La mayoría de las universidades, ya no sólo privadas, sino, en general, tienen un personal compuesto esencialmente por catedráticos. En la selva universitaria, los catedráticos son el eslabón más débil de la cadena de presiones. En muchas universidades son pan comido para los estudiantes. Saben que tienen un gran poder sobre sus profes, el poder de evaluarlos. En un país con tan bajos principios de moral y de ética como el nuestro, se entrega un arma que termina afectando a toda la sociedad.
Vamos a poner un ejemplo: En un grupo de 20 estudiantes, 18 califican con un promedio de 4 a un docente, uno le coloca 5, pero otro le coloca 1… es decir que suma 78 puntos, y su nota promedio entonces es 3,9: así la mayoría absoluta del grupo: el 90% le haya puesto 4… pero, ¿qué pasa si 19 le colocan 4 y uno sólo le coloca 1? 77/20: 3,8… por cada estudiante que haya «apretado» y le coloque 1, en su «evaluación», así la mayoría absoluta del grupo le coloque 4, el catedrático recibirá una décima nota menos: volvamos, si entre 20, 17 le colocan 4, y 3 le colocan 1, ya entonces su nota es 71/20 : 3,5… ¿todo porque decidió exigirle a 3 sus deberes?
Con ese simple panorama numérico queda claro entonces que el catedrático, que sabe que le van a renovar o no sus «horitas», en buena medida, por la evaluación que hagan sus estudiantes de él, ¿qué hará al ver esos resultados?, mejor: ¿qué hacen? pues simplemente «evitarse líos». Así semestre tras semestre la mediocridad y permisividad con 1,2,3 o más estudiantes se vuelve un mal ejemplo –los que más se desarrollan: ¿ha oído hablar de la «kakonomía» ([i] )? – y entonces el resultado es la sorpresa a la que asisten algunos cuando encuentran ya no individuos sino mayorías grupales, o grupos enteros con niveles bajos o mediocres, a punto de ser profesionales.
Este es un fenómeno detectado y estudiado, una «eterna discusión» dice JJ. Los «correctivos» que han colocado las universidades es ponderar esa evaluación, con la de los directivos docentes que se relacionan con el catedrático, y otras variables como la autoevaluación. Y tal vez hasta ahí alcanzaba en el pasado, pero ahora con la evolución de los big data, la solución puede ser más sencilla: ponderar las notas acorde con disrupciones en los promedios, o más sencillo, detectar aquellos casos en que la evaluación de un estudiante se diferencia abruptamente del promedio de sus compañeros: ¿acaso No es curioso que entre 20, 18 le pongan 4, y 2 le pongan 1?.
Ahora bien, tampoco se trata de acallar las voces disonantes. Detectado el o los casos, lo que se podría es dejar establecido que –en el ejemplo- la nota del docente realmente es 4, pero, a su vez, convocar a el o los estudiantes que salen de ese promedio a explicar las razones que los llevan a colocar tal evaluación.
Medidas tan sencillas como esa colocaría en su lugar a las y los estudiantes/chantajistas (así como también hay docentes/chantajistas, especialmente en las universidades públicas), y permitiría conocer quejas claras y concretas, de haberlas, sobre casos puntuales de catedráticos. Pero, especialmente, quitaría el temor a la mayoría de los catedráticos de exigir y, por ende, tal vez tendríamos mejores profesionales y con ellos una sociedad de mejor calidad para todos.
[i] https://www.bbc.com/mundo/noticias-37109104
Publicada en varios medios el 2022-01-29
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