2015/04/02

#Internet #Red #RedesSociales #Ciudadania #Democracia



Me parece que estamos de acuerdo en que nos movemos hacia un nuevo modelo de Estado y sociedad.Pero no tenemos la menor idea de qué es eso o qué debería ser. Parece que necesitamos tener una conversación acerca de lo que es la democracia en nuestros días y nuestra época. Pensemos en ello de la siguiente forma: Somos ciudadanos del siglo 21 haciendo lo mejor que podemos para interactuar con instituciones diseñadas en el siglo 19 basadas en tecnologías de la información del siglo 15. Démosle un vistazo a algunas características del sistema. Para empezar, está diseñado para una tecnología de la información de hace más de 500 años. Y el mejor sistema que se podría diseñar para algo así es uno en el que sólo unos pocos toman decisiones diarias en nombre de la mayoría y la mayoría puede votar una vez cada dos años. En segundo lugar, los costos de la participación en este sistema son tremendamente altos. O bien se tiene mucha plata e influencias, o se le dedica la vida completa a la política. Uno tiene que convertirse en miembro de un partido y lentamente empezar a labrarse el camino para llegar, tal vez, algún día, a ocupar un puesto en una mesa en la que se tomen decisiones. Finalmente, aunque no menos importante, el lenguaje del sistema es increiblemente críptico. Está hecho por abogados, para abogados y nadie más lo puede entender. Es un sistema en el que podemos elegir nuestras autoridades,pero se nos deja totalmente excluídos del proceso que estas autoridades usan para tomar sus decisiones. Y entonces, en una época en que las tecnologías de la información nos permiten participar en cualquier conversación global, en que las barreras de la información han sido completamente superadas y podemos, más que nunca antes, expresar nuestros deseos y preocupaciones, nuestro sistema político es el mismo de los últimos 200 años y todavía espera que nos conformemos con ser simplemente receptores pasivos de un monólogo. Y entonces, no es ninguna sorpresa que este tipo de sistema sólo pueda producir dos tipos de resultado: silencio o ruido. Silencio en el sentido de tener ciudadanos que no se involucran, que simplemente no quieren participar. Hay este lugar común que a mí, en verdad, me disgusta, que es la creencia de que nosotros, los ciudadanos, somos apáticos por naturaleza, que le huimos al compromiso. Pero, ¿realmente puede culpársenos por no avalanzarnos hacia la oportunidad de ir al centro de la ciudad, a mitad de la jornada laboral para asistir, físicamente, a una audiencia pública que no tendrá ningún impacto sobre nuestras vidas? El conflicto es inevitableentre un sistema que ya no nos representa ni tiene ninguna capacidad de diálogo, y ciudadanos que se acostumbran cada vez más a representarse a sí mismos. Y luego está el ruido: Chile, Argentina, Brasil, México, Italia, Francia, España, Estados Unidos, son todas democracias. Los ciudadanos tienen acceso a las urnas. Pero ellos todavía sienten la necesidad de tomar las calles para ser escuchados. Parece que el eslogan del siglo 18 que dio pie a la formación de nuestras democracias modernas, "No hay impuestos sin representación", puede ahora actualizarse a "No hay representación sin conversación".Queremos nuestro lugar en la mesa. Y con toda razón. Pero para ser parte de esta conversación, necesitamos saber qué hacer a continuación porque la acción política es ser capaz de pasar de la agitación a la construcción. Mi generación ha sido increíblemente buena usando las nuevas redes y tecnologías para organizar protestas, protestas que fueron capaces de imponer agendas, revertir legislación extremadamente perjudicial y hasta derrocar gobiernos autoritarios. Y tenemos que estar inmensamente orgullosos de ello. Pero también tenemos que admitir que no hemos sido muy buenos en usar esas mismas redes y tecnologías para articular con éxito una alternativa a lo que estamos viendo y para llegar a los consensos y construir las alianzas que se necesitan para lograrlo. Y el riesgo que enfrentamos es que podemos crear enormes vacíos de poder que rápidamente serán llenados por gobiernos de facto como los militares o grupos ya organizados y altamente motivados que por lo general se encuentran en los extremos. Pero nuestra democracia no es sólo un asunto de votar una vez cada dos años. Y tampoco es la capacidad para reunir a millones en las calles. La pregunta que quisiera plantear aquí y que, en realidad, creo que es la más importante que debemos responder, es: ¿Si Internet es la nueva imprenta, qué es entonces la democracia para la era de Internet? ¿Qué instituciones necesitamos construir para la sociedad del siglo 21? No tengo la respuesta, por si acaso. No creo que nadie la tenga. Pero, en verdad, creo que no podemos seguir ignorando más está pregunta. Y entonces, me gustaría compartir con Uds. nuestra experiencia y lo que hemos aprendido hasta ahora, aportar nuestro granito de arena a esta conversación. Hace dos años, con un grupo de amigos de Argentina, nos empezamos a preguntar, "¿cómo hacer que nuestros representantes, nuestros representantes electos, efectivamente nos representen?" Marshall McLuhan alguna vez dijo que la política es resolver los problemas de hoy con las herramientas de ayer. La pregunta que nos motivó fue: ¿podemos resolver algunos de los problemas actuales con herramientas que usamos en nuestras vidas todos los días?Nuestro primer paso fue diseñar y desarrollar un programa llamado DemocracyOS. DemocracyOS es una plataforma web de código abierto diseñada para servir de puente entre ciudadanos y representantes electos y hacer más fácil que participemos desde nuestras vidas cotidianas. En primer lugar, allí usted puede informarse, porque cada nuevo proyecto que se introduce en el Congreso es traducido y explicado inmediatamente en lenguaje sencillo en esta plataforma. Pero, todos sabemos que el cambio social no va a ser el resultado solo de tener más información, sino de hacer algo con ella. El acceso a una mejor información debería conducir a una conversación acerca de lo que haremos luego, y DemocracyOS nos permite hacer eso. Porque sabemos que la democracia no es sólo asunto de apilar preferencias una encima de otra sino que un debate público, robusto y sano debería ser nuevamente uno de sus valores fundamentales. Entonces, DemocracyOS es acerca de persuadir y ser persuadido. Tiene que ver tanto con alcanzar consensos como con encontrar una forma apropiada para canalizar nuestro desacuerdo. Y finalmente, usted puede votar cómo le gustaría que votara su representante electo. Y si no se siente cómodo votando por un asunto determinado, siempre podrá delegar su voto en alguien más, dando lugar a un liderazgo social dinámico y emergente. Y se volvió muy fácil para nosotros comparar estos resultados con la forma en la que nuestros representantes estaban votando en el congreso. Pero, también se volvió muy evidente que la tecnología no iba a ser suficiente. Lo que necesitabamos era encontrar a los actores capaces de tomar este conocimiento distribuido en la sociedad y de usarlo para tomar decisiones mejores y más justas. Así que fuimos con los partidos políticos tradicionales y les ofrecimos DemocracyOS. Dijimos, "Miren, esta es una plataforma que Uds. pueden usar para construir una conversación de doble vía con sus electores". ¡Y sí, fracasamos!¡Fracasamos en grande! Nos mandaron a jugar afuera, como si fuéramos niños. Entre otras cosas, nos llamaron ingenuos. Y tengo que ser honesta: en retrospectiva, creo que lo fuimos. Porque los desafíos que enfrentamos no son tecnológicos, sino culturales. Los partidos políticos nunca han querido cambiarla forma en que toman las decisiones. Y entonces se hizo algo obvio que si queríamos ir a algún lado con esta idea, necesitábamos hacerlo nosotros mismos. Y entonces realizamos un salto de fe, y en agosto del año pasado fundamos nuestro propio partido político. El partido de la Red en la ciudad de Buenos Aires. Y en un salto de fe todavía mayor, nos postulamos a elecciones en octubre del año pasado con la siguiente idea: Si ganamos una silla en el Congreso, nuestro candidato, nuestro representante, iba siempre a votar de acuerdo con lo que los ciudadanos decidieran en DemocracyOS. Todo proyecto que se introdujera en el Congreso, lo íbamos a votar de acuerdo con lo que los ciudadanos decidieran en la plataforma en línea. Era nuestra forma de hackear el sistema político. Entendimos que si queríamos volvernos parte de la conversación, tener un puesto en la mesa, debíamos volvernos actores válidos, y la única forma de hacer eso era jugando con las reglas del sistema. Estábamos hackeando en el sentido de que estabamos cambiando radicalmente la forma en que un partido político toma sus decisiones. Por primera vez, estábamos tomando las decisiones junto con aquellos a quienes afectábamos directamente con esas decisiones. Era una jugada arriesgada para un partido con dos meses de fundado en la ciudad de Buenos Aires. Pero captó la atención. Obtuvimos 22.000 votos, 1.2 por ciento de los votos, y fuimos la segunda opción a nivel local. Y aunque eso no haya sido suficiente para ganar un puesto en el Congreso, lo fue para convertirnos en parte de la conversación, al punto de que el próximo mes el Congreso, como institución, estará lanzando por primera vez en la historia de Argentina, un DemocracyOS para discutir con los ciudadanos tres proyectos de ley: dos relacionados con el transporte urbano y uno más con el espacio público. Nuestros representantes electos, no están gritando, claro está,"Sí, vamos a votar de acuerdo con lo que los ciudadanos decidan", pero están dispuestos a intentarlo.Ellos están deseosos de abrir un espacio nuevo al compromiso ciudadano y con suerte, ellos van a querer escucharlos también. Nuestro sistema político se puede transformar, y no con subversión o destrucción, sino rediseñándolo con herramientas que Intenet nos ofrece hoy por hoy. Pero el desafió real es encontrar, diseñar, crear, empoderar los conectores que pueden innovar, transformar ruido y silencio en señal, y finalmente traer nuestras democracias al siglo 21. No digo que sea fácil. Pero, por experiencia, sé que tenemos una verdadera oportunidad de hacer que funcione. Y en mi corazón, sé que definitivamente, vale la pena intentarlo. Gracias.

por @piamancini

La Iglesia por naturaleza es misionera: Papa Francisco

Parroquias y comunidades

-resaltados y subrayados del blogger-
“…«¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).

Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones. En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia.
La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: “Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas” (Carta 254,14 julio 1897).”…
“toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad. 
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia” …
Claro, sencillo y contundente aparte del mensaje del fascinante Papa Francisco a los hombres y mujeres de la iglesia (católica)… en https://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-mensaje-del-papa-francisco-para-la-cuaresma-2015-44676/

Columna publicada en http://www.latarde.com/opinion/columnistas/orlando-parra/148803-parroquias-y-comunidades  

2015/04/01

Quien soy... quién soy espiritualmente... quién soy religiosamente ...


#Futboll #Balonpie #Tribus #Antropologia

En los hombres tsimano, una etnia del Amazonas boliviano que no habían tenido contacto previo con el fútbol, la testosterona se incrementó un 30% mientras jugaban, y se mantuvo un 15% más elevada durante un tiempo después de finalizar el partido.

Y cuenta Eduardo Galeano, escritor:
"En el fútbol, como en casi todo lo demás, los primeros fueron los chinos. Hace cinco mil años, los malabaristas chinos bailaban la pelota con los pies. La valla estaba al centro y los jugadores evitaban, sin usar las manos, que la pelota tocara el suelo. De dinastía en dinastía continuó la costumbre, como se ve en algunos relieves de monumentos anteriores a Cristo y también en algunos grabados posteriores, que muestran a los chinos de la dinastía Ming jugando con una pelota que parece de Adidas.

Se sabe que en tiempos antiguos los egipcios y los japoneses se divertían pateando la pelota. En el mármol de una tumba griega de cinco siglos antes de Cristo, aparece un hombre peloteando con la rodilla. Dicen que el emperador Julio Cesar era bastante bueno con las dos piernas, y que Nerón no embocaba una: en todo caso, no hay duda de que los romanos jugaban algo bastante parecido al fútbol mientras Jesús y sus apóstoles morían crucificados.

En los pies de los legionarios romanos, llegó la novedad a las islas británicas. Siglos después, en 1314, el rey Eduardo II estampó su sello en una cédula que condenaba este juego plebeyo y alborotador, "estas escaramuzas alrededor de pelotas de gran tamaño, de las que resultan muchos males que Dios no permita".

El fútbol, que ya se llamaba así, dejaba un tendal de víctimas. Se disputaba en montoneras, y no había límite de jugadores, ni de tiempo, ni de nada. Un pueblo entero pateaba la pelota contra otro pueblo, empujándola a patadas y a puñetazos hacia la meta, que por entonces era una lejana rueda de molino. Los partidos se extendían a lo largo de varias leguas durante varios días, a costa de varías vidas. Los reyes prohibían estos lances sangrientos: en 1.349, Eduardo III incluyó al fútbol entre los juegos "estúpidos y de ninguna utilidad», y hay edictos contra el fútbol firmados por Enrique IV en 1410 y Enrique VI en 1547. Cuanto más lo prohibían, más se jugaba.

En Florencia, el fútbol se llamaba calcio, como se llama todavía en toda Italia. Leonardo da Vinci era hincha fervoroso y Maquiavelo jugador practicante. Participaban equipos de 27 hombres, distribuidos en tres líneas, que podían usar manos y pies para golpear la pelota y para despanzurrar adversarios. Una multitud acudía a los partidos que se celebraban en las plazas más amplias y sobre las aguas congeladas del Arno. Lejos de Florencia, en los jardines del Vaticano, los papas Clemente VII, León IX y Urbano VIII solían arremangarse las vestiduras para jugar al calcio.

En México y América Central, la pelota de caucho era el sol de una ceremonia sagrada desde unos mil quinientos años antes de Cristo; pero no se sabe desde cuándo se juega el fútbol en muchos lugares de América. Según los indios de la selva amazónica de Bolivia, tiene orígenes remotos la tradición que los lleva a correr tras una bola de goma maciza, para meterla entre dos palos sin hacer uso de las manos. En el siglo XVIII, un sacerdote español describió así, desde las misiones jesuitas del Alto Paraná, una antigua costumbre de los guaraníes: «No lanzan la pelota con la mano, como nosotros, sino con la parte superior del pie descalzo». Entre los indios de México y América Central la pelota se golpeaba generalmente con la cadera o con el antebrazo, aunque las pinturas de Teotihuacán y de Chichén-Itzá revelan que en ciertos juegos se pateaba la pelota con el pie y con la rodilla. Un mural de hace más de mil años muestra a un abuelo de Hugo Sánchez jugando de zurda en Tepantitla.

Cuando el juego concluía, la pelota culminaba su viaje: el sol llegaba al amanecer después de atravesar la región de la muerte. Entonces, para que el sol saliera, corría la sangre. Según algunos entendidos, los aztecas tenían la costumbre de sacrificar a los vencedores.
Antes de cortarles la cabeza, les pintaban el cuerpo en franjas rojas. Los elegidos de los dioses daban su sangre en ofrenda, para que la tierra fuera fértil y generoso el cielo."