A partir de los procesos de paz con las guerrillas en los años 80 del siglo anterior -tal cual se puede leer en las treguas firmadas- se comenzaron a decantar una serie de escenarios de participación ciudadana los cuales han tenido esencialmente un papel formal pues han sido instancias con alguna incidencia en las iniciativas y en la fiscalización y muy poca en procesos de consulta, concertación y gestión con la ciudadanía, con el ciudadano: con USTED.
Desde esos años, pero especialmente con las leyes emanadas de la nueva Constitución la cual también se relaciona con el acuerdo de paz con las guerrillas desmovilizadas en aquel entonces, aparecieron los Consejos Territoriales de Planeación; el Consejo Municipal de Planeación; las Juntas Administradoras Locales; la Junta Municipal de Planeación; las Veedurías Ciudadanas; las asociaciones de usuarios de salud; los comités de participación comunitaria en salud; el consejo municipal de seguridad social en salud; el Consejo municipal de desarrollo rural; los Foros educativos municipales; los Comités de ética hospitalaria; etcétera
La Fundación Corona, liderada por un prominente hombre del empresariado de éste país, concluía hace algunos años que ese modelo de participación se estremecía, dependiendo del Presidente, alcalde o gobernador (y de quienes los rodean) entre dos extremos: una “participación ciudadana” donde se apunta a “crear los mecanismos, conformarlos, pero para que se conviertan en cascarones vacíos y para que sus miembros no se conviertan en actores de la vida local”. Y el otro, minoritario pero con valiosos ejemplos asociados a la “Cultura Ciudadana”, donde la participación se orienta a “estimular el protagonismo de los ciudadanos y la concertación entre el gobierno local y la ciudadanía bajo el supuesto de que es la única manera de enfrentar con éxito los problemas de la colectividad”… (¿Qué ha pasado con la participación ciudadana en Colombia? Bogotá: Fundación Corona, 2003, p. 151-152).
Esos extremos se han mantenido y asisten hoy al advenimiento de una revolución mundial donde las redes sociales (FaceBook, Twitter, etc) son dinamizadoras, potenciadoras de la participación ciudadana y donde cada vez es más claro que las formalidades institucionales asociadas a la democracia representativa -clientelista… para nuestrocaso- poco o nada encajan y encajarán en el siglo XXI .
Esfuerzos como el de “Pereira Cómo Vamos” , que convocó ayer un escenario de socialización de la nueva ley de participación ciudadana (http://ow.ly/ewmWY ) la cual por cierto trae un capítulo “deberes de las autoridades públicas alrededor de las instancias de participación ciudadana”; apuntan a fortalecer el proyecto democrático-participativo, a darle aliento a la “cultura de la participación” a que apre-he-ndamos en el día a día valores y prácticas participativas a través de procesos de educación y socialización en donde el ciudadano, USTED, de manera ideal, tendrá/tiene un papel de co-decisión en torno a la toma de decisiones públicas superando el ideario donde la ciudadanía se limita/ba a informar a las autoridades sobre su situación social. Tal cual, imagino, sucedía en la riquísima Libia, o en el resto de países petroleros que recientemente hemos visto explotar. Tal vez eso hace parte del juego de Oslo, que ambas partes entendieron que las “revoluciones” ya NO las harán ni los grupos armados, ni las élites avanzadas del establecimiento: ahora y en el futuro las hará “la ciudadanía”, es decir USTED: pero PARTICIPANDO.
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