2013/03/18

se lo oí al M19 y al EPL: "¿Y nosotros, qué le vamos a decir a nuestra gente? "


'La paz tiene un precio que podemos pagar': senador Juan Mario Laserna

Juan Mario Laserna
El senador Juan Mario Laserna fue invitado a La Habana para medirle el termómetro económico a los diálogos. Es parte de las comisiones económicas del Congreso y economista de la U. de Yale.

El congresista le cuenta a María Isabel Rueda las conclusiones de su reunión con las Farc.

¿Qué fue a hacer a La Habana?
Fui invitado por el presidente del Congreso, el senador Roy Barreras, como miembro de una comisión parlamentaria que tenía una misión exploratoria.
¿A hablar de problemas jurídicos, políticos o económicos?
Casi todos mis compañeros iban a hablar del segundo punto del acuerdo, que es el jurídico y las posibilidades de participación política. A mí me llevaron más a estudiar si lo que se está negociando, visto por alguien de las comisiones económicas del Congreso, es viable y si tiene pies y cabeza.
¿Qué ambiente palpó en La Habana?
Mi referente es el Caguán, adonde acompañé y fui el intérprete del Presidente de la Bolsa de Nueva York.
Por fin puedo preguntarle a alguien qué fue a hacer al Caguán el Presidente de la Bolsa de Nueva York...
A estas alturas pienso que a perder el tiempo. Nos entablamos en un diálogo de sordos con ‘Raúl Reyes’. Al punto de que Camilo Gómez me preguntó si quería ser uno de los comisionados de paz, y yo le dije que no, porque no creía en ese proceso.
¿Y en este sí cree?
La actitud que vi en La Habana es muy diferente. Otra generación, otro tipo de diálogo, hay inquietudes, hay respuestas. Al menos uno sí pensaría que hay una gente con un interés de firmar la paz. Saben que les conviene.
¿En el Caguán no había interés y ahora sí hay?
Sí y eso puede tener muchas explicaciones. No sé si porque se sienten más débiles. Pero la actitud de diálogo, de hablar sobre temas concretos, sí es evidente acá y en el Caguán no lo era.
Mencióneme algo concreto de lo que hablaron…
Hablamos de la red terciaria en el sector agrícola. Hablamos de la comercialización agropecuaria. De la tenencia de la tierra. De su extranjerización. Temas muy específicos sobre los que se puede decir sí, no, tal vez. No eran temas en abstracto. Antes no sabíamos ni cuál era el temario.
¿Cree que hay interlocución real con las Farc sobre el tema económico?
El Gobierno ha planteado un tema, que es el desarrollo rural integral. Ante eso, ellos tienen sus planteamientos. Muchos de los cuales ya están incluidos en el plan de desarrollo.
¿Lo que escuchó proponer a las Farc no es exótico en el marco del plan de desarrollo normal que tiene Colombia?
Lo que oí no es exótico. Seguramente detrás están hablando también de una visión de propiedad colectiva que alguien como yo, que cree en la economía social de mercado, puede estar en desacuerdo en muchos puntos. Pero en la cosa del desarrollo rural campesino, de mercadeo, de problemas de precios, de volatilidad, de revaluación, de acceso, hay cosas que están dentro del plan de desarrollo y que no son exóticas sino necesidades que el Gobierno de todas maneras tiene que atender, con o sin proceso de paz.
¿Un economista que milita en el Partido Conservador, como usted, cómo logra entenderse con las Farc?
Se están planteando problemas muy específicos de una población rural que vive en unas condiciones a veces semifeudales. Muchas de las necesidades en ciertos sectores son básicas. Pero además, se trata de recomponer el tejido social, y el Partido Conservador no puede ser ajeno a este debate, como protagonista de muchos procesos históricos de este país. Tampoco se trata de que el objetivo de uno como conservador o el de la guerrilla en abstracto, de mejorar lo social, sea tan diferente. Ambos estamos buscando unos objetivos, por rutas diferentes. Unos vienen del norte, otros del sur, pero la tierra es redonda.
Uno de los problemas más graves del país es la revaluación. ¿Ellos sí entienden qué es revaluación?
Si no lo entienden ni los economistas... Lo que sí entienden ellos es el efecto de la revaluación sobre los pequeños productores. Pensaría que al menos este no es un diálogo de sordos, como era el anterior.
Usted no se escandalizó con nada de lo que escuchó proponer por allá…
Nada que a uno le parezca descabellado. No sé si esa sea la agenda total, ni en qué van a terminar las negociaciones.
Lo llevaron a La Habana a medirle el termómetro económico a la negociación. ¿El proceso de paz con las Farc es financiable?
Todo depende de lo que se acuerde, pero sí creo que se puede lograr un acuerdo financiable. Dadas las condiciones internacionales, dado que nos estamos endeudando al cuatro por ciento anual, que es de lo más bajo en la historia, creo que sí hay el espacio fiscal para financiar un proceso de paz razonable.
Financiable pero no regalado. Habrá que echarse la mano al bolsillo. ¿La plata saldrá de más impuestos, de más emisión, de más endeudamiento?
Una combinación de todo. En este momento hasta sería saludable expandir el gasto fiscal, sobre todo cuando hay nubes de recesión. Gastar más, expandir keynesianamente. Eso creo. Por la vía de los impuestos, eventualmente habrá que examinar eso muy cuidadosamente, pero un acuerdo de paz beneficiaría tremendamente a unos sectores: el minero-energético, por ejemplo.
Se refiere a que las Farc dejarían en paz al sector minero-energético, donde se perdería menos dinero porque se acabarían los atentados…
Si no más tuviéramos un acuerdo que implique no destruir la infraestructura del sector, eso generaría recursos para financiar un proceso de desarrollo.
Un gana-gana…
En este sentido, sí.
¿Cómo se financia un proceso de paz?
Cuando fui director de crédito público del Ministro de Hacienda, que era Juan Manuel Santos, y estábamos con todo el problema de la deuda y el rescate financiero, hice un ejercicio para un debate de Fedesarrollo: cómo podría hacerse una compra o sovereign buy out (compra apalancada) de un proceso de paz. Trabajé con alguien de Goldman Sachs que hoy es jefe del equipo para América Latina. ¿Había espacio para emitir, en ese entonces, diez mil millones de dólares de deuda, para comprar el proceso?
Le sonó rarísimo. Pero tres años después me llamó a decirme que lo que yo proponía fue lo que hizo Alemania Occidental con Alemania Oriental, cuando se cayó el muro. Se emitió una cantidad de deuda, se sobrepasaron todos los límites de Maastricht, y financiaron la unificación. ¿Cómo lo hicieron? Comprando a Alemania Oriental.
¿Aquí haríamos algo parecido?
Sí, si hay la voluntad de llegar a un acuerdo que tenga carne. Algo que sí expresaron las Farc fue: ¿Y nosotros, qué le vamos a decir a nuestra gente? ¿Vamos a firmar un proceso de paz por una cantidad de buenas intenciones, y después, qué? Hay que comenzar rápidamente a pensar en la financiación de un proceso de esos, para que no se quede en letra muerta.
Por primera vez veo que no estamos hablando carreta. Si ya le estamos poniendo números a lo que valdrá la reincorporación de las Farc a la legalidad…
Si se hace bien, puede beneficiar a muchos otros sectores. El sector minero-energético que es tan criticado y paga unas regalías tan bajas, como lo ha dicho la Ocde, se podría ver altamente beneficiado si hay un proceso que les facilite sus inversiones, aunque les toque pagar más regalías o impuestos. Si usted estructura bien el proceso, es absolutamente financiable.
En resumen: ¿llegó menos pesimista que la mayoría de los colombianos?
Me fui muy escéptico. Aunque lo más abierto posible para poder calibrar. Hoy sí aceptaría lo que le rechacé a Camilo Gómez en el Caguán. ¿Le estoy contestando su pregunta?
Claramente… ¿Ese optimismo ya se lo transmitió al Presidente?
Voy a hablar más largo con él. Hay una parte procedimental que es complicada, pero a los de las Farc se les nota una preocupación por la sustancia. Quieren saber si las propuestas de desarrollo rural sí se van a ejecutar, y cómo y con qué se las vamos a garantizar. Es un problema de política económica y de los ideales cumplidos que tendrán que buscar la manera de explicarle a su gente. O por qué se va a hacer reforma agraria, o por qué se va a hacer una cosa en el Vichada, o por qué se está haciendo un gran desarrollo, o por qué se están protegiendo unos cultivos… Si no, los tiempos de ellos les permitirán quedarse en el monte ilimitadamente.
Al presidente Santos usted le dirá…
Le diré que obviamente hay que pensar en la segunda etapa, la participación política, pero también en algo sustantivo para el plan de desarrollo agrario. Ir poniéndole números.
¿Números a cuánto costará lo qué vamos a poner a hacer a las Farc cuando se desmovilicen?
En parte qué van a hacer ellos, eso es un tema, pero también en lo que ellos han ensayado a representar. No es solo comprar a cada persona individualmente, sino qué avances concretos de sus propuestas pueden mostrar.
¿Le queda claro que el Presidente sabe para dónde va?
Sí. Obviamente la presión militar y lo que se hizo en el anterior Gobierno, y lo que se ha hecho militarmente en este, es fundamental. No sé por qué ellos están negociando. Pero están negociando. Hay una confluencia de factores. La presión militar y una coyuntura internacional están dando la posibilidad de que haya una ventana de oportunidad. Esa ventana existe y el Presidente la vio.
¿Alguna anécdota?
Me puse a hablar de la revaluación, y del café, y de la enfermedad holandesa. Me tocó aclarar que no estaba hablando de Tanja. Me puse colorado.
(¡Ja ja ja!) Vaya uno a saber si la Tanja esa no es una enfermedad holandesa de otro tipo…
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO

2013/03/13

Mi primera columna en La Tarde la publiqué en 1985


Sociales
Miércoles 13 de Marzo de 2013 - 02:01 AM

Desayuno con los columnistas

REDACCIÓN SOCIAL
Un desayuno realizado en el periódico LaTarde, fue ofrecido por la gerencia del periódico a los columnistas que hacen parte de este medio de comunicación. Durante el evento los asistentes compartieron un momento agradable en el que el periódico quiso hacerles un reconocimiento por todo el tiempo que han estado vinculados a LaTarde. 

En la imagen aparecen Juan Guillermo Ángel, gerente del periódico LaTarde y Juan Antonio Ruiz, editor general de LaTarde, acompañados de los columnistas, entre quienes están, Adriana Vallejo, Jaime Bedoya, Gonzalo González Galvis, Iván Tabares Marín, James Fonseca M., Juan Fernando González Giraldo, María Victoria Ramírez, Jesús Ramón Gómez, Eudoro Echeverri Quintana, Ernesto Zuluaga Ramírez, Carlos Vicente Sánchez Hernández, Olando Parra G., Carlos Arturo López Ángel, Fernando Agudelo Velasco y Víctor Zuluaga.

2013/03/12

CONSTITUYENTE Cafetera


Haz Plural V
CONSTITUYENTE Cafetera

Va en mayúsculas porque la idea es esa, una Constituyente MAYÚSCULA nunca una reunión de expertos, una mini, o un remedo…el tema es supremamente grave. Tanto, que esa constituyente se debió realizar cuando el pacto de cuotas a nivel mundial se derrumbó hace más de 20 años. Estamos bastante atrasados en reconocer un grave problema nacional…

Si bien aceleradamente los temas globales tienen expresiones locales, o los locales expresiones globales (Glo-loc-alización), el del café fue uno de los primeros donde nos toca/ba responder y los datos muestran que la respuesta ha sido desacertada. Nunca se ha entendido que lo que marca la diferencia en este nuevo mundo es EL VALOR AGREGADO: hemos seguido vendiendo, simplemente, café. Nunca hemos sido capaces de verdad-verdad, de competirle a Starbucks con nuestras cafeterías, y, esencialmente de potenciar a nuestros tostadores, para competirle a Nestle. Los intentos han sido paños de agua tibia…

Para colmo de males, si bien el café “suave” Colombiano, es el más caro del planeta, y subió, de los 42,78 centavos (promedio) por libra en Agosto del 2002, casi sin parar, hasta los 2 dólares 31 centavos en Abril del 2011  cuando comenzó a caer, también, después del 11 de Febrero del 2003 cuando el dólar llegó a los 2.876 pesos, nunca más alcanzó ese tope, por el contrario llegó a estar en menos de 1.200 pesos!!! Y se ha mantenido en los últimos años oscilando entre 1700  y 1900. Si antes comprabas 10 panes vendiendo en dólares una libra de café, ahora compras 3 o 4... Ni le agregamos valor al café, ni fuimos capaces de controlar el precio del dólar.



A lo anterior se suma que mientras un pequeño productor mueve 8 sacos por hectárea, un gran productor genera 36 por hectárea; así entonces, se explica cómo mientras un pequeño produce 10 sacos, uno grande da 857…mientras los 6299 grandes productores producen 6 millones 292 mil sacos, todos los 538 mil 647 pequeños productores juntos, apenas llegan a 5 millones 404 mil sacos…una distancia socio-económica enorme que detectó el gobierno nacional: de allí su insistencia en “formalización laboral y protección a la vejez de los pequeños productores y trabajadores cafeteros” los más débiles, entre los débiles de la cadena. Una cadena de la que dependen 350 municipios Colombianos (¡!) y afecta directa o indirectamente a 671: es decir a millones de colombianos.

El tema de si se debe cultivar café robusta en ciertas partes del país para competir con Vietnam, que es válido, es secundario, pues seguiríamos vendiendo café en grano, café en bruto, sin ningún valor agregado que es dónde está la ganancia real. Hay temas gruesos que resolver, el esencial es ese, el del VALOR AGREGADO: imaginen las intrigas corruptas de las transnacionales para evitar que se dé la CONSTITUYENTE, y el macro es que mientras se siga manejando nuestra economía con decisiones que benefician la baja del dólar, ningún producto (en bruto) del agro o de la industria Colombiana será capaz de sobrevivir. ¡Ninguno!.

Es claro que la CONSTITUYENTE debe ser conformada por voto popular y por toda la cadena: caficultores, comercializadores, compradores, trilladores, exportadores, tostadores nacionales,  la  gente de los Juan Valdez, etc…debe empoderar a los pequeños campesinos y a los recolectores que obligaron al gobierno nacional a negociar con ellos, y que, esperemos, tengan claro que sin CONSTITUYENTE cafetera, que, como ha insistido el gobernador Carlos Botero L, vaya al fondo del asunto…su “triunfo” habrá sido, también, otro multimillonario paño de agua tibia… 

2013/03/07

Constituyente cafetera, ya


Constituyente cafetera, ya

en http://www.cronicadelquindio.com/noticia-noticia_opinion-seccion-opnion-titulo-constituyente_cafetera__ya-op-7215.htm

El paro cafetero debe terminar ya, y los caficultores tienen que sentarse a pensar en su constituyente.
La constituyente cafetera debe de ser lo más democrática posible, para que no termine siendo un congreso cafetero extraordinario donde están los mismos de siempre. Es necesario asegurar, en esa constituyente, la representatividad de base, diversa y legítima.

De base porque en el debate deben estar las comunidades más populares de la caficultura, aquellas que identifican la pequeña propiedad campesina familiar. Son campesinos de menos de cinco hectáreas que ven las duras y las maduras para poder mantenerse en el campo.

La constituyente cafetera debe ser diversa porque en ese gran foro deben de confluir, además de los pequeños, los medianos y grandes caficultores del país, también es necesario incluir a otros sectores de la cadena productiva: comercializadores urbanos, esto es, compradores de café, trilladores y exportadores del grano. Y por nada del mundo se deben dejar de lado los pequeños, medianos y grandes tostadores nacionales. En el Quindío ya casi llegan a cien este tipo de productores.

La constituyente debe ser legítima. Esto quiere decir que por nada del mundo se debe permitir la presencia de infiltrados de sectores que solo están allí para desestabilizar y ‘pescar en río revuelto’, como está sucediendo con el paro.

La conformación del comité inicial para la preparación de la constituyente debe extender su influencia a la academia, para que las diferentes facultades de economía, negocios, y sociología participen en el proceso desde el pensamiento y el análisis. Y formar un grupo que vaya a todas las ciudades capitales de influencia cafetera recogiendo las inquietudes para tener un gran documento básico de discusión, que esté listo para cuando se elijan los miembros de esta constituyente.

La escogencia de los constituyentes tiene que pasar por un sistema más allá del utilizado para las elecciones cafeteras que selecciona los miembros de los comités municipales y el comité departamental de cafeteros. Debería utilizarse un sistema más participativo que representativo y realizar una preinscripción de aquellos propietarios de predios cafeteros, pero también de comerciantes formalizados en la compra-venta y exportación del grano, como los tostadores.

El tema es de fundamental importancia. Esa constituyente debe decidir qué hacer con la Federación Nacional de Cafeteros, cuáles deben ser los cambios en la institución. Pero también dedicar gran parte del tiempo a resolver cuál debe ser el papel del gobierno.

La caficultura necesita una modernización absoluta, porque aún en el Eje Cafetero, Antioquia, Tolima, Valle, los departamentos más avanzados, y en el nuevo eje: Huila, Cauca y Nariño, se utilizan las prácticas agrícolas y de transformación del grano de hace cincuenta años. Comprometerse a utilizar las nuevas tecnologías, la mecanización con grandes inversiones públicas, pero también avanzar en la genética y la conservación del paisaje, los bosques y los animales. Para tal fin, también se debe declarar para el caso del Quindío y otras zonas, en esa Constituyente, que el interés del país es la caficultura, no la minería a cielo abierto.

La transformación de la Federación de Cafeteros pasa por cambios definitivos en la comercialización del café. Hay ahí un gran cuello de botella que debemos romper definitivamente. No podemos seguir con la práctica decimonónica de exportar el grano en bruto. Hay que competir en el mercado mundial con cafés elaborados, tostados, molidos, y otras presentaciones. Ese tema es definitivo. Que el productor privado, desde su finca, pueda exportar con libertad sí lo puede hacer, sin las trabas y talanqueras que hoy le pone la Federación.

El paro cafetero debe terminar ya, y los caficultores tienen que sentarse a pensar en la Constituyente Cafetera, en sus detalles, en la forma de elegirla y en los temas que deben debatirse. Y para eso, estamos seguros, el gobierno y la propia Federación de Cafeteros tienen toda la disposición.
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Vamos al fondo de la crisis cafetera



Eduardo Sarmiento

La crisis cafetera

Por: Eduardo Sarmiento


El país operó durante cincuenta años con una política cafetera basada en el diagnóstico de su inelasticidad de la demanda. En virtud del acuerdo mundial del café, los países productores estaban en capacidad de regular la oferta mundial y colocar los precios en las condiciones más favorables. El sector evolucionó con grandes excedentes que permitieron un manejo laxo de los gastos, el patrimonio y los costos de producción.
Las condiciones cambiaron con la eliminación del acuerdo mundial del café en 1988 y el desmonte del estatuto cambiario 444 y la Junta Monetaria en la administración de César Gaviria. El sector quedó a merced de la oferta y la demanda. Dentro de este marco de libertad de mercado, era inevitable que el precio de un producto inelástico se deteriorara progresivamente y castigara en un mayor grado a quienes operan con mayores costos.
Sin embargo, la Federación mantuvo la misma estructura de opulencia. En particular, se negó a entrar en las variedades robustas que pueden cultivarse con mayores productividades (productividad por hectárea). Mientras que el último quinquenio la producción del café arábico colombiano se derrumbó, la del robusta aumento en Brasil y otros lugares.
En contraste, los nuevos productores buscaron desplazar a los tradicionales reduciendo los costos y la calidad. En la actualidad, Colombia importa café de Perú y Ecuador con precios muy inferiores al de exportación y registra costos de producción tres veces mayores que los de Vietnam. El país perdió participación en los mercados internacionales, pasando del segundo al cuarto lugar, y vio esfumar el cuantioso patrimonio de la Federación de Cafeteros. Se configuró un círculo vicioso en que la baja demanda del producto reducía las ganancias, y esto dificultaba la modernización y la ampliación de la producción. El sector sobrevivía por los elevados precios internacionales y la asistencia del Gobierno.
El otro aspecto es el tipo de cambio. El país está montado sobre el sector minero que tiene elevadas necesidades de inversión extranjera y genera la totalidad de sus ingresos en divisas. Así, la producción tiende a concentrarse en la minería y en los servicios y la mayor parte del consumo industrial y agrícola se obtiene abaratado en el exterior.
Como existen serias limitaciones para el empleo y las divisas, surge la abundancia de divisas que revalúa el tipo de cambio y desplaza la producción de bienes transables. Así, la enfermedad holandesa adquiere la forma de extinción de la industria, la agricultura y el empleo.
La verdad es que en la última década, y en especial en el último lustro, el café operó dentro de condiciones de costos y revaluación que no consultaban con las realidades internas y externas. Se pensó que los elevados precios se mantendrían y daban margen para todo. No se advirtió que se trataba de un producto inelástico que tiende al deterioro paulatino de sus cotizaciones.
Luego de cincuenta años de severa regulación del sector e intervención en el mercado, el país le apostó al libre mercado dentro de un marco de permisividad a los dirigentes cafeteros y enfermedad holandesa y terminó en el mismo descalabro del resto de la agricultura y la industria. El Comité del Café, integrado por el Gobierno y la Federación, careció de la visión, el diagnóstico y el manejo para evitar que los costos superaran los precios y colocaran al sector al borde de la quiebra.
La causas de la crisis no hay que buscarlas aguas arriba. Se encuentran en la trivialidad de la política cafetera de producción y costos, el motor de la minería y la modalidad de cambio flexible.
  • Eduardo Sarmiento Palacio | Elespectador.com

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Qué es la parapolítica

Parapolítica y narcotráfico: ¿otra forma de lucha política?
en http://www.razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/3597-parapolitica-y-narcotrafico-iotra-forma-de-lucha-politica.html
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CONFLICTO, DROGAS Y PAZ
Escrito por Gustavo Duncan   
Domingo, 03 de Marzo de 2013 22:04
Piedad Zuccardi y Juan Carlos Martínez son las dos caras de una misma moneda. Lúcida explicación de cómo el narcotráfico lleva a una lucha política para consolidar el nuevo orden social que beneficia a las élites emergentes. ….Y pronto se hablará de la bacrim–política[1].

Gustavo Duncan parapolitica Piedad Zuccardi
Piedad Zuccardi: políticos profesionales de la periferia que aprovecharon las transformaciones en el orden social para acumular poder político.  Foto: Presidencia.  
Qué es una lucha política
La literatura sobre las luchas sociales del siglo veinte describe una situación típica: sectores subordinados y descontentos son dirigidos por una organización política para exigir transformaciones en el orden social. Es decir, para exigir un cambio de las pautas que clasifican a los individuos y a los grupos de acuerdo con sus atributos materiales y simbólicos, de la división del trabajo y de la forma como los excedentes se distribuyen entre los varios grupos[2].
A estas luchas se les reconoce un carácter político, porque exponen de manera abierta las contradicciones entre elites y dominados. No importa el tipo de estrategias utilizadas para reclamar las transformaciones, pueden ser las más violentas o las más pacíficas. Tampoco importa que la mayoría de las veces los líderes de la protesta sean cooptados por las élites dominantes, tras hacer los mínimos ajustes necesarios para evitar una insubordinación social mayor[3].
Lo importante para reconocer el carácter político no parecería ser entonces las transacciones  que ocurren entre las élites dominantes, los dominados y las nuevas élites que encabezan la protesta social, sino la expresión abierta de disconformidad que unos grupos hacen de su situación y sus reclamos por conseguir transformaciones sociales.
El narco como política
Pero en otras situaciones, el descontento no se expresa en la protesta sino en la  transformación del orden por fuera de las instituciones de control de las élites o, incluso, mediante acuerdos con un sector de las élites.
Por ejemplo, cuando una nueva actividad económica, así sea ilegal, es introducida por sectores dominados con profundos efectos sobre la producción y distribución de la riqueza, en el fondo se está resolviendo un descontento con el orden social existente. Así al principio no hubiese habido enfrentamientos ni debates abiertos con las élites ¿no es acaso parte de una alternativa política que encuentran los sectores dominados para transformar su situación? Exactamente lo anterior fue lo que sucedió con el narcotráfico en Colombia:
  • Sectores descontentos aprovecharon la oportunidad de acceder a la fuente inagotable de acumulación originaria de capital que ofrecía una actividad criminal.
  • Con ese capital introdujeron cambios en el orden social de la periferia: las jerarquías, las formas de producción económica y la distribución de la riqueza fueron transformadas silenciosamente por estos sectores.
  • Como resultado de tales transformaciones, la población de la periferia tuvo que someterse a la dominación impuesta de manera parcial y a veces total por organizaciones criminales. Los miembros de los grupos subordinados de la sociedad pudieron convertirse en nuevas élites, mediante el crimen organizado.
Fue así como un sinnúmero de organizaciones de todo tipo comenzaron a defender por la fuerza las transformaciones en el orden social y su posición alcanzada en el nuevo orden social. Y lo hicieron no solo al controlar las principales fuentes de capital en sus comunidades, sino al establecer el control armado de una territorialidad, es decir de una población o al menos de una parte de ella en un territorio dado de la periferia.Mafias, paramilitares, pandillas y demás organizaciones de coerción privada inundaron el paisaje social colombiano. La violencia en sí misma se convirtió en una oportunidad de ascenso en el orden social para jóvenes de sectores excluidos. De la noche a la mañana si eran buenos guerreros podían hacerse al control de un territorio.
El por qué de la parapolítica
Para las élites tradicionales de la periferia el dilema era cómo ajustarse a una serie de cambios que habían rebasado sus posibilidades de dominación. El capital de las drogas implicaba que ellas fueran desplazadas en la nueva división del trabajo social: poseer un millar de hectáreas de tierra y otras tantas cabezas de ganado ahora era irrelevante ante las fortunas del narcotráfico que circulaban en la economía local.
Otros medios y otros atributos definían las jerarquías sociales y había que ajustarse a los cambios. Y no solo eran los medios económicos los que definían el lugar de cada quien. La organización de la violencia por mafias y paramilitares era fundamental para definir las relaciones de poder.
En este dilema está la raíz del proceso 8000, la parapolítica y en un futuro no muy lejano la bacrim-política. El acceso a los medios de poder cambió tan profundamente aquellas sociedades donde la acumulación de capital no era competencia frente al poder del narcotráfico, que las élites que no se ajustaron a las nuevas demandas del entorno naufragaron en el orden social.
Ante sus restricciones de capital y la violencia privada, estas élites ofrecieron lo único realmente valioso que tenían a la mano: su capacidad de mediación política ante las instituciones del Estado y ante las élites del centro del país. La transacción iba a ser apenas natural.
Mafiosos y narcotraficantes necesitaban de protección frente a una eventual intervención del Estado central en sus negocios y en el orden social de la periferia. Y por su parte la clase política necesitaba preservar su acceso a la otra fuente principal de recursos de la periferia: el presupuesto del Estado.
Pero las oportunidades no solo estaban disponibles para los mediadores políticos pertenecientes a sectores tradicionales de las élites. El capital de las drogas podía convertir también en grandes electores a políticos profesionales del origen más humilde. Si tenían las habilidades para ganar el voto de las comunidades y se sentían más sintonizados con los patrones narcotraficantes por su mismo origen social ¿por qué no iban a desplazar a los jefes políticos tradicionales, ahora que tenían los recursos para hacerlo?
La detención de Piedad Zuccardi y de Juan Carlos Martínez son las dos caras de esta misma moneda: la de políticos profesionales de la periferia que aprovecharon las transformaciones en el orden social para acumular poder político.
La gran diferencia es que Zuccardi disponía de los medios para concentrar el poder político en la periferia desde antes de estas transformaciones, solo que si no negociaba con quienes tenían las armas, sus medios de poder se iban a diluir.
Martínez, por su parte, debió su ascenso a las transformaciones del orden social. Sin los medios provistos por el narcotráfico nunca hubiera sido un congresista relevante, de pronto nunca hubiera sido un congresista.
Por algo invitaron a Piedad Zuccardi al matrimonio de la hija del Procurador, pero no invitaron a nadie como Juan Carlos Martínez. Allí no había espacio para emergentes.
La postura de las élites nacionales
Para las élites del centro del país la cuestión era cómo enfrentar al menor costo posible el surgimiento de nuevas instituciones de dominación en la periferia, que eventualmente podían poner en riesgo su poder.
En un principio, la falta de voluntad y decisión para intervenir no fue producto de su miopía. Era simplemente que las transformaciones en el orden social no afectaban ni sus intereses ni su posición en las jerarquías sociales, políticas y económicas de su entorno. Por el alto grado de acumulación del centro del país, el capital de las drogas no alcanzaba a propiciar transformaciones significativas del orden social.
El problema quedó circunscrito a las élites de la periferia hasta cuando los efectos del narcotráfico sobre el poder político desbordaron lo local y tuvieron incidencia sobre la política nacional.
La violencia, por un lado, fue un catalizador de la intervención del centro sobre las regiones. Cuando los grupos armados se salieron de control, el Estado se vio obligado a plantear guerras contra todo tipo de organizaciones: desde Pablos Escobares hasta guerrillas como las FARC. Incluso fue la razón para que Uribe negociara con los paramilitares.
Por otro lado, el narcotráfico propició enormes fracturas en los partidos políticos tradicionales:
  • La disponibilidad de recursos en las bases de la política profesional permitió a muchas figuras de la periferia independizarse de los partidos de Bogotá. 
  • Los parapolíticos armaron sus propios partidos y se apropiaron de una porción del Congreso. Representaban además la defensa de un orden social que no se hallaba ya bajo el control del centro del país. 
  • Ese era el sentido de la representación lograda por una serie de partidos constituidos de manera coyuntural desde las regiones. Podía ser que su nombre fuera la caricatura de una sigla — PIN, ADN, ALAS — pero representaban un poder real que reclamaba ante las instituciones del Estado central el respeto y el reconocimiento de las transformaciones sociales ya ocurridas en la periferia.
Quien presidiera el Estado debía contar con el respaldo de estas colectividades, así fueran indeseables ante los medios de comunicación, para tramitar la agenda de gobierno en el Congreso.La salida ante semejante dilema para las élites del centro del país fueron pactos implícitos y explícitos con las mafias que menos desafiaran los límites de su poder y la represión a las que pretendieran sobrepasarse.
Quienes tenían el apoyo de la clase política de la periferia para trazar unos límites de poder tolerables para el Estado central obtenían protección. Quienes no lo tenían y desafiaban el poder de las élites del centro eran aplastados.
El descontento social materializado por las élites emergentes del narcotráfico tenía sus límites: las transformaciones implicaban una situación intolerable para las élites tradicionales, tanto del centro como de las que mantuvieron su poder en la periferia.
* Máster en Global Security de la Universidad de Cranfield, investigador en temas de construcción de Estado, sociología, conflicto armado y narcotráfico en Colombia.

 Gustavo Duncan parapolitica narcotrafico RazonPublica
Gustavo Duncan RazonPublica
Gustavo Duncan*























A estas luchas se les reconoce un carácter político, porque exponen de manera abierta las contradicciones entre dominados y élites. No importa el tipo de estrategias utilizadas para reclamar las transformaciones, pueden ser las más violentas o las más pacíficas.




































Sectores descontentos aprovecharon la oportunidad de acceder a la fuente inagotable de acumulación originaria de capital que ofrecía una actividad criminal.











































































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