Texto ganador de la
beca de Creación de Periodismo Cultura, Ministerio de Cultura 2011
Por: John Harold
Giraldo Herrera
Docente Universidad Tecnológica de Pereira
john.giraldo.herrera@gmail.com
Fotos: Rodrigo Grajales
1.
Resguardo de los guambianos: la
tierra lo da todo
El día de conteo de votos, Jeremías Tunubala rezaba con su familia para
que los comicios no le favorecieran. Su comunidad, los indígenas guambianos, lo
postuló para ser su gobernador general en el año 2011. No era que Jeremías se
negara a ser gobernador, lo que ocurría era que sabía que le esperaba un arduo
trabajo por un periodo de un año si lo elegían. Sin ansias por el poder, la
máxima de los líderes, es ofrecer su trabajo de modo desinteresado en función
de su pueblo, una labor por la que no se reciben pagos, se trabaja las 24 horas
del día y se atiende toda serie de encargos: resolver conflictos entre los
indígenas, ser representante ante el Estado, convertirse en taita y autoridad.
Y contra su pronóstico, Jeremías fue electo. Las diversas masacres, la guerra,
el olvido, la falta de respaldo y las pugnas por la tierra marcan la existencia
de un gobernador, cuya vida siempre corre peligro. Mandó obedeciendo.
2.
El gobernador ahora concejal
“Soy indígena de pensamiento”, enuncia Jhon
Mario Restrepo emberá-chamí de Marmato en Caldas, quien fue gobernador.
Su acento paisa, su modo de vestir, y su manera de ser podría poner en duda su
condición indígena. Siempre porta un largo y colorido collar, con símbolos
alusivos a su cultura, hecho con chaquiras y tejido por él. En el municipio de
Marmato es un líder cívico. El 30 de octubre del 2011 fue elegido como concejal
de su municipio, por tanto, Adriana Palomino es la nueva en el mando de los
emberá. Su comunidad no ha querido ser reconocida como resguardo indígena, no
existe de modo legal, aunque se encuentran milenariamente asentados allí. Por
los intereses desatados gracias al oro que hay en las montañas, el resguardo de
los Cartama parece sufrir más que el pueblo palestino en el Medio Oriente, cuyo
territorio en el mapa, está esparcido sin unión geográfica y sin ser reconocido
como estado.
3.
Horacio Nariquiaza cumplió un
mandato
Horacio Nariquiaza en Mistrató-Risaralda, enfrentó su modo de gobernar
muy contento. Vivió las incertidumbres de la politiquería, lo llamaron a
generar negocios turbios, le ofrecieron dádivas, pero él, como su comunidad,
resiste incólume. Horacio abandonó sus estudios de Licenciatura en Pedagogía
Infantil, al quedar electo gobernador del resguardo de Purembará en 2011. Vive
en la alta montaña de la Cordillera Occidental con los emberá-chamí, en un
lugar sin vías adecuadas y amenazado por multinacionales y grupos al margen de
la ley. Allí, la desnutrición, las enfermedades de la selva y la falta de
atención estatal acechan. Los emberá como guardianes de la montaña protegen los
recursos naturales, conviven en armonía con el medio ambiente. Algunos de los
mestizos-colonos de Mistrató les llaman irracionales. Han sido pacíficos, su
modo de resistir es con la palabra y con su legado como comunidad ancestral. La
guardia y el cabildo representan la dignidad. Horacio gobernó con la voz de
todos. Su voz fue una más de las que se escuchaban en cada asamblea cuando se
reúnen para debatir y decidir su camino. Por eso suelta una sentencia: “Aquí se
hace lo que yo obedezco”. Lo dice luego de una reunión con la gente del Consejo
de Justicia.
Más de un millón son los indígenas en Colombia, y esta es la historia de
tres de sus gobernadores. Sin cifras claras, se cree, según datos del DANE, que
pueden ser más de 638 gobernadores generales. Las vidas de los gobernadores
indígenas se hilan por pertenecer a rincones olvidados, donde se incuba el
terror, sitios privilegiados por el paisaje, sus gentes, donde la riqueza
natural abunda, pero las necesidades apremian. Sitios donde la autonomía de
gobernar les cuesta vidas y señalamientos a las comunidades indígenas. Una
labor por la que no se reciben pagos, se trabaja las 24 horas del día y se
atiende toda serie de encargos: resolver conflictos entre los indígenas, ser
representante ante el Estado, convertirse en autoridad.
1a.
Llegar a Guambia
“!Popayán¡ !Popayán¡ !Piendamó¡”, gritaba el pato, el ayudante del
conductor. Y su grito no paró hasta que llegamos a uno de los 38 municipios del
Departamento del Cauca. En la buseta íbamos 4 personas, después de los
vociferantes anuncios y de parar en cada estacionadero, la buseta quedó
repleta. El pato gritaba, se bajaba y en cada arranque se quedaba atrás en la
acera y se venía corriendo para subirse de nuevo y seguir gritando: “!Popayán¡
!Popayán¡ !Piendamó¡ La única forma de acceder a Silvia, territorio ubicado en
la margen occidental de la Cordillera Central, es llegar a Piendamó y abordar
una nueva buseta. Jeremías nos esperaba.
“Esto está echando humo, esto sí es caliente, disfrute del verdadero
pandebono”, coreaba otro vendedor que se subió al bus rumbo a Piendamó a
ofrecer una de las comidas típicas del departamento del Valle. Ir a Silvia es
recorrer un país que pasa por una temperatura fresca, calor pegajoso, al frío
extremo. Y esa variedad climática se refleja en la diversidad cultural:
mulatos, negros, mestizos e indígenas conviven en una misma geografía.En cada
trayecto, un montón de vendedores se subían, desde el que vende todo tipo de
comestibles hasta el que promueve una vida basada en la botánica: “Le tengo la
planta para la calvicie, la piel...” País del rebusque, de la necesidad, de la
incesante búsqueda por el sustento.
Jeremías es de Guambía en Silvia, mientras le hablo
por teléfono, me dice que hay que tener mucho cuidado, varios comunicados han
puesto en peligro su vida. En septiembre le llegó una amenaza del grupo Nietos
del Quintín Lame, se autoproclaman portavoces de los indígenas sin tierra para recuperarla,
como lo hizo el legendario indígena en la década de los 30. Dicen luchar contra
el Estado, también contra un semejante: “si no se va lo torturamos a usted y a
su familia”, precisa la amenaza. En Cauca se fragua la guerra intensa que vive
el país con todo tipo de matices: guerra irregular, ataques constantes de la
subversión a las fuerzas militares, tomas, señalamientos, desapariciones,
barbarie. Llegamos, los guambianos junto con los paeces deambulan por la plaza
central del pueblo.
2a. Resguardo
Cartama: El oro les genera trabajo pero los puede exterminar
Marmato
es el pesebre de oro de Colombia. En una de sus montañas se presume que hay 10
millones de onzas del preciado metal, representan como 16 billones de pesos, es
lo estimado de endeudamiento de los Estados Unidos para el 2012. Desde la
llegada de los españoles, pasando por la financiación de varias de las batallas
emprendidas por Simón Bolívar hasta las ansias de multinacionales por quedarse
con la riqueza, marcan la vida del pueblo caldense. El oro genera todo tipo de
disputas.
Marmato se encuentra a unas 3 horas y media de Pereira. A 75 kilómetros
de Manizales, luego de llegar hasta la troncal occidental, vía a Medellín, uno
se baja en la Felisa y espera la chiva que lo lleva hasta El Llano, el nuevo
lugar a donde se ha ido trasladando a la población. El barrio de arriba parece
fantasma, salvo por la actividad de mercado fuerte en la plaza y por la
iglesia, se extraña al párroco Reinel Restrepo, líder, asesinado en en el mes
de septiembre del 2011.
Recorrer el resguardo de Cartama de los emberá-chamí
es subir por un filo largo y empinado. Abunda la pobreza y la sencillez de las
gentes. Son 2.800 indígenas viven de de la extracción del oro, “tanta riqueza
en esta montaña y nosotros a veces sin tener para comer”, expresa una indígena.
En los jornales ganan entre $10.000 y $15.000 diarios. Para ellos, el pesebre
parece haber escondido el niño dios.
3a. En el
2011 gobernó Horacio Nariquiaza
“Adelante compañeros, dispuestos a resistir, defendiendo
nuestros derechos así nos toque morir”, se escucha a las 6y30 de la mañana en
el resguardo, en una canción que pone en un moderno equipo amplificado uno de
los alguaciles de la guardia indígena. Hay jornada cultural en el internado -el
colegio hecho hace unos 40 años como parte de la colonización de la iglesia judeo-cristiana-,
se conmemora la diversidad cultural. Los 200 estudiantes organizaron bailes,
discursos y una serie de actos con otros estudiantes de las veredas aledañas.
El calor pega a unos 28 grados centígrados.
La tarde anterior un arcoíris inmenso
cubría parte del paisaje. Para los
indígenas emberá, el arcoíris representa espíritus benignos y malignos: “Cada vez
que un niño muere sale”, expresa Adriano, el profesor de Lingüística del
internado. Se ofrecen mensajes de solidaridad a la familia del niño, se
desconocen los motivos de la muerte, el enfermero del puesto de salud, dice que
pudo haber sido por desnutrición. El 40% de los niños se encuentran
desnutridos. En todo caso, los emberá, siempre tienen una frase que promueven
con los estudiantes: “¿Cómo se sienten? ¿Contentos, cierto?”. Esa forma de
saludo es parte de su filosofía de vida: vivir contentos en el ancho y espeso
contexto de las montañas. Aunque en época electoral suelen sufrir divisiones
por la actividad de los políticos que prometen para unos algo y para los otros
algo más o menos.
Las decisiones, cualquiera que ellas
sean, en los emberá son tomadas en colectivo. Las autoridades son fieles al
cumplimiento de las necesidades e intereses de la comunidad y su poder no
obedece a intereses individuales sino colectivos. Horacio, participa como autoridad
ofreciendo un discurso en un evento, su frase con la que cierra es
determinante: “El estudio es fundamental para los seres humanos”, y convidó a
los estudiantes a aprovechar el espacio de formación con el que contaban en el
resguardo y a ser guardianes de la montaña. Los bailes y discursos no cesaron
en todo el día. Horacio gobernó durante un año corrido intentando conseguir
recursos y algunas mejorías para el resguardo y caminando la ancha montaña
solucionando problemas entre los indígenas.
1b.
Jeremías cumplió una obligación
Jeremías participa de un encuentro con mujeres. Una de las diversas
reuniones que en un día sostiene con su comunidad: «Estoy en una reunión con
mujeres del pueblo Misak, súbase al carro de don Víctor, es de confianza y los
espero en el hospital “Mama Domingo”». Silvia es llamada la Suiza de América,
si allá el paisaje retumba en los ojos, acá la maravilla no deja de causar
expectación: “Parece un paraíso”, dice Rodrigo Grajales, el fotógrafo que me
acompaña, quien no cesa de capturar la belleza. Son unas montañas, con pinos y
árboles de diversa especie, donde el azul y el verde se confunden; lo típico es
ver caminar a los guambianos con sus faldas azules, bufandas de colores
subidos, botas grulla y sombrero. Las mujeres lucen un vestido similar, cargan
a los niños en sus espaldas. Sitios donde los guambianos fueron esclavizados,
terrajeros, colonizados y desterritorializados por los españoles desde 1535
cuando llegó el español Sebastián Belálcazar, como lo relata Didier uno de los
organizadores del grupo de comunicaciones del pueblo Misak.
El mandato de Jeremías lo acompañaron 174 personas quienes
no reciben sueldo, salvo el que maneja la ambulancia, el médico, entre otros.
El conductor dice que ya no tiene trabajo: “Pero es justo ya que todos
necesitamos trabajito”. La gobernabilidad no pelea por la burocracia, el poder
se asume con serenidad, parte esencial del ser guambiano, cada cual sabe que
cumple una obligación.
2b. Las
presiones: John Mario y el territorio
Cartama no tiene unidad gracias a los continuos desplazamientos a los
que han sido sometidos, tampoco tienen su lengua propia porque la han dejado olvidar
y el resguardo lucha por unificarse y recuperar su identidad. Monterredondo es
la vereda donde queda ubicado el resguardo. La multinacional canadiense ha
comprado varios títulos de pequeños mineros, cuenta con la ventaja que el
pueblo se ha venido trasteando gracias “a deslizamiento ocurrido” en abril,
dice Adriana y a un plan estratégico para bajarlo de la montaña para ser
explotado a cielo abierto. La montaña se la van a llevar.
Jhon Mario ha sufrido toda clase de persecuciones. “Me siento más seguro
acá en mi tierra que cuando salgo”, su liderazgo parece incomodar intereses.
“Es más importante la libertad de un pueblo que llenarme de plata”, afirma con
contundencia, y relata cómo se ha sentido perseguido. Juega con los niños del
resguardo y sus preocupaciones se disipan. Una vez en un foro, hizo requisar a
dos personas, les encontraron carné de la Medoro, y cuenta que lo persiguen
como una forma de asedio. Le han ofrecido dineros para que cese de “molestar” y
permita hacer estudios en los sitios ancestrales de su comunidad, “Pórtese bien
que nosotros le ayudamos”, le han dicho los emisarios de la Medor. Es concejal
para evitar que “sigan gastando el recurso público de las regalías en fiestas
con la multinacional o robándoselo”.
Además, cree que el estado no ha querido reconocer su territorio como
sagrado, porque les conviene por si en la otra montaña no hay el oro esperado. El
resguardo fue fundado por él y otras personas en el 2003. Han hecho correr sus
predios, el anterior alcalde, Uriel Ortiz Castro, tiene una gran finca al
frente del resguardo y como cuentan con una cancha de fútbol la ha reclamado
como parte de sus predios. Mario dice: “Mientras la finca del exalcalde tiene
muchos arreglos y parece de mafioso, las casas de los emberá no tienen ninguna
mejora”.
3b. La
guardia indígena
La
guardia indígena es el mayor baluarte para los emberá, con ella se han
defendido, ser guardia es un honor y un modo de ofrecer el valor para resistir.
El poder no trasnocha a Horacio, es apenas un modo para: “Mantener la
autonomía, fortalecer la organización, la unidad, la gobernabilidad debe ser
fuerte aquí, y la justicia”. En el cepo, sitio donde pagan las penas los
emberá, se cumplen los castigos ordenados por la justicia. Estar colgado de los
pies es un modo de purgar las faltas, así como haciendo trabajo comunitario. La
guardia además de proteger el territorio, hace cumplir la justicia.
27.600
hectáreas tiene el resguardo, su mayoría de selva. A sus 35 años Horacio,
camina más de lo que no lo había hecho antes, esas hectáreas donde se
encuentran sus compañeros debe recorrerlas. “Los caminos son tan difíciles que
en mula es más peligroso”, comenta. Le ha tocado imponer el orden, incluso
hablando con quienes le mataron a su hermano, los guerrilleros de las FARC,
“Respetan la autonomía de nuestro pueblo o si no la hacemos respetar con
nuestra guardia indígena”, les anunció.
El
plátano, civiricu en emberá, es la base de la alimentación. Comen mucho arroz,
y muchas veces aguantan hambre, la comida escasea y las tierras donde viven no
son muy fértiles, saben que deben ampliar su base alimentaria porque de lo
contrario seguirán viviendo con índices de desnutrición. Las enfermedades como
la leishmaniasis, o el paludismo los atacan con frecuencia. Caminar y resistir
es ser emberá.
1c.
Reexistir es parte del ser guambiano
“Ya no tenemos tierras para recuperar, defenderemos con nuestra vida las
que tenemos”, sentencia Jeremías Tunubala, el gobernador indígena, luego de un
discurso en el resguardo de Santiago, en Silvia Cauca. La conexión con la
tierra es su esencia, vivir en sus tierras les ha permitido mantenerse como
cultura, aunque han tenido que defenderla con su resistencia. Las 6 mil
hectáreas en las que viven todos los guambianos, les permite tener 2.500 metros
cuadrados por persona, para cultivar, tener estanques con trucha algunos o solo
la casa. El problema es que sin tierras y creciendo la comunidad se encuentra
una incertidumbre: “más la amenaza de que vengan por nuestros recursos
naturales”, apunta en su discurso el gobernador.
“Acá nació el movimiento indígena de Colombia y queremos seguir su
legado”, va enunciando el gobernador, “Queremos continuar con las enseñanzas
que nos dejaron nuestros sabios”, enfatizó en la idea de seguir organizados y
resistiendo de modo pacífico. Muchas frases suelta Jeremías, cada una de ellas
con una apropiación de lo que son como comunidad. “Recuperar el territorio para recuperarlo todo” es
la consigna que han sostenido desde décadas cuando fueron esclavizados y
exiliados en su territorio. Los guambianos son 17.500 integrantes, su mayor
fuerza está en Silvia. Su visión de mundo contrasta con la idea que si cuentan
con territorio lo demás se va construyendo.
2c. Ser
indígena es un acto de pensamiento
Los indígenas conviven con la
humillación constante, creen que solo sirven para cargar y trabajar. En
Marmato, los tienen en cuenta en los trabajos más duros en las minas, cuenta
Mario y sigue caminando por el filo del resguardo. Los indígenas Cartama fueron
extinguidos por los españoles gracias a los forzosos trabajos impuestos en
1625. “Si no nos organizamos terminamos extinguidos de nuevo”, afirma Mario.
Los integrantes del resguardo conservan
rasgos de mestizo, le pregunto a Mario lo particular de su fisionomía, como si
ser indígena fuera cuestión de fenotipos y me responde: “En la época de la
colonización, no por Cristóbal Colon sino por un grupo de indígenas de
diferentes etnias del país -no tenemos un dato exacto- sabemos que vinieron ansermas, quimbayas, supías, varias
tribus y para nosotros fue muy importante hacer un estudio y darnos cuenta de
dónde veníamos. Porque cuando se sabe cuál es el valor de la vida es cuando uno
decide a qué se puede pertenecer y qué cultura lleva consigo”, además me
increpa y me dice que yo también soy un mestizo.
3c. Un Guardián que continuó como
antes: siendo docente.
Horacio recuerda que hace 8 años su
hermano fue llevado por la guerrilla y asesinado. Un hecho que lo ha dejado
marcado. Su vida se desenvuelve de modo tranquilo en las montañas. Vive con sus
cinco hijos y compañera, los de 13 y 15 años le ayudan en las labores
agrícolas, los demás van creciendo, jugando, como todo niño, nos cuenta. Ser
gobernador ha significado retrasar sus estudios, la comunidad luego de ver sus
dotes de profesor en el internado por más de 11 años, lo propuso en una
asamblea como su gobernador, fue elegido con más de mil votos y por todo el
2011 fue su líder. Mandó eso sí, obedeciendo lo que le dijeron las demás
autoridades de las 33 veredas del resguardo donde viven cerca de 7 mil
indígenas. Se puede reelegir hasta tres años pero no quiso. Extraña mucho a su
familia y las labores como gobernador lo han hecho distanciarse un poco. El
padre Julián de la iglesia afirma: “El gobernador es elegido para servicio de la comunidad, no para
beneficio propio. Cuando termina su periodo, de un año, sigue siendo uno más de
ellos”
Horacio
a sus 35 años, volvió a las clases a enseñar. Su comunidad sufre, muere de
hambre y debe resistir, un mega proyecto como la instalación de una
hidroeléctrica y la construcción de una vía panamericana por sus sagrados
territorios, amenaza con desplazarlos. “Necesitamos territorio, nosotros no
hablamos por tierra sino por territorio, de eso se vive, nosotros cuidamos el
territorio, no queremos perderlo porque en él nacimos, según la historia en
1074, Colombia estaba dividida en 400 naciones y llegan los españoles y los
portugueses, y nos cambian ese mundo por uno nuevo y empiezan ellos a perseguir
a los indígenas, a desplazarlos cada vez más a la selva. Y por eso nosotros
cuidamos nuestro territorio porque en él nacimos”. Esa es su esencia y su
necesidad, estar en su tierra. Ahora volvió a dar clases como cualquiera, en el
2012 gobierna Nelson Ziagama y afronta un nuevo mandato.
1d. Los
misak son una familia, Jeremías un hijo
Jeremías es padre de una hija, Maia
Sofía Tunubala, su compañera la Mama Liliana desde el 1° de enero del 2011
también asumió como gobernadora. Su casa queda en la vereda Puente Real. Allí
cerca al río Piendamó, recuerda, que cuando niño, sus padres, le hacían el
ritual del refresco. Lo sumergían en el río todas las mañanas a las 5:00 am,
tres veces para que nunca se le olvidara de donde venía, además de motivarle la
vida y conectarlo con la naturaleza. En su casa se enterró su cordón umbilical,
muestra de saber que son y pertenecen a la tierra.
Los Misak consideran la familia como
prioridad, la familia es la que gobierna. Jeremías, a sus 35 años, es uno de
los gobernadores más jóvenes de su pueblo. Pertenece a una familia numerosa, 9
hermanos, 5 mujeres y 4 hombres, él es el de la mitad, quienes se convocan
todos los días en la cocina donde ubican el fogón para conversar los temas de
familia y tomar las decisiones de manera mancomunada. Se quita los zapatos y
bebe una aguadepanela.
Alrededor del fogón se relaciona y
fortalece la comunidad guambiana, desde el fogón se traspasan los valores. Al
ser una comunidad edificada por la palabra, su cultura nace en las
conversaciones en la cocina. El fogón se ubica en la mitad de la casa como
lugar de encuentro. Cada uno tiene un puesto, un rol a desempeñar. El hermano
menor dice que la gobernabilidad nace en el fogón. Ahí se discuten los
problemas, comparten sus alegrías, enfrentan las situaciones adversas.
Lorenzo Muelas uno de sus máximos
líderes dice que son como “una espiral, podemos enrollar y desenrollar, salir y
salir, pero siempre volveremos a nuestra tierra”. El maíz es la base de su
alimentación, tienen estanques con trucha, una serie de legumbres y tubérculos
en sus fincas. “Si no labramos la tierra, no tenemos derecho al plato de comida
diario”, comenta Lorenzo.
Jeremías se graduó de Comunicador
social en la universidad del Valle, estaba haciendo una especialización en
Conflicto y Derecho Internacional, que cesó por ser el gobernador, la
responsabilidad es de 24 horas al día, los 7 días de la semana. Al haber
acabado el mandato vendrán nuevos hijos y la continuación de varios proyectos
personales.
Jeremías ha viajado por el mundo, las
amenazas no lo intimidan. Resolver conflictos de justicia, que incluye el dar
fuetazos, o dirimir problemas conyugales, ser el representante ante el estado,
luchar por la unidad de los guambianos, realizar proyectos, y ejercer el
mandato de su comunidad han sido sus prioridades. Ha vivido de la tierrita, y
de ayudas familiares mientras en el 2012 retoma su vida normal. Deja de beber
la aguadepanela y nos dice que debemos irnos, sin embargo, cuenta que los Misak
no solo: “Resistimos re-existimos, es algo más profundo”. Jeremías mandó
obedeciendo, su familia rezó para poder hacer un buen mandato. Ya acabó, lo
importante fue estar con su comunidad departiendo.
2d. Resguardo Cartama: El oro les
genera trabajo pero los puede exterminar
Jhon Mario Restrepo a sus 26 años
cuenta con 12 de líder. Fue personero en el colegio, y tres periodos de
gobernación indígena. Un sábado, trabaja en el molino, en las labores mineras.
Es soltero, no tiene compañera “por no tener tiempo”. Su dedicación a la
comunidad lo mantiene entretenido. Es amante de las plantas, como también de
las esencias, se las unta todos los días, comenta que Don Juan del dinero,
combinada con un trago de aguardiente en la mañana sirve “para atraer buenas
energías y pensamientos”. Su angustia es la de creer que en algún momento los
van a sacar de su territorio, las tierras donde viven son improductivas y no
cuentan con una extensión acorde donde vivir con dignidad, por lo menos se
refugian de las inclemencias del clima.
Es auxiliar contable y técnico en
informática. Cuenta con 7 hermanos y gracias a la minería su papá les dio
estudio a todos. Sueña con ser el alcalde de Marmato. Le aterra la forma como
se aprovechan de su gente, le da mucha rabia participar de las reuniones donde
se negocian sus derechos, por eso todas las noches “me tomo un vaso con agua,
es como purificarme de los malos pensamientos, porque uno dentro de una reunión
se pelea con esta gente y a uno le entran malos pensamientos, porque lo
reconozco, pero siempre hago esto para que dios me purifique y al otro día me
levante con la misma energía y alegría para seguir luchando por mis indígenas”.
Recorrer el resguardo es como ser exiliados
en su propia tierra. Hace un mes encontraron en Monterredondo Alto un
cementerio indígena. En ese mismo lugar, colocan una torre de Comcel, sin
mediar diálogo, fue impuesta. Mario se queda jugando con una veintena de niños
indígenas que nos siguen en el camino por el filo. “Todos los domingos, me
levanto y vengo a jugar lleva con los niños, o al escondite”.
Una mujer que nos recibe en su casa, al
preguntarle sí es indígena, baja la cabeza, la medio y sube y dice con voz
entrecortada: “Sí, pero me da mucha pena”. La forma de vida de los indígenas es
refugiarse en las tardes a ver televisión “viendo esas novelas malucas de
Caracol” cuenta Martha Liliana Bueno, de 27 años. La base de su alimentación es
muy precaria, “arroz, con papa, cebolla y tomate”, no hay para más. Mientras se
acomoda en su casa de bahareque donde viven 12 personas en un espacio de 2.5
por 7 metros cuadrados.
Mario debe irse a una reunión con la
comunidad. Pero antes me dice, cuando le interrogo por el ser indígena: “Es
tener no solo sentido de pertenencia sino la visión, además amar la tierra y todo lo que nos rodea y saber
defender la autonomía y eso lo hace a uno ser indígena”. Se despide, pero
antes, informa que tengamos cuidado porque en las noches patrullan por el filo
gente con camuflado y armadas, no se sabe quiénes son.
( Una Versión editada de este texto fue publicada en
http://www.elespectador.com/impreso/nacional/articulo-336513-los-guardianes-de-tierra )