2009/05/19

La libertad de discrepar
Javier Darío Restrepo
jrestrep1@cable.net.co
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A pesar de la realidad nuestra de cada día, no se habló de la libertad de discrepar el domingo pasado...
Hizo falta proclamar que discrepar de un gobierno no convierte a una persona en terrorista, ni en cómplice de las Farc, ni en enemigo del presidente o de sus fervientes seguidores. Que la discrepancia del opositor es mirar los hechos y las personas desde un ángulo y con unos datos distintos de los que suelen manejar los de su partido; y advertir que decirlo es un deber de conciencia.
Por eso, pretender que una posición de oposición es, per se, algo contrario a la ética es, además de un exabrupto, mala fe, o incapacidad para entrar en la significación de lo ético. Pero es otro de los recursos para limitar la libertad de opinión.
Las solas proposiciones que resultan de esa afirmación asombran: si no es ético denunciar la peligrosa concentración de poderes en una persona, o la campaña política y de descalificación intencionada de la Corte, o el apoyo a la parte más corrupta del Congreso para preservar unos votos, si afirmar esto no es ético, ¿qué es lo ético? ¿Afirmar contra toda evidencia que no pasa nada, que los 81 congresistas investigados o procesados penalmente por parapolítica son solo escándalo de la oposición que también podría ser procesada por farcpolítica? ¿Lo ético sería silenciar los falsos positivos, la corrupción en el DAS, la corrupción electoral, los negocios en la familia presidencial?
Esa información, admito, sería antiética si fueran simples rumores, afirmaciones sin sustento, maledicencia política. Pero son hechos que uno no podría negar aunque quisiera. Negarlos implicaría complicidad y sobre todo irresponsabilidad profesional del periodista. Porque el periodista está para mostrar los hechos que afectan o afectarán los intereses de todos.
Cuando se trata de presionar físicamente al periodista para que no cumpla con ese deber, o cuando se lo presiona moralmente con acusaciones sin fundamento que minan su autoridad moral, se atenta contra esa libertad, necesaria para que la sociedad pueda avanzar con los ojos abiertos.
Esa libertad, no la concede nadie. La pueden interferir y obstruir desde fuera, gobernantes, calumniadores, sicarios, intimidadores, pero ninguno de ellos la da o la quita porque la libertad tiene su origen y su sustento en los actos de decisión de cada persona. En el peor de los casos la agresión moral o física amedrentan o silencian.
En el mejor, robustecen la decisión de cumplir con el deber, a pesar de todo. Porque es un deber, no un capricho.
La sociedad avanzaría a ciegas si no existieran esos eternos buscadores y testigos de los hechos.
La jornada del 3 de mayo, Día de la Libertad de Prensa, se sintió en Colombia como una llamada oportuna, porque la libertad de discrepar no es una garantía gremial, ni personal de los periodistas, es una condición necesaria para que la sociedad pueda conservar la esperanza.
Saber que a pesar de todo hay alguien que ayuda a conocer y entender la complejidad de lo que pasa, a pesar de los engaños de la propaganda y de la maquinaria publicitaria del poder, es como descubrir una luz en lo oscuro.
Cuando la sociedad tiene ese servicio, la esperanza es posible. Entre la confusión, la mentira, el odio y los engaños crece, en cambio, la desesperanza. Necesitamos la libertad de discrepar para defender las demás libertades.

Medellín, Publicado el 7 de mayo de 2009 en
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/L/la_libertad_de_discrepar/la_libertad_de_discrepar.asp

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