Durante su paso por Bogotá, la mujer que le enseñó al mundo a amar a los chimpancés habló sobre pesticidas, contaminación y escasez de agua.
Jane Goodall dio esta entrevista con un chimpancé de peluche sentado en sus piernas. Con 81 años, es una mujer de una fragilidad arrolladora, como aquella que suele envolver a las grandes eminencias. Concisa y pausada. De cuerpo menudo, ojos verdes cristalinos, un pelo como la nieve y cada “u” bien alargada y cada “t” bien marcada, como el resultado de su acento británico.
A los 23 años viajó a Kenia, rompiendo los moldes de la típica niña inglesa de clase media-alta. Allí trabajó con el famoso antropólogo Louis Leakey. Más tarde, en 1960, viajó a Gombe, Tanzania, con la misión de investigar a los chimpancés salvajes de la zona. Con la única compañía de su madre y un cocinero, y equipada con unos binóculos y un cuaderno, arrancó un proyecto de investigación que duraría, en teoría, 6 meses y que hoy se prolonga por más de medio siglo.
Famosa por sus 25 libros, artículos científicos y más de 20 películas y documentales. Voz mundial del medioambiente y posiblemente la más conocedora de los chimpancés y otras especies de monos. En su visita por Bogotá, y en entrevista exclusiva para El Espectador, estas fueron sus respuestas:
¿Cómo una mujer inglesa, de clase media-alta viaja a África y se convierte en una de las voces más sonadas del medioambiente en el mundo?
Tomó un buen tiempo, porque cuando empecé a estudiar, en 1960, las personas no hacían eso. Era muy difícil conseguir el dinero y no había ido nuca a una universidad. Era una simple niña que amaba a los animales. Después National Geographic se involucró y se dio cuenta de que había visto a los chimpancés y había ganado herramientas. En ese punto enviaron a un fotógrafo y a un cineasta, Hugo van Lawick, quien se convirtió en mi primer esposo. Fue su filme el que hizo que los chimpancés calaran en la mente y el corazón de las personas de América y del mundo. Pero no eran sólo los chimpancés, era esta joven niña que salía al mundo y que mostraba que ellos son más fuertes que nosotros. Era una especie de drama, de La bella y la bestia.
Cuando uno habla con biólogos y antropólogos usted es el referente de muchos de ellos. ¿Qué siente?
Es algo que simplemente pasó. No es que haya tratado de inspirar a la gente. Era mi historia la que había inspirado a la gente. Supongo que tuve suerte. Conté con una madre maravillosa que apoyó mi deseo loco de irme a África cuando las niñas de mi edad no hacían ese tipo de cosas. Después conocí a Louis Leakey y él también sentía que las mujeres somos buenas observadoras. Entonces él consiguió el dinero de un hombre muy rico en América sólo para seis meses. Lo único que puedo decir es que fue gradual. Que me alegra que la gente se interese en estos temas y trate de salvar el medioambiente antes de que sea tarde.
¿Qué les pueden enseñar los chimpancés a los humanos?
Que no somos tan diferentes a otros animales como solemos pensar. La gran diferencia es el desarrollo explosivo de nuestro intelecto. Y lo que creo es que nosotros, y sólo nosotros, hemos desarrollado un lenguaje que usa palabras. Por eso podemos discutir conceptos, discutir ideas, hablar de lo que pasó hace 20 años, planear lo que pasará en 10 años, enseñar sobre cosas que están en el presente. Los gestos de ellos son idénticos a los nuestros. Pero, además de esto, podemos hacer estrategias. Entonces enviamos a alguien a la Luna...
De hecho, los chimpancés ya llegaron a la Luna…
Sí, uno de ellos fue el primero, pero enviado por nosotros.
¿Y podrían evolucionar más?
No. Si ellos desarrollan el lenguaje, serían otra especie.
¿Cómo define su activismo hoy en día?
Está en hablar. En universidades, en grandes círculos de negocios, a oficiales de los gobiernos. Hablar con el que pueda. Pero creo que lo más importante ahora es desarrollar el programa de Roots & Shoots.
Roots & Shoots está en 141 países…
Y existen alrededor de 150 mil grupos. De esos, uno de ellos puede ser un colegio completo. Comprende todas las edades, desde preescolar hasta la universidad.
¿Cuándo empezó?
En 1991, y fue muy intenso, creció muy rápido. Roots & Shoots es un programa educativo, global, medioambiental y humanitario diseñado para jóvenes por el Instituto Jane Goodall.
¿Cuál considera que es el mayor problema de la humanidad?
Tres problemas que se entrecruzan. El primero es la extrema pobreza que lleva a que no se pueda acceder a los alimentos. El segundo es el estilo de vida insostenible de muchas otras personas que compran un par extra de zapatos sólo porque se ven bien, pero no porque los necesiten o compran demasiada comida y la botan a la basura. Y el crecimiento de la población humana. Si tomamos esos tres problemas, vemos que han conducido al cambio climático.
¿Qué espera que suceda en la cumbre del cambio climático que se avecina en París?
Uno siempre puede tener esperanzas. Uno puede esperar que firmen un acuerdo. Este sentimiento generalizado es que el calentamiento global será aterrador, pero el problema real para mí es que los países quieran hacer la mayor cantidad de dinero posible.
¿Cuál sería el nuevo rol que deberían asumir las nuevas generaciones de científicos y activistas?
Por eso es que le apuesto a Roots & Shoots. Porque es un programa que se pega. Y se trata de personas y medioambiente. Ya hay una amenaza corriendo de aprender a vivir en paz y armonía entre religiones, culturas, naciones y entre nosotros con el mundo natural. Entonces, para mí, tiene todos los ingredientes que necesitamos para construir un mundo en paz.
Ya fue la “Mensajera de la paz” de Naciones Unidas. Si pudiera ser la ministra ambiental del mundo, ¿cuáles serían sus tres proyectos claves?
Ministra ambiental del mundo... qué pensamiento tan horrible (risas). Una cosa que definitivamente haría sería prohibir a Monsanto y compañías de ese estilo, porque son malvadas. Los pesticidas que esparcen sobre los cultivos y la manera en que hacen agricultura, que es de monocultivo e inmensa. Una cosa que haría sería volverlo chatarra y decir que debemos volver sobre la agricultura sostenible. Las personas comerciales y los grandes agricultores dirían: “Si usted quiere alimentar al mundo debe tener esta forma convencional de agricultura” ¡Eso no es cierto! Hay mucha gente que demuestra que se puede alimentar al mundo de una manera sostenible sin dañar al medioambiente.
Ese es uno. ¿Y los otros dos?
Haría algo contra la polución. Contaminamos los ríos y la Tierra. Y eso incluiría la minería de oro que contamina terriblemente los ríos. Finalmente, mi tercero, conservar el agua.
Colombia se encamina hacia el fin de un conflicto de 60 años. ¿Cuál es el rol de la biodiversidad en la paz?
Si el agua se seca, y se seca, y se seca, la gente va a volver a tomar sus armas y pelear por lo único que queda de agua. Y el cambio climático definitivamente amenaza las fuentes hídricas. Es muy importante trabajar para salvar el medioambiente. Necesitamos un ambiente sano para personas pacíficas. Entonces los dos van de la mano.
¿Qué puede aprender Colombia de países africanos, como el Congo, que han atravesado conflictos armados, pero tienen una riqueza natural inmensa?
Bueno, eso depende. No me atrevería a responder eso. Si me hiciera esta pregunta hace 18 años atrás estaríamos hablando de Burundí, que atravesó por un genocidio y no recibió el apoyo internacional que tuvo Ruanda. Las lecciones que aprendemos al mirar los conflictos del mundo es que son muy difíciles de frenar.
La gente está cansada de los conflictos. El negocio de las armas es tan perverso...