2015/03/09

nuestro pasado señorial y patriarcal - el momento precontractual de toda sociedad moderna

El país detrás del 'usted no sabe quién soy yo'

Analistas aseguran que la polémica frase refleja una problemática social que merece atención.Por:  IRENE LARRAZ |  4:57 a.m. | 8 de marzo de 2015

Si Colombia fuera un país más democrático e igualitario, el ‘usted no sabe quién soy yo’ de Nicolás Gaviria jamás se habría producido.  (Lea: ¿Usted sabe quién es Nicolás Gaviria?)
Y aunque el acto fue repudiado por el conjunto de la sociedad y hasta el Presidente de la República se pronunció sobre el tema, queda claro que aún hay personas que piensan que no todos los colombianos son iguales ante la ley.
Así lo evidencia el video que el país entero vio y en el que Gaviria, de 29 años y en estado de embriaguez, agrede impunemente a unos policías que acudieron a atender un llamado por una riña del citado personaje con unos taxistas, en el norte de Bogotá.
Entre empujones, primero amenazó a los uniformados con enviarlos al Chocó; después intentó amedrentarlos con una supuesta llamada al director de la Policía, el general Rodolfo Palomino, y por último les advirtió que era sobrino del expresidente César Gaviria, cosa que resultó ser falsa.
El problema es que no se trata de un caso aislado. La lista deepisodios similares que han trascendido a la opinión públicarecientemente es larga.
El país aún tiene frescas las imágenes en las que un airado hijo del magistrado Luis Gabriel Miranda, en aquel entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, arremetió contra unos policías que se atrevieron a interrumpirlo cuando, al parecer, protagonizaba actos indecorosos con su novia a bordo de un carro oficial.
O el episodio del entonces senador Eduardo Merlano, que tras ser detenido conduciendo en estado de embriaguez y sin licencia, se negó a que le practicaran la prueba de alcoholemia e increpó a los agentes: “Llamemos al coronel de la Policía. ¿Cómo me va a tratar usted así? Llamemos a su superior y no pasa nada (...) Yo soy Senador de la República. ¿50 mil personas votaron por mí y ustedes me van a faltar al respeto?”.
El exsenador Eduardo Merlano. Foto: Archivo particular.
Apenas dos ejemplos de la extendida práctica del ‘usted no sabe quién soy yo’: personas que por abolengo, dinero o el cargo que ocupan reclaman unos privilegios que la ley no les concede, y pretenden ponerse por encima de los demás. (Vea aquí: Los escándalos de la política colombiana)
Sin un contrato social
La Constitución ampara la igualdad entre todos los ciudadanos, y difícilmente alguien sostendría en público lo contrario, señala Jorge Ravagli, sociólogo y profesor de la Universidad de la Salle. Sin embargo, anota, “una cosa es el país legal y otra el país real”.
“Esto pasa porque funciona”, sentencia con crudeza el expresidente de la Corte Constitucional Carlos Gaviria, quien explica: “Uno sabe que aquí hay privilegios y que son tenidos en cuenta; que hay apellidos influyentes y que hay roles sociales que inmunizan frente a la actuación de la autoridad”. O como ironiza el periodista Daniel Samper Pizano, “porque aquí hay unos ‘más iguales’ que otros”.
Y el poder de esto se demuestra en que hasta la propia autoridad les teme a estas castas de supuestos privilegiados, y tiene una actitud muy cautelosa ante ellos.
Prueba de lo anterior es el regaño que recibieron los subalternos del mayor Gilberto Pulido, excomandante operativo de la policía de tránsito de Bogotá, cuando un grupo de sus hombres hizo bajar de un Uber al excapitán de la selección nacional de fútbol Mario Alberto Yepes. “Cómo hijueputas lo para un policía, lo baja del carro y le dice ‘no, es que esto es de Uber’, y lo ponen a esperar taxi (...) Pues sí, es un ciudadano común y corriente, pero es una estrella, que lo que diga él, nos botan. ¿Dónde está el comandante de ese policía?”, se le oye decir al oficial en un audio.
“La humanidad –agrega Ravagli– ha estado sujeta a representaciones de castas o linajes durante siglos, y la idea de la superioridad heredada tiene unos fundamentos culturales previos a la idea de ciudadanía y de igualdad ante la ley, que perviven en el subconsciente colectivo. Incluso los afectados o los no privilegiados también sustentan este sistema. No debería sorprendernos que estas conductas no se borren de un plumazo”.
Y esto es particularmente fuerte en sociedades como la colombiana, donde existen fronteras de segregación de clases muy potentes, apunta el abogado y politólogo Mauricio García Villegas, profesor de la Nacional: “Aquí las clases sociales nunca se encuentran, ni siquiera en el fútbol. Los ricos y los pobres solo se encuentran en situación de subordinación, cuando el rico tiene contratado al pobre para algún servicio, o algo así, pero en situación de ciudadanos nunca están juntos”.
En eso, la educación también juega un papel crucial: “A esta gente se le ha educado desde que nace en el hecho de que son personas importantes o poderosas, y que tienen que adoptar una posición de superioridad: ‘hacerse respetar’, ‘no dejarse’ ”, dice Camilo Herrera, consultor de la firma Raddar, encargada del Estudio Colombiano de Valores.
Es lo que Ravagli llama ‘la soberbia de la elite’, un sentido de honor que exige reaccionar ante cualquier agresión a ese estatus de superioridad, lo que genera mucha conflictividad.
Carlos Alberto Uribe, antropólogo de la Universidad de los Andes, lo califica de “intrusiones de nuestro pasado señorial y patriarcal en el presente”. Y dice: “Los criollos se autoproclamaban ‘blancos’, ‘españoles’ y, en consecuencia, ‘hidalgos’ (esto es, hijos de alguien importante), y creían que debían recibir respetos y reverencias especiales de mestizos, negros e indios, que componían el resto de la sociedad. Esos hidalgos son los remotos ancestros de nuestros ‘doctores’, generalmente hombres poseedores del conocimiento, en especial de la ley”.
García Villegas recuerda que “cuanto más arriba se estaba en la escala social, más fueros y libertades se tenían, y más abusos se permitían. Y la independencia, en vez de traer un nuevo contrato social, basado en la igualdad, potenció que un mayor número de gente quisiera tener el poder de desobedecer”.
Y eso sigue pasando hoy, dice Gaviria: “Somos conscientes de que hay una élite que está bastante al margen de las cargas y obligaciones sociales, y todo el mundo quiere insertarse en alguno de esos sectores, justamente para inmunizarse frente a la acción de la justicia o de la policía”.
Es la doctrina del camino fácil, la picaresca, el avivato, el que acorta caminos y utiliza métodos poco convencionales y poco legales para salir adelante con lo que se propone, “y que encima está muy bien visto y siempre ha sido celebrado”, dice el exsenador e investigador social John Sudarsky. Y añade: “Las roscas y los grupos de ayuda son mucho más importantes que los méritos, porque reflejan a gente que ‘la ha sabido hacer’. Esos elementos finalmente le ganan a la ley; nos quedamos en el momento precontractual de toda sociedad moderna”.
Depende del contexto
Sudarsky defiende que esta doctrina del ‘ventajismo’ se sustenta en que “todos lo hacen”.
García Villegas explica que “buena parte de lo que hace que las personas cumplan las normas e incluso se vuelvan altruistas es la reciprocidad: las personas cumplen más las normas cuando ven que los demás las cumplen. Está comprobado, por ejemplo, que la gente paga más impuestos cuando ve que la otra gente los paga, o que respeta una fila cuando el resto lo está haciendo. Un conductor de un carro que en Bogotá incumple todas las normas de tránsito, se va a Miami y de un momento a otro se vuelve el mejor conductor del mundo. Pero es muy difícil ser cumplidor en un ambiente donde se siente que si cumples, sales perdiendo”.
La huella del narcotráfico
Un potenciador importante de esta problemática ha sido el narcotráfico, que creó nuevas élites, pero despreciadas social y políticamente, que se abrieron paso a punta de dinero y de amenazas físicas a quienes cuestionaban su poder. Una situación que puede resumirse en otra frase muy extendida en nuestra sociedad: ‘usted no sabe con quién se está metiendo’.
“Estos nuevos ricos tenían la necesidad de ratificar su estatus socialmente, de ahí su ostentación obsesiva y también las amenazas a aquellos que no los respetaran”, comenta Ravagli.
“La gran y perversa herencia del narcotráfico es la idea de que el dinero es lo que da el estatus social, un estatus indiscutible que puede comprar autoridades, instituciones o personas, y que no tiene límite”, agrega.
La vieja noción del linaje tuvo que empezar a convivir con la de la plata pura y dura. Y eso comenzó a generar comportamientos como el del famoso futbolista Faustino Asprilla, quien hace 22 años desafió públicamente a un periodista con la siguiente frase: “Yo me gano 50 millones de pesos mensuales y usted no se gana nada”.
Un costo alto
La vieja expresión de que ‘la ley es para los de ruana’ demuestra hasta qué punto va la gravedad del problema en Colombia.
El exalcalde de Bogotá Antanas Mockus explica que cuando uno ve que las autoridades aplican el mismo criterio para todos “eso ayuda a aceptar más fácilmente el castigo, pero si usted ve unas personas que piensan que como tienen tal apellido (o mucho dinero), no las van a castigar, eso desmoraliza al que sí es castigado. Mi experiencia en la Alcaldía de Bogotá fue muy clara: cuando aplicas los mismos criterios siempre, la gente entiende que la ley es para todos y que a veces tiene que hacer un sacrificio para cumplirla. Una ley que sea aplicada con igual rigor para todos, es una ley legítima”.
Y Samper Pizano añade que es “muy importante que a la gente a la que se le falta el respeto, como a la policía, no importa cuán modestos sean, denuncien. En la medida en que lo hagan, los que creen tener privilegios se cuidarán mucho más de sacarlos a relucir en situaciones adversas”.
Las sanciones sociales son importantes. Y las redes están cumpliendo un nuevo y gran papel en este terreno, pero también se necesita que el Estado se haga sentir y defienda en la práctica los conceptos de igualdad y autoridad.
Un gran ejemplo de cómo deberían ser las cosas es la condena que recibió esta semana Andrew Mitchell, exministro de Cooperación Internacional del Reino Unido.
En el 2012, este alto funcionario acudió en bicicleta al domicilio del Primer Ministro. Los policías le pidieron que se bajara de la bici y entrara por la puerta peatonal. Pero el político los encaró y los llamó “jodidos plebeyos”.
La ofensa no solo lo obligó a renunciar, sino que, además, la justicia lo acaba de condenar a pagar 80.000 libras esterlinas (unos 311 millones de pesos) a los uniformados ofendidos.
Roberto Da Matta, antropólogo brasileño, dice que en casos de conflicto en las sociedades más modernas e igualitarias, como Francia o Estados Unidos, es muy frecuente escuchar la expresión ‘usted quién se cree’, que es una reacción ante quien se quiere poner por encima, justo lo contrario del ‘usted no sabe quién soy yo’.
Piden condenas más severas
Nicolás Gaviria podría pagar 5 años de prisión por agresión a servidor público, después de que agentes de la Policía denunciaron al joven. Incluso, el presidente, Juan Manuel Santos, dio la instrucción a los uniformados de que “cuando alguien se les enfrente envalentonado y le diga a cualquier patrullero o agente ‘usted no sabe quién soy yo’ inmediatamente lo lleven a la estación para que averigüen quién es. Tienen esas instrucciones”.(Lea también: Nicolás Gaviria ofrece disculpas al país por su comportamiento)
El general Rodolfo Palomino, director de la Policía, también señaló que el Código de Policía que se está tramitando en el Congreso incluye sanciones más fuertes. “La policía con mucha frecuencia se encuentra con estos casos, y la autoridad tiene que hacer cumplir las normas aunque traten de intimidarla”, advierte.
IRENE LARRAZ

Redacción Domingo

2015/02/21

Hacer la paz en el siglo XX tenía exigencias menores, porque se aceptaban las amnistías generalizadas

Gobierno y Farc coinciden: 'la lucha armada ha sido inútil'

Habla Eduardo Pizarro Leongómez, uno de los dos relatores de la Comisión Histórica del Conflicto.


 
Eduardo Pizarro Leongómez es uno de los investigadores más acuciosos del conflicto. Es embajador de Colombia en La Haya.
Foto: Claudia Rubio / EL TIEMPO
Eduardo Pizarro Leongómez es uno de los investigadores más acuciosos del conflicto. Es embajador de Colombia en La Haya.
Un hecho inadvertido por la mayoría del país es la prueba más contundente de lo difícil, pero al tiempo de lo pluralista, que fue el trabajo de la Comisión Histórica del Conflicto, creada por la mesa de paz de La Habana.
Eduardo Pizarro Leongómez y el exrector de la Universidad Nacional Víctor Manuel Moncayo, delegados por el Gobierno y las Farc, respectivamente, para hacer la relatoría de los informes de 12 académicos sobre los orígenes del conflicto armado, las razones de su prolongación y el impacto sobre los colombianos, no pudieron hacer una sola relatoría. Decidieron, entonces, que fueran dos y así las presentaron al país. (Lea también: Comisión abrió debate sobre las causas del conflicto armado en el país)
Pizarro Leongómez, uno de los investigadores más acuciosos del conflicto y hoy embajador de Colombia en La Haya, donde ha tenido un diálogo permanente con la Corte Penal Internacional (CPI), habla en esta entrevista con EL TIEMPO de las principales coincidencias y diferencias entre los 12 académicos de la Comisión. Y advierte, en todo caso, que lo más importante para Colombia “no es el consenso, sino la posibilidad de discutir sin matarnos”.
Aunque usted y el profesor Víctor Manuel Moncayo tenían que hacer una sola relatoría sobre los documentos de los 12 académicos, terminaron haciendo dos. ¿Por qué?
Eso demuestra que hay enormes disensos, pero, al tiempo, con Víctor Manuel Moncayo, quien fue rector de la Nacional cuando yo era profesor, quisimos ahondar en el carácter dialogante de la Comisión y hacer dos relatorías para que los colombianos tuvieran múltiples visiones.
¿Y entonces con qué visión se quedará la mesa de negociación, a la que debían darle insumos, especialmente para el tema de víctimas?
La mesa se va a encontrar con varias alternativas y evaluará cuál es la mejor política frente a las discusiones que tiene. Henry Kissinger, cuando era secretario del Departamento de Estado, no aceptaba que sus colaboradores le dieran solo una opción. Exigía varias y evaluaba los costos de cada una para tomar una decisión.
¿Y cuál es el efecto práctico del informe en la mesa de paz de La Habana? ¿De qué sirve?
Como pedagogía, porque mostramos que somos capaces de dialogar aunque tenemos diferencias. El efecto práctico es que se reflexionó sobre por qué en Colombia ha persistido el conflicto cuando todos los conflictos de América Latina desaparecieron y la izquierda llegó a los gobiernos, mientras aquí siguió militarizada.
¿Cuál fue la diferencia más radical entre los 12 académicos?
Que unos consideraron que la lucha armada ha sido legítima porque la pobreza y las restricciones democráticas la dejaron como única alternativa, y otros, que en Colombia había más espacios y la única alternativa no era la armada.
¿No cree que el Frente Nacional, con su repartición del poder entre liberales y conservadores, fue una exclusión política evidente?
El Frente Nacional tuvo enormes restricciones políticas, pero fue la época del esplendor de las luchas sociales, estudiantiles y campesinas. Hay que recordar que el líder comunista del Sumapaz, Juan de la Cruz Varela, fue el segundo de Alfonso López Michelsen para la Cámara en 1960, por el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL). En esa época, Carlos Lleras Restrepo creó la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, que llegó a tener un millón asociados.
¿O sea que usted cree que la izquierda tenía alternativas distintas a la lucha armada?
Muchos ensayistas dicen que la izquierda en Colombia se militarizó de manera muy temprana y eso nos dejó sin opciones de una izquierda democrática. La tragedia fue no haber tenido un partido socialista democrático comprometido con las vías legales.
El jefe de negociadores de las Farc, ‘Iván Márquez’, destacó que con el trabajo de la Comisión ya no habrá un solo discurso sobre el conflicto...
Es que lo más importante hoy no es el consenso, sino la posibilidad de discutir sin matarnos.
La Comisión encontró más coincidencias en las razones de la prolongación del conflicto que en sus causas. ¿Cuáles fueron esas razones?
La presencia del narcotráfico, la tradición de combinar armas y política, tanto en la izquierda como en la derecha, la precariedad institucional, la desigualdad, la violencia contra los civiles, como el secuestro y la extorsión; la provisión privada de seguridad, el sistema político localista y clientelista, los derechos de propiedad, la cuestión agraria y el círculo vicioso de la violencia.
Estamos claros en que la Comisión Histórica no tiene alcances jurídicos, pero sí identifica responsables...
Sí. Hay responsables de crímenes atroces. Agentes del Estado que se desviaron de sus responsabilidades, guerrilleros, paramilitares, y políticos que utilizaron a los paramilitares. Si pensamos en la responsabilidad frente a las víctimas, las élites colombianas pospusieron reformas necesarias en el campo. La pobreza urbana es del 27 por ciento hoy, pero la del campo es del 44 por ciento.
Es decir, la responsabilidad del conflicto es muy amplia.
Sí, pero hay que separar. Una cosa es la responsabilidad penal, que es de quienes cometieron los delitos, y otra cosa es la élite colombiana, que tiene que asumir los cambios que el país pide a gritos. Esa idea de que todos los colombianos somos responsables me parece un escándalo. No hay que crear la culpa colectiva, no todos los alemanes son responsables de Hitler y los campos de concentración, ni todos los colombianos son responsables de la violencia.
Pero, a fin de cuentas, el informe sirvió para establecer responsabilidades...
Sí, porque se refiere a los agentes del Estado que pasaron los límites con ‘falsos positivos’, a los políticos que usaron a los paramilitares para combinar armas y urnas, y a algunos empresarios afectados por la extorsión y el secuestro que privatizaron la seguridad.
Aunque no hubo consenso total en nada, el mayoritario fue en que la agenda de La Habana es la que se necesita para superar el conflicto...
Esa es la mejor conclusión. Fue la gran ratificación de la importancia del tema agrario, del desarme, de no combinar armas y urnas, de no justificar la violencia como recurso legítimo. La agenda que hicieron el Gobierno y las Farc es muy inteligente, porque ataca lo que ha llevado a la prolongación del conflicto. Eso hace que no repitamos la experiencia de El Salvador y Guatemala, que hicieron la paz, pero ha habido más muertos en el posconflicto.
¿Cómo vio el ambiente en la mesa de paz de La Habana?
Es difícil, por las miradas encontradas en muchos temas, pero en el Gobierno y la guerrilla hay mucho optimismo frente a que los obstáculos son salvables. Creo que todos confían en que es la mesa de paz definitiva.
¿Y usted también lo cree así?
Creo que tanto el Gobierno como la guerrilla piensan que la lucha armada ha sido inútil y que les va mejor en la lucha política democrática.
A muchos colombianos parece no interesarles el proceso de paz, o incluso se oponen...
Es probable que para muchos la guerra sea lejana, pero es un grave error. En Colombia, los empresarios guardan el cuatro por ciento del presupuesto para seguridad. En Chile, cero. El país se gasta siete puntos del PIB en el conflicto. Imagínese lo que se podría hacer con esa plata en salud, educación...
¿Cree que los militares piensan lo mismo?
Creo que quieren volver a su función original de defender las fronteras. Fue estratégico llevar a un militar a La Habana. Eso generó confianza, pues una guerrilla piensa, al ver allí a una persona como el general Jorge Mora (uno de los negociadores del Gobierno), que no la van a matar después de la negociación.
¿Cómo se sintió haciendo parte de la Comisión Histórica?
En mi relatoría reproduje una frase del libro de Enrique Santos (Así empezó todo, sobre la génesis del proceso de paz) que me gustó mucho. Dijo que había hecho parte de esto por una responsabilidad política, moral e intelectual. Yo siento la responsabilidad política de buscar la paz. Intelectual, porque mi vida académica ha estado ligada a la reflexión sobre el conflicto. Y moral, porque tenemos que rescatar la frase de Antanas Mockus de que “la vida es sagrada”.
‘El mundo no vería bien que el modelo de justicia hiciera fracasar la paz’
Usted es embajador de Colombia en La Haya, sede de la Corte Penal Internacional (CPI). ¿Cómo ve a este tribunal frente al proceso de paz?
Creo que en La Habana se va a construir un modelo de justicia y paz propio del siglo XXI. Hacer la paz en el siglo XX tenía exigencias menores, porque se aceptaban las amnistías generalizadas para superar dictaduras, como las de Argentina y Chile, o guerras, como las de El Salvador y Guatemala. El fin era lograr la paz aceptando un gran sacrificio en justicia. En el siglo XXI, con la Corte Penal Internacional, el mundo cambió y el valor fundamental es la lucha contra la impunidad para disuadir de los crímenes de guerra y de lesa humanidad. La Habana tiene que ser consciente de que las amnistías generales son imposibles y de que tenemos que construir un modelo que nos permita la paz y que, al tiempo, respete los estándares de la Corte.
¿Y cuál es el estándar básico?
No tiene uno básico. Eso se está construyendo por jurisprudencia de la Corte en distintos fallos.
¿Juega eso a favor del proceso de paz?
Ha habido dos sentencias condenatorias de la Corte a dos milicianos del Congo, y los jueces han ido ajustando y construyendo jurisprudencia. Los colombianos podemos ayudar a construir esa jurisprudencia respetando los postulados del Estatuto de Roma.
¿Es optimista frente a esto?
Sí, por una razón en particular. El mundo tiene muchas esperanzas sobre la paz de Colombia. No vería bien que fracasáramos en la paz por un modelo de justicia que lo hiciera inviable.
MARISOL GÓMEZ GIRALDO
Editora de EL TIEMPO
En Twitter: @MarisolGmezG

2015/02/20

VELAS Y VIDAS...¿Y AHORA QUÉ SIGUE?

VELAS Y VIDAS
(Primera versión: 3er miércoles de febrero: 2015)
Quizás antes de la muerte de Xiomara, Samuel, Enier y Juliana, el que se delataran las estadísticas de niños víctimas de la violencia del adulto, los 1200 niños muertos en un año, hasta ahora  serían solo eso, unas estadísticas más. El asesinato de los 4 niños del Caquetá destapó esta cruda realidad. Empezar un año entre conflictos de políticos, trampas mediáticas, bobadas de farándula y alguna “pata” rota sin que se diera especial relevancia a la tragedia de los niños de Colombia, convocó esta concentración en todo el país. La movilización social de un grupo de indignados por los hechos se agita y tras la publicación de una caricatura contundente como la de Matador se exacerbó los ánimos, entonces dio inicio la movilización.

¿Quién mejor para convocar una movilización civil y simbólica, ajena a cualquier amague partidista en plena época electoral que los mismos escritores de literatura infantil? Cuenteros, artistas, Fueron ellos, al lado de un grupo de ciudadanos tan indignados como desconcertados, los que iniciaron la convocatoria, ellos a los que les mataron 1200 lectores de cuentos fantásticos, dulces, de esperanza, hicieron el llamado. A través de redes y con el lema “1200 historias que no se contaron”, impulsados desde un ágora cívica, se dio inicio a la convocatoria en plazas y espacios de la ciudad para encender 1200 velas y recordar así a nuestros niños y niñas asesinados. La respuesta en diez días fue contundente en las redes.

Se unieron ciudades como Armenia, Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cali, Cartagena, Cúcuta, Manizales, Marsella, Pereira, Puerto Asís, Riohacha, Santa Rosa de Cabal y en quién sabe qué otros lugares de la Colombia periférica que ciertas centralidades -además de las mediáticas- sólo validan su existencia ante las tragedias


(foto de www.latarde.com )  

Casi todos se concentraron en las principales plazas de estas ciudades, e indistintamente de la asistencia se dio un instante, sagrado y sencillo, de  la simpleza de lo importante, para recordar a los niños víctimas de la violencia del adulto y tratar de interiorizar ese número nefasto que nos une. El acompañamiento de medios, autoridades, comunidad, organizaciones, todos juntos para recordar y leer un manifiesto que le dijera a los niños que nosotros los adultos nos comprometemos a cuidarlos.

Ahora queda el compromiso, el manifiesto, la red consolidada de adultos por todo el país trabajando juntos para que el próximo año, cada tercer miércoles de Febrero, encendamos menos velas y podamos ser veedores, conciencia y voz que señale los casos de maltrato a la niñez. El compromiso entonces está en persistir por cuidar a esta generación que crece en medio del miedo.

Aquí pueden encontrar fotos parciales de cada una de esas 13 ciudades … las reportadas:http://ow.ly/Jo8WN   y descargables en  http://ow.ly/Jo8hR

GRACIAS!
(Informes red nacional en creación ¡¡¡ VINCULATE!!! Carlos Vicente Sánchez CAVISA:

2015/02/19

“Si una joven se casa sin ser virgen, morirá apedreada” ...¿está de acuerdo?

*nota de la dirección: 
Este blog promueve el debate desde el respeto y la argumentación (http://ow.ly/jm2na ) 
consideramos que esta columna se mantiene en estos principios. 
Para el autor, no publicarla en @elcolombiano implicaría su renuncia: y renunció. La publicamos aquí y lo vinculamos si lo considera.



(Nos permitimos resaltar algunos aparte de la columna)

La Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana emitió un preocupante concepto enviado a la Corte Constitucional para que sea tenido en cuenta en el debate sobre la posibilidad de que las parejas homosexuales adopten.
Preocupante, entre muchas otras cosas retrógradas, porque establece: “las personas homosexuales y lesbianas merecen nuestro respeto como personas, pero hay que señalar que su comportamiento se aparta del común, lo que constituye de alguna manera una enfermedad”.
El concepto es obsoleto, retrógrado y viene de lo establecido por la Biblia sobre la homosexualidad. Lo alarmante es que en la Facultad de Medicina, donde debería primar únicamente el criterio científico y médico, todavía tengan relevancia conceptos religiosos, que la misma ciencia ha demostrado equivocados y se pensaban superados.
Tratar de mantener vigentes esos conceptos dogmáticos, para una universidad o incluso la Corte Constitucional, en los debates que tienen que ver con los derechos de la comunidad LGBTI, es tan equivocado como mantener los principios que contiene la Biblia sobre la virginidad, la desobediencia de los hijos, o la esclavitud. A continuación, algunos ejemplos textuales de conceptos que se han demostrado aberrados, que nos trae el libro que transmite la palabra de dios.
  • “Ningún varón que tenga un defecto presentará las ofrendas, ya sea ciego o bizco, desfigurado o desproporcionado, enano o cojo, sarnoso o tiñoso, o jorobado, o con un pie o una mano quebrados o con los testículos aplastados” (Levítico 21:18).
  •  “Si alguien tiene un hijo rebelde que no obedece ni escucha cuando lo corrigen, lo sacarán de la ciudad y todo el pueblo lo apedreará hasta que muera” (Deuteronomio 21:18-21). 
  • “El que le pegue a su padre o a su madre morirá” (Éxodo 21:15). 
  • “El que maldiga a su padre o a su madre morirá” (Éxodo 21:17 y Levítico 20, 9).
  •  “El que no obedezca al sacerdote ni al juez morirá” (Deuteronomio 17:12). 
  • Si una joven se casa sin ser virgen, morirá apedreada”(Deuteronomio 22: 20-21). 
  • “Si un hombre yace con una mujer durante su menstruación y descubre su desnudez, ambos serán borrados de su pueblo” (Levítico 20:18). 
  • “Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, ambos morirán” (Deuteronomio 22:22). 
  • “Al que ofrezca sacrificios a otros dioses que no sea el Señor, lo mataréis” (Éxodo 22:19-20). 
  • “Si un hombre vende a su hija como esclava, la hija no recuperará su libertad como cualquier otro esclavo” (Éxodo 21:7).
  •  “Si compras un esclavo hebreo, te servirá seis años” (Éxodo 21:2). 
  • “Si un hombre hiere a su esclavo o a su esclava y los mata, será reo de crimen. Pero si sobreviven uno o dos días no se le culpará porque le pertenecían” (Éxodo 21: 20).
  •  “Si un hombre hiere a su esclavo en un ojo dejándolo tuerto, le dará la libertad a cambio del ojo que le sacó” (Éxodo 21:26).

La Universidad de La Sabana y la Corte Constitucional deberían tener claro que seguir definiendo la homosexualidad como una enfermedad, o tratando a la comunidad LGBTI como anormales, basándose en la palabra de dios, es tan aberrado como defender la esclavitud, promover el castigo a muerte para los hijos, o pedir pedradas para las mujeres que pierdan su virginidad antes del matrimonio.
Todos esos conceptos están en la Biblia y, como la historia ha demostrado, en esos temas, dios estaba equivocado.
*Nota de la Dirección (de @elcolombiano)  Este diario promueve el debate desde el respeto y la argumentación. Consideramos que esta columna se aleja de estos principios. Para el autor, no publicarla implicaría su renuncia. La publicamos y aceptamos su renuncia.