El congresista le cuenta a María Isabel Rueda las conclusiones de su reunión con las Farc.
¿Qué fue a hacer a La Habana?
Fui invitado por el presidente del Congreso, el senador Roy Barreras, como miembro de una comisión parlamentaria que tenía una misión exploratoria.
¿A hablar de problemas jurídicos, políticos o económicos?
Casi todos mis compañeros iban a hablar del segundo punto del acuerdo, que es el jurídico y las posibilidades de participación política. A mí me llevaron más a estudiar si lo que se está negociando, visto por alguien de las comisiones económicas del Congreso, es viable y si tiene pies y cabeza.
¿Qué ambiente palpó en La Habana?
Mi referente es el Caguán, adonde acompañé y fui el intérprete del Presidente de la Bolsa de Nueva York.
Por fin puedo preguntarle a alguien qué fue a hacer al Caguán el Presidente de la Bolsa de Nueva York...
A estas alturas pienso que a perder el tiempo. Nos entablamos en un diálogo de sordos con ‘Raúl Reyes’. Al punto de que Camilo Gómez me preguntó si quería ser uno de los comisionados de paz, y yo le dije que no, porque no creía en ese proceso.
¿Y en este sí cree?
La actitud que vi en La Habana es muy diferente. Otra generación, otro tipo de diálogo, hay inquietudes, hay respuestas. Al menos uno sí pensaría que hay una gente con un interés de firmar la paz. Saben que les conviene.
¿En el Caguán no había interés y ahora sí hay?
Sí y eso puede tener muchas explicaciones. No sé si porque se sienten más débiles. Pero la actitud de diálogo, de hablar sobre temas concretos, sí es evidente acá y en el Caguán no lo era.
Mencióneme algo concreto de lo que hablaron…
Hablamos de la red terciaria en el sector agrícola. Hablamos de la comercialización agropecuaria. De la tenencia de la tierra. De su extranjerización. Temas muy específicos sobre los que se puede decir sí, no, tal vez. No eran temas en abstracto. Antes no sabíamos ni cuál era el temario.
¿Cree que hay interlocución real con las Farc sobre el tema económico?
El Gobierno ha planteado un tema, que es el desarrollo rural integral. Ante eso, ellos tienen sus planteamientos. Muchos de los cuales ya están incluidos en el plan de desarrollo.
¿Lo que escuchó proponer a las Farc no es exótico en el marco del plan de desarrollo normal que tiene Colombia?
Lo que oí no es exótico. Seguramente detrás están hablando también de una visión de propiedad colectiva que alguien como yo, que cree en la economía social de mercado, puede estar en desacuerdo en muchos puntos. Pero en la cosa del desarrollo rural campesino, de mercadeo, de problemas de precios, de volatilidad, de revaluación, de acceso, hay cosas que están dentro del plan de desarrollo y que no son exóticas sino necesidades que el Gobierno de todas maneras tiene que atender, con o sin proceso de paz.
¿Un economista que milita en el Partido Conservador, como usted, cómo logra entenderse con las Farc?
Se están planteando problemas muy específicos de una población rural que vive en unas condiciones a veces semifeudales. Muchas de las necesidades en ciertos sectores son básicas. Pero además, se trata de recomponer el tejido social, y el Partido Conservador no puede ser ajeno a este debate, como protagonista de muchos procesos históricos de este país. Tampoco se trata de que el objetivo de uno como conservador o el de la guerrilla en abstracto, de mejorar lo social, sea tan diferente. Ambos estamos buscando unos objetivos, por rutas diferentes. Unos vienen del norte, otros del sur, pero la tierra es redonda.
Uno de los problemas más graves del país es la revaluación. ¿Ellos sí entienden qué es revaluación?
Si no lo entienden ni los economistas... Lo que sí entienden ellos es el efecto de la revaluación sobre los pequeños productores. Pensaría que al menos este no es un diálogo de sordos, como era el anterior.
Usted no se escandalizó con nada de lo que escuchó proponer por allá…
Nada que a uno le parezca descabellado. No sé si esa sea la agenda total, ni en qué van a terminar las negociaciones.
Lo llevaron a La Habana a medirle el termómetro económico a la negociación. ¿El proceso de paz con las Farc es financiable?
Todo depende de lo que se acuerde, pero sí creo que se puede lograr un acuerdo financiable. Dadas las condiciones internacionales, dado que nos estamos endeudando al cuatro por ciento anual, que es de lo más bajo en la historia, creo que sí hay el espacio fiscal para financiar un proceso de paz razonable.
Financiable pero no regalado. Habrá que echarse la mano al bolsillo. ¿La plata saldrá de más impuestos, de más emisión, de más endeudamiento?
Una combinación de todo. En este momento hasta sería saludable expandir el gasto fiscal, sobre todo cuando hay nubes de recesión. Gastar más, expandir keynesianamente. Eso creo. Por la vía de los impuestos, eventualmente habrá que examinar eso muy cuidadosamente, pero un acuerdo de paz beneficiaría tremendamente a unos sectores: el minero-energético, por ejemplo.
Se refiere a que las Farc dejarían en paz al sector minero-energético, donde se perdería menos dinero porque se acabarían los atentados…
Si no más tuviéramos un acuerdo que implique no destruir la infraestructura del sector, eso generaría recursos para financiar un proceso de desarrollo.
Un gana-gana…
En este sentido, sí.
¿Cómo se financia un proceso de paz?
Cuando fui director de crédito público del Ministro de Hacienda, que era Juan Manuel Santos, y estábamos con todo el problema de la deuda y el rescate financiero, hice un ejercicio para un debate de Fedesarrollo: cómo podría hacerse una compra o sovereign buy out (compra apalancada) de un proceso de paz. Trabajé con alguien de Goldman Sachs que hoy es jefe del equipo para América Latina. ¿Había espacio para emitir, en ese entonces, diez mil millones de dólares de deuda, para comprar el proceso?
Le sonó rarísimo. Pero tres años después me llamó a decirme que lo que yo proponía fue lo que hizo Alemania Occidental con Alemania Oriental, cuando se cayó el muro. Se emitió una cantidad de deuda, se sobrepasaron todos los límites de Maastricht, y financiaron la unificación. ¿Cómo lo hicieron? Comprando a Alemania Oriental.
¿Aquí haríamos algo parecido?
Sí, si hay la voluntad de llegar a un acuerdo que tenga carne. Algo que sí expresaron las Farc fue: ¿Y nosotros, qué le vamos a decir a nuestra gente? ¿Vamos a firmar un proceso de paz por una cantidad de buenas intenciones, y después, qué? Hay que comenzar rápidamente a pensar en la financiación de un proceso de esos, para que no se quede en letra muerta.
Por primera vez veo que no estamos hablando carreta. Si ya le estamos poniendo números a lo que valdrá la reincorporación de las Farc a la legalidad…
Si se hace bien, puede beneficiar a muchos otros sectores. El sector minero-energético que es tan criticado y paga unas regalías tan bajas, como lo ha dicho la Ocde, se podría ver altamente beneficiado si hay un proceso que les facilite sus inversiones, aunque les toque pagar más regalías o impuestos. Si usted estructura bien el proceso, es absolutamente financiable.
En resumen: ¿llegó menos pesimista que la mayoría de los colombianos?
Me fui muy escéptico. Aunque lo más abierto posible para poder calibrar. Hoy sí aceptaría lo que le rechacé a Camilo Gómez en el Caguán. ¿Le estoy contestando su pregunta?
Claramente… ¿Ese optimismo ya se lo transmitió al Presidente?
Voy a hablar más largo con él. Hay una parte procedimental que es complicada, pero a los de las Farc se les nota una preocupación por la sustancia. Quieren saber si las propuestas de desarrollo rural sí se van a ejecutar, y cómo y con qué se las vamos a garantizar. Es un problema de política económica y de los ideales cumplidos que tendrán que buscar la manera de explicarle a su gente. O por qué se va a hacer reforma agraria, o por qué se va a hacer una cosa en el Vichada, o por qué se está haciendo un gran desarrollo, o por qué se están protegiendo unos cultivos… Si no, los tiempos de ellos les permitirán quedarse en el monte ilimitadamente.
Al presidente Santos usted le dirá…
Le diré que obviamente hay que pensar en la segunda etapa, la participación política, pero también en algo sustantivo para el plan de desarrollo agrario. Ir poniéndole números.
¿Números a cuánto costará lo qué vamos a poner a hacer a las Farc cuando se desmovilicen?
En parte qué van a hacer ellos, eso es un tema, pero también en lo que ellos han ensayado a representar. No es solo comprar a cada persona individualmente, sino qué avances concretos de sus propuestas pueden mostrar.
¿Le queda claro que el Presidente sabe para dónde va?
Sí. Obviamente la presión militar y lo que se hizo en el anterior Gobierno, y lo que se ha hecho militarmente en este, es fundamental. No sé por qué ellos están negociando. Pero están negociando. Hay una confluencia de factores. La presión militar y una coyuntura internacional están dando la posibilidad de que haya una ventana de oportunidad. Esa ventana existe y el Presidente la vio.
¿Alguna anécdota?
Me puse a hablar de la revaluación, y del café, y de la enfermedad holandesa. Me tocó aclarar que no estaba hablando de Tanja. Me puse colorado.
(¡Ja ja ja!) Vaya uno a saber si la Tanja esa no es una enfermedad holandesa de otro tipo…
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO