Continuando
con la reflexión sobre las encuestas de los últimos 20 años, varias cosas
quedan claras: No somos un país de optimistas: contradictorio con las encuestas
que dicen que somos felices. Nos irrita la situación del campo, la pobreza, el
orden público, y especialmente la corrupción. Desde nuestros abuelos, nunca nos
hemos sentido “seguros”, en los últimos años el narcotráfico pesa mucho en esa
sensación. Poco creemos en las instituciones, a duras penas, y en bajada, le
creemos a la Iglesia, empresariado y fuerzas militares. Estamos llenos de bombas
de tensión social: por si NO se han dado cuenta llevamos dos estallidos
sociales, uno en el 2019 y otro mayor en el 2020: sólo contenido, momentáneamente,
por la pandemia.
La
paz sigue siendo un anhelo nacional. Todo el que se opone a ella termina
desgastado, apoyado sólo por una minoría salvaje la cual cree que la violencia
o la guerra soluciona algo. Empero discrepamos sobre cuánta justicia ceder para
llegar a la paz (posiblemente el pésimo recuerdo de las amnistías que se dieron
hasta hace unos 10 años está en el inconsciente colectivo). El balance de
justicia y paz con los paras NO es tan malo, pero es poco conocido. Y se le
pide demasiado a la Jurisdicción especial para la paz: en un país donde la
justicia, en general, poco ha funcionado.
Por
lo menos 1 de cada 4 colombianos y a veces 1 de cada 3, son cómodos: quieren la
paz, pero sin aportar un peso, o sin respetar a quien piense diferente, ni
siquiera quieren perdonar, y eso que las reales víctimas del conflicto en su
absoluta mayoría si lo han hecho. ¿Qué vamos a hacer con esa minoría que se
atraviesa frente al anhelo de la mayoría?...
Pero
#HayEsperanza, datos como la paulatina aceptación del “matrimonio civil entre
parejas homosexuales” o “la adopción de menores de edad por parte de parejas
del mismo sexo” muestran que nos acercamos al centro-cultural y vamos dejando
el país, godo, atrasado y miedoso…
Esa
apertura mental, nos debe servir para abordar “el” macro-problema nacional: la
coca, desde su sembradío hasta los enormes recursos que genera su exportación.
Casi todos estamos de acuerdo en el “qué” pero no en el “cómo” resolverlo. Algunos
insisten en una guerra que llevamos desde 1971 ¡hace 50 años! Olvidando que la
primera extradición fue en 1985 ¡hace 35!([i]) ¡Ni
siquiera con llamamientos de la ONU aceptan que es un FRACASO! ([ii]) …a
veces da la impresión que no sólo a los narcotraficantes les conviene que
sigamos fracasando sino a ciertos actores “legales” ¿se imagina cuántos
contratos hay para seguir en el error? ¿Cuántas coimas hay en esos contratos?
Es
un error también seguir hablando de “Legalizar
el tráfico y el consumo de drogas en Colombia”, pues una amplia mayoría,
superior al 70%, está en desacuerdo. No avanzaremos por ahí. Lo que hay que
construir es un gran acuerdo nacional en torno a cómo romper el ciclo en su
eslabón inicial y más barato: los campesinos que cultivan la coca. Está claro
que las fumigaciones, la erradicación forzosa de cultivos ha fracasado ¡Hay que
encontrar una salida! ¿por qué en Perú y en Bolivia la hoja de coca tiene otros
usos?. En ese gran propósito, dos
congresistas risaraldenses, el uno Verde, el senador Marulanda, el otro del CD,
el representante Vallejo, han liderado el esfuerzo por llegar a ese acuerdo
(Drive: https://tinyurl.com/y3ju6w9l
) ¡ojalá aceleren pues les quedan pocos meses o años en el congreso!