la primera investigación sobre la arquitectura de la red de propiedad internacional que presenta el control que tiene cada uno de estos personajes en el escenario económico mundial", dijeron los investigadores, en el trabajo.
El grupo de científicos tomó la información de Orbis 2007, una base de datos cuya lista incluye a 37 millones de empresas e inversionistas en el mundo, tanto privados como estatales. De allí extrajeron las 43.060 compañías del estudio y sus inversionistas.
Para poder analizar la estructura del poder económico, los científicos construyeron un modelo que seleccionaba cuáles compañías controlaban a otras a través de sus redes de inversiones y las asociaron a sus ingresos operacionales. De esta búsqueda resultaron 1.318 compañías que en promedio estaban directamente conectadas con 20 más. Sumando sus balances, los investigadores vieron que representaban el 20 por ciento de los ingresos operativos globales.
Pero dado que el grupo también aparece, a través de sus acciones, como propietario de las empresas más grandes del mundo (las llamadas blue chip) y de las más importantes de manufactura, colectivamente representa un 60 por ciento adicional de los ingresos mundiales.
Y allí no termina todo. Al llegar al nudo de la red para tratar de ver quiénes eran los verdaderos dueños de estas compañías, los investigadores encontraron 147 empresas relacionadas de manera más intrínseca que tienen poder sobre el 40 por ciento de la riqueza total de la red. Se les denominó la súperentidad, puesto que todas sus propiedades estaban en manos de otros miembros del mismo grupo. En otras palabras, todas son propietarias de parte o la totalidad de ellas mismas y, a través de acciones, son dueñas de la mayor parte de la llamada economía real. "En efecto -dice James Glattfelder, director del estudio-, menos del 1 por ciento de las compañías controla el 40 por ciento de toda la red".
La mayoría son empresas que ofrecen servicios financieros. Entre las primeras 20 están Barclays, uno de los bancos más antiguos con sede en Londres; J.P. Morgan, una corporación financiera cuya sede está en Nueva York; UBS AG, la empresa de servicios financieros más grande de Suiza, y Merrill Lynch, un brazo del Bank of America.
Aunque la investigación no ha estado exenta de críticas porque algunos argumentan que ser propietario no es sinónimo de control, otros han señalado que el estudio tiene un gran valor porque al confirmar que unos pocos ostentan el poder económico, se puede ver más claramente la fragilidad del sistema. La inestabilidad se debe especialmente a que el núcleo de la red está tan interconectado que si una compañía sufre un descalabro económico, en ese escenario es muy difícil que no afecte a las demás en su red más cercana y estas, a las otras, como sucedió en la crisis de 2008.
Glattfelder piensa que este estudio puede ayudar a hacer el sistema más estable mediante la imposición de medidas para que las empresas no se contagien con el colapso de otra. Para ello cree que se necesitaría imponer medidas globales antimonopolio y así evitar la alta conexión entre las empresas. Este control hoy existe, pero solo a nivel nacional.
Para sorpresa de los indignados, que ven a estas empresas como conspiradores, el estudio también reveló que la interconectividad entre estas entidades es normal y que redes como estas existen en el mundo natural. Esa estrecha relación se daría por cuestiones de negocios y no por un afán de dominar el mundo.
Todos coinciden en que la investigación merece más análisis. Probablemente así se hará cuando sea publicada en la revista virtual Plos.com. Por lo pronto, los indignados tienen una evidencia científica sobre la cual apoyar sus arengas y críticas al sistema financiero actual.
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