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2009/10/18

El fascismo cotidiano

por Jorge Orlando Melo
en http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jorgeorlandomelo/el-fascismo-cotidiano_6350487-1
La respuesta a la confesión de los paramilitares de que habían hecho hornos crematorios para eliminar los restos de sus enemigos muestra la insensibilidad a que hemos llegado. EL TIEMPO publicó la noticia en una página interior, pequeñita, mientras en primera página un titular a tres columnas descubría que la leche materna prevenía las enfermedades de los niños.
Pocos se escandalizaron, pues llevábamos ya un año oyendo cómo había soldados que estaban comprando a jóvenes pobres, a los que mataban a sangre fría y presentaban como guerrilleros. Una historia que, por su frialdad, superaba los peores hechos de los paramilitares o la guerrilla. En Tacueyó o Darién fusilaron o descuartizaron personas a las que odiaban o temían, a enemigos. En los falsos positivos, como en caso de los indigentes vendidos a una escuela de medicina de Barranquilla hace años, las víctimas eran simples paseantes, que se podían matar por centavos porque uno no tenía nada que ver con ellos.
Esta crueldad sin límites que han mostrado algunos grupos colombianos -y que no encuentra fácil comparación- es inexplicable; no es posible encontrarle razones. Pero ¿por qué reaccionamos con tal frialdad, con tal indiferencia?
Una razón, pienso, es que el país ha tenido una cultura de justificación de la violencia y de la venganza, sobre todo por causas políticas y sociales. Sectores de la izquierda promovieron, desde los cincuenta, la idea de que era lícito, para resolver las injusticias sociales, secuestrar o matar empresarios, soldados o ganaderos. A ellos respondió la derecha con un argumento simétrico: para defenderse de la guerrilla había que usar sus propios métodos. La "gente bien" podía seguir siendo decente, aunque la defendieran asesinos y terroristas. El ejército seguía con honor, aunque algunos miembros "díscolos", como decía Alberto Lleras, torturaran o colaboraran con los paramilitares. Había que acabar con la guerrilla y todo era lícito. Por supuesto, salían detalles inquietantes: ¿qué hacer con quien asesinaba a sangre fría a un guerrillero y para merecer un premio le cortaba la mano? La justificación de la violencia mantiene la tranquilidad moral del que no hunde el gatillo pero lo apoya: quienes pagaron a las Convivir, sospechando lo que estas hacían, ejercían su derecho legítimo a la defensa.
Otra razón, pienso, es que existe un fascismo cuotidiano, menor, de baja intensidad. La semana pasada, en las aceras del Centro Andino de Bogotá, vi cómo un vigilante hacía que su perro le sacara los colmillos a un adolescente que vendía algo en la acera: controlaba y azuzaba al animal en un juego medido, que prohibía la violencia física pero autorizaba la psicológica. No sería difícil enumerar estos gestos suavemente inhumanos, dulcemente sádicos, que educan a nuestros niños y adolescentes, en escuelas, hogares o calles. Una educación que nos acostumbra a no ver la maldad en los que nos defienden y a tolerar la crueldad y la injusticia, si es en beneficio propio.
Tan grave, o más, que el posible daño al joven, me parece la degradación moral a la que se somete al vigilante, obligado a ser un verdugo de segunda clase. Pero, sin duda, quienes lo contratan son gente decente, que piensan solo en cómo proteger a ciudadanos inocentes del acoso de los vendedores.
Coda. Creo desproporcionada la respuesta de este diario a las críticas de Claudia López. Ella tiene razón: es difícil saber si el artículo sobre Arias y Santos es de opinión o informativo. Y convertir "la descalificación de nuestro trabajo periodístico" en renuncia me parece un sofisma y un gesto que contradice el ambiente de libertad que se ha respirado normalmente en el periódico: yo también encuentro a veces decisiones editoriales de El TIEMPO injustificables y merecedoras de baja calificación, aunque mis hipótesis de por qué pasa esto son distintas a las de ella.www.jorgeorlandomelo.com

Colombia: Daily Fascism
traducción con http://translate.google.com.co

The response to the confession of the paramilitary groups that had crematoria to remove the remains of their enemies shows the insensitivity we have come. El Tiempo published the news on an inside page, tiny, while a headline on its front page with three columns discovered that breast milk prevented the disease in children. Few were shocked because we had already had one years hearing how soldiers who were buying poor youth, who killed in cold blood and presented as guerrillas. A story which, by their coldness, exceeded the worst acts of paramilitaries or guerrillas. In Darien Tacueyó shot or dismembered or people who hated or feared enemies. In the false positives, as if sold to an indigent medical school in Barranquilla years ago, victims were simply passers-by, that could kill for pennies because you had nothing to do with them. This boundless cruelty shown by some groups in Colombia-which is not easy comparison-is inexplicable, it is not possible to find reasons. But why do we react with such coldness, with such indifference? One reason, I think, is that the country has had a culture of justification of violence and revenge, especially political and social causes. Sectors of the promoted left from the fifties, the idea that it was permissible to solve social injustices, kidnap or kill businessmen, soldiers and farmers. They responded with an argument right symmetrical to fend off the guerrillas had to use their own methods. The "good people" could still be decent if the defend murderers and terrorists. The army was in honor, although some members "rogue," as Alberto Lleras, tortured or collaborate with the paramilitaries. We had to destroy the guerrillas and everything was permissible. Of course, troubling details emerged: what to do with who murdered in cold blood a guerrilla and to deserve a prize you cut your hand? The justification of violence remains calm sinking morale that the trigger but it supports: who paid for the Living, suspecting what you're doing, exercising their legitimate right to defense. Another reason, I think, is there everyday of fascism, minor, of low intensity. Last week, on the sidewalks of the Andean Center of Bogota, I saw a guard dog made her take out the fangs of a teenager who was selling something on the sidewalk: controlled and egged the animal in a measured game, prohibiting physical violence but allowed the psychological. It would be difficult to enumerate these inhuman gestures gently, sweetly sadistic, that educate our children and adolescents in schools, homes or streets. An education that we usually see no evil in those who defend us and to tolerate the cruelty and injustice, whether for personal gain. So serious, or more, the potential damage to young, I think the moral degradation to which it submits to the custodian, forced to be an executioner of second class. But without doubt, those are decent people hire him, they think only how to protect innocent citizens from attacks by foreign sellers.

Coda. I believe this disproportionate response to criticism from newspaper Claudia Lopez. She's right: it is difficult to know whether the article on Arias and Santos is of opinion or information. And convert "the downgrading of our journalism" in resignation seems a fallacy and a gesture that contradicts the atmosphere of freedom that has been breathed normally in the paper: I also found sometimes editorial decisions TIME unjustifiable and worthy of unskilled but my hypothesis for why this happens are different from hers.

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