Opinión |15 Mayo 2011 - 1:00 am
Por: Armando Montenegro
EL PASADO 2 DE MAYO, EL CUERPO DE Ingenieros del Ejército de Estados Unidos, autorizado por el Congreso de ese país desde 1928, dinamitó el dique Birds Point sobre el río Mississipi e inundó, a ciencia y conciencia, más de 50.000 hectáreas de sembrados en Missouri.
Se trataba de salvar del desastre a la pequeña población de Cairo, Illinois, con 2.800 habitantes. Y, en los últimos días, a medida que la tragedia avanza hacia el sur, las autoridades han provocado otras inundaciones en zonas escogidas, previamente señaladas en las normas, conocidas por la población y por sus dueños, para reducir la corriente del río. Para cualquier observador de estas decisiones, consciente del monumental desorden en materia del manejo de aguas en Colombia, surgen varias enseñanzas. (i) Es necesario permitir que se inunden algunos terrenos escogidos, en forma ordenada y anunciada, en períodos críticos. Las zonas inundables (floodways) deben estar bien definidas, de tal forma que con su inundación oportuna y planeada se logre la reducción del flujo de los ríos en casos de emergencia. La idea de que la única solución es dragar los ríos y construirles diques a lo largo de toda su extensión, es absurda e inoperante. Al respecto, algunos expertos piensan que la desordenada construcción de diques en el Magdalena Medio en los años pasados encañonó el río y contribuyó a la ruptura del Canal del Dique en 2010. (ii) Si ante la amenaza de una inundación se presenta un conflicto entre una zona agrícola inundable y un pueblo o caserío, en principio debe prevalecer la defensa de la vida y las propiedades de la población (a menos que las viviendas se hayan construido irregularmente en zonas inundables, en cuyo caso deben trasladarse). En nuestro medio, en cambio, la protección de algunas fincas, ampliadas a punta de la invasión de los humedales y las rondas de los ríos, pone en peligro y trae el desastre de las poblaciones, usualmente las más pobres, río abajo. (iii) En Estados Unidos, las cuencas de los ríos han sido cuidadosamente estudiadas y modeladas; se conocen sus características y se han determinado los floodways que deben contribuir con su inundación a la regulación del río en períodos críticos. En nuestro medio, en cambio, no hay modelos hidráulicos de las cuencas, no se han definido las zonas inundables y, por el contrario, todos los días se invaden las zonas naturales de inundación: los humedales, las lagunas y las rondas de los ríos. Los planes de ordenamiento territorial de los municipios permiten la invasión de zonas bajas y las CAR ignoran estos fenómenos. (iv) En Estados Unidos, las principales cuencas cuentan con autoridades que, en materia del manejo del agua, tienen competencia, por encima de los alcaldes y gobernadores para tomar decisiones centralizadas que afectan importantes intereses privados, como la que se comentó arriba. En nuestro medio, no existen autoridades únicas sobre la totalidad de las cuencas, algo que contribuye al manejo desordenado y caótico y agrava los desastres por inundaciones. Deberíamos esperar que del análisis de los problemas generados por las inundaciones recientes surgiera una nueva institucionalidad, capaz de impedir que se repita el caos de los meses pasados. Como dijo un conocido líder colombiano de centro izquierda, sólo los estúpidos no aprenden de la experiencia
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