[editado]
Vigésima segunda promoción de
bachilleres galanistas
Noviembre 30 de 2014. .1-
Agradecimientos a todas las personas que nos acompañan en la
mesa principal []
Para comenzar esta reflexión diré que 5, 6 ó 7 años más
tarde, al recibir el título de médico, ingeniero, abogado, filósofo o
lingüista, cada uno de los nuevos bachilleres habrá de recordar el día cuando
sus padres lo llevarán por primera vez a la escuela. Los llantos y arrebatos
que sufrieron al soltar la mano de su mamá. Se creían morir. Esa primera gran
separación por espacio de 3 ó 4 horas fue realmente eterna. Para nosotros era
el acontecer normal de la vida escolar. Veníamos acostumbrados a los mismos
llantos y dolores pero con niños distintos el año anterior.
Luego la graduación de preescolar, con toga y diploma
incluidos porque los padres damos lora de la buena con cada paso que avanzan
los hijos. Así es y así debería ser siempre con todos los niños de la tierra
puesto que esos actos los hacen sentir muy bien y constituyen los recuerdos del
futuro. Fueron transcurriendo los años hasta llegar al bachillerato, la época
más bella de la vida porque ahí vinieron las pilatunas a los profesores, los
amores furtivos, los desengaños y otra vez la ilusión.
Pasaba y pasaba el tiempo hasta este día soñado, cuando se
entremezclan sentimientos encontrados: de una parte la alegría por la
culminación de esta etapa tan decisiva en la vida, cuando encontraron en el
complejo pajar del examen del ICFES, la llave maestra para ingresar a la
educación superior. Pero de otro lado la incertidumbre de saberse más libres,
sin la disciplina de alguien que los despierta en la mañana, que les dice hasta
qué horas pueden estar fuera de casa, con quién deben relacionarse, el horario
de estudio, la respuesta a las tareas del colegio. Etc.
El tener que asumir responsabilidades de orden mayor como
trabajar para ayudar a la casa y sobre todo, el sentimiento de soledad que se
experimenta al dejar los amigos, los juegos juveniles, los maestros a quienes
nos gustaba quitar la paciencia, los
actos culturales, las campañas para la personería, el triunfo y la derrota, el
colegio amado testigo mudo de tantos días felices. Todo esto marca huella
indeleble.
Para nosotros también hay un sabor agridulce en este acto: De
un lado la alegría de volcar a la sociedad un grupo significativo de
adolescentes o ciudadanos a quienes echamos en sus alforjas los elementos
mínimos necesarios para seguir triunfando.
Cuántas horas de trabajo de sus maestros intentando hilvanar
una idea, un concepto suficientemente claro para la transformación de la
conducta académica, ética o estética que son los pilares de la formación
humana. Cómo hacer más inteligible el teorema de Euclides, las aporías de
Platón, dicen los filósofos y matemáticos. Quién hace entender a estos
muchachos que el inglés se escribe de una manera y se lee de otra, que las
figuras literarias, ayudan a comprender la lectura y que la geografía nos
muestra la evolución de la tierra.
En fin, para unos y otros, aplicarse por la senda del
conocimiento es duro porque exige consagrarse a él y dar después cuenta, de
trabajos, exposiciones y sobre todo, de exámenes, que aunque duros es la mejor
forma de comprobar si alguien aprendió algo.
Después de todo ya nos habíamos acostumbrado a ir juntos por
la vida y nos duele esta despedida.
Hemos reflexionado a lo largo de las jornadas, sobre la
política, la violencia y a paz y conocen el pensamiento del colegio al
respecto. La política en Colombia es sucia y en la mayoría de casos está
ejercida por avivatos de derecha e izquierda que se lucran de ella, que no
piensan en el Bien Común como insignia suprema en el ejercicio de sus cargos y
cuando están próximos a salir de los puestos aceitan las maquinarias para que
los sucedan personas de sus mismos intereses, sin tener en cuenta las
aspiraciones de los ciudadanos.
La violencia es el resultado de siglos de abandono en el que
miles de compatriotas viven sin esperanza de una vida mejor. Y aunque las
guerrillas desvirtuaron sus ideales de justicia social, las causas por las
cuales se levantaron no han desaparecido del todo. Pero necesitamos la paz
física, es decir, que no haya secuestros, ni voladuras de torres o poliductos,
ni extorsión porque la guerra se come 30 billones de pesos por año y así no
será posible obtener desarrollo social.
Si paramos esta guerra, les he repetido siempre, tanto dinero
en seguridad irá a los grandes programas de inversión social. Entonces, en el
tema de la paz el colegio estará siempre con el presidente, un valeroso que se
atrevió a nadar en contra del río de la guerra que muchos sectores reclaman. Y
si como consecuencia de pacificar este país se gana el premio nobel, pues bien
merecido lo tiene.
De ese dinero ahorrado, han de salir los recursos para la
alameda entre Guacarí y la variante Condina que conduce a la nueva sede del
colegio Galán y para las grandes obras de infraestructura que requiere Pereira.
Para terminar, gracias a los nuevos bachilleres por aceptar
las orientaciones que el colegio les dio. Saben que sin el suave yugo de la
disciplina y el orden no es posible avanzar en la consolidación de una sociedad
segura, incluyente y humana. El desorden no genera si no caos y violencia.
Gracias a Claudia Valentina Parra Serna, la señorita
personera del colegio que supo mantener el equilibrio entre la justa defensa de
los derechos de sus electores, para mediar ante mí o ante los profesores y la
exigencia a sus compañeros para la observancia de sus deberes. Su papel de
mandataria de los estudiantes nunca le hizo perder el compromiso con su
proyecto de vida escolar en el cual el estudio y la disciplina fueron pilares
de su formación. Hemos dicho que por primera vez ha habido personera en el
colegio. Ella fue un ejemplo de madurez, respecto y compromiso.
Felicitaciones a los estudiantes que fueron aceptados en las
diferentes universidades: 30 a la Universidad Tecnológica, 4 a la Nacional,
algunos más a diferentes instituciones privadas.
Hoy inauguramos una nueva experiencia consistente en que hacia el futuro, el orador principal
de este acto será un galanista ya graduado de la universidad. Nos acompaña, la
doctora Luisa Fernanda Cano Zamora, médica cirujana de la querida Universidad
Tecnológica de Pereira, excelente estudiante del colegio y bachiller de la promoción 2005. Con ello
queremos resaltar a nuestros profesionales egresados del colegio y mostrar que
los pobres sí podemos alcanzar los resultados académicos que nos propongamos.
Gracias a todos los padres de familia por la confianza en el
colegio. Saben que trabajamos para no defraudarlos.
A todos los docentes, porque han sabido combinar bien la
vocación con la profesión, prueba de la cual es el ramillete de bachilleres que
entregamos a la sociedad.
También gracias a unos y otros por los homenajes de los que
he sido objeto con motivo de mi retiro del cargo de rector. []
Jaime Bedoya Medina
Pereira, noviembre 30 de 2014.
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