“Tener cerca el contagio de COVID es otra historia. Un descuido, una salida innecesaria, unos pocos minutos de desprotección, conlleva a un contagio seguro. Una casa es afectada, dos familias en total incertidumbre de cómo evolucionará en el cuerpo, a dónde nos llevará y si lograrán sobrevivir.
La primera semana está
llena de acomodación, decisión de encierro, responsabilidad con la sociedad,
con el personal médico, con salud pública.
Iniciar el tratamiento con los paliativos entre los cuales se cuenta con
antibióticos y analgésicos, y echar mano de las recetas caseras para ayudar al
organismo. El virus es impredecible, no
es homogéneo en su comportamiento. El
tema de la fiebre no lo veo tan determinante: estuvo ausente. Tampoco los síntomas son iguales así el tiempo
de contagio sea similar. Sí existe una
constante clara: El desaliento y la
molestia en la garganta así fuera corta y/o débil.
La segunda semana, cuando
se cree que ya se ha pasado lo difícil, empieza la angustia. Una de las tías contagiadas, de 93 años,
sufrió convulsiones y terminó hospitalizada, inconsciente, aislada, sola, sin
ningún familiar a su lado. La otra, de
81 años, con altibajos fuertes en la respiración, se hizo necesario el uso de
inhaladores. A esta altura yo ya había
perdido el apetito y el sueño. El miedo
a lo desconocido, a lo que el virus estaba haciendo, cómo evolucionaba y qué
haría se apodero totalmente de mi como cuidadora. Y en medio del proceso uno también siente
síntomas, y curiosamente el resultado sale negativo.
La tercera semana, es la
vencida finalmente. Ya parece que no
sufrirán mayores afectaciones. La Tía
salió del Hospital sin consecuencias.
Llegó a la casa y siguió su vida normal:
Teje, cocina, arregla casa, ayuda a cuidar a su Hermana, menor que ella,
con más complicaciones de salud, aunque no asociadas a COVID. Ambas superan el
virus.
Después sigue la
incertidumbre. El organismo no es el
mismo. La respuesta cotidiana del cuerpo
ya no está. El apoyo médico llega hasta
ahí. Y es ahí donde uno quisiera saber
qué nos espera con las personas cuyos cuerpos están lesionados por un virus que
no conocemos.
De nada sirve centrarse
en la culpa de QUIÉN FUE el responsable del contagio de la familia. De nada sirve. Llegó el virus a la familia y en un abrir y
cerrar de ojos, dos casas, 6 personas, 3 adultos mayores de 81 años, una menor
de 10 años, y dos adultos de 40 años estuvieron en peligro de muerte. Y no es exageración.
Lo cierto es que una
salida INNECESARIA ha matado más gente de la que uno se imagina. No son frases de cajón: Use mascarilla debidamente, lávese las
manos, salga sólo si ES NECESARIO (trabajar, la salud, las necesidades básicas
no son aplazables, TODO LO DEMÁS SI).
Guarde el distanciamiento físico, y recuerde que USTED ES RESPONSABLE DE
TODOS LOS INTEGRANTES DE SU FAMILIA”
Texto de Claudia
Esperanza Castaño Montoya, CECE
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