Espacio Permanente: Primero somos humanos!!!
-da click-
Diciembre 22 de 2006: Diálogo directo con la guerrilla de las Farc para negociar intercambio quiere el Gobierno colombiano
ó www.eltiempo.com/conflicto/noticias
/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3376710.html
2006/12/25
2006/12/24
OJO...¡DE NUEVO LA AMENAZA TOTALITARIA!
imagen de http://www.loc.gov/rr/print
/swann/craws/images/05886r.jpg
Con la admiración que profeso desde los tiempos de la primera Defensoria del Pueblo, por el profesor Madrid-Malo Garizabal, republico este texto aparecido en la versión impresa de EL CATOLICISMO -excelente por cierto- pero disponible digitalmente en http://www.elcatolicismo.com.co/pag5131.pdf
LIMITES DE LA ESTRATEGIA ANTI TERRORISTA
Por Mario Madrid-Malo Garizábal; Abogado y Profesor universitario youes1@gmail.com
El arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede een las Naciones Unidas, advirtió ante la Asamblea General de esa organización que “la estrategia antiterrorista no debe sacrificar los derechos humanos en nombre de la seguridad”.
La advertencia del diplomático pontificio es oportuna. Continuamente se oyen voces que censuran las injustas medidas adoptadas en muchos lugares del mundo para prevenir y reprimir el terrorismo.
En desarrollo de esas medidas, de inocultable cariz totalitario, se han lesionado grave mente los derechos y libertades de millones de personas.
Desde el 11 de septiembre de 2001, fecha de los criminales atentados en los E.E.U.U., se ha ido expandiendo en Europa y en América la temible tesis de que para proteger a sus ciudadanos de la violencia terrorista los gobernantes pueden, a su antojo, omitir el cumplimiento de su obligación primaria de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de todas las personas sujetas a su jurisdicción. Si dicha tesis llega a tener aceptación universal, la humanidad asistirá a un resurgimiento del totalitarismo.
Todo Estado tiene el derecho (y el deber) de impedir la ejecución de actos terroristas, y de sancionar a los responsables de haberlos cometido. Sin embargo, las normas y los procedimientos aplicados con una y otra finalidad han de ajustarse siempre al orden moral objetivo. Para enfrentar el terrorismo no es lícito valerse de aquellas prácticas intrínsecamente perversas que se han empleado, por ejemplo, contra los prisioneros musulmanes de Guantánamo y Abú Ghraib.
La lucha contra la criminalidad terrorista debe desarrollarse dentro de un respeto absoluto por el derecho constitucional, el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. Como bien lo señaló en 2001 el Consejo de Europa, esa lucha “tiene por objeto proteger los derechos fundamentales y la democracia, no socavarlos”.
Para infortunio de la familia humana, la “estrategia antiterrorista” desarrollada en varios países ha originado asesinatos, torturas, detenciones arbitrarias, injerencias ilegales en la privacidad, simulacros judiciales y condenas amañadas. Al incurrir en estas conductas delictivas las autoridades imitan a los terroristas en su desprecio por la dignidad de la persona, sujeto, razón y fin de las instituciones.
Según el Arzobispo Migliore, “las medidas antiterroristas y la protección de los derechos humanos no son objetivos contrastantes”. Otra cosa piensan algunos gobiernos que, con el pretexto de proteger el orden público, quebrantan, incluso, normas perentorias e inderogables del ordenamiento internacional. Para esos gobiernos todo vale a la hora de poner a los terroristas en situación de no poder causar más daños, y así logran que la primera víctima del antiterrorismo sea el sistema democrático.
El Estado no puede convertirse en delincuente para aplastar la delincuencia, ni subversivo para derrotar la subversión, ni terrorista para vencer el terrorismo. Si cae en tal extremo, se convierte en agresor injusto de sus ciudadanos y lesiona gravemente el bien común. Como lo recuerda la doctrina social de la Iglesia, la comunidad política se constituye para servir a la sociedad civil, no para violentar a las personas y a los grupos que la componen.
Nadie puede sentirse seguro en un país dentro del cual las autoridades privan arbitrariamente de la vida, torturan con fines inquisitivos o punitivos, encarcelan a quien les viene en gana, escuchan en forma subrepticia las comunicaciones telefónicas, penetran sin motivo justificado en los domicilios, celebran juicios amañados o condenan con base en pruebas deleznables. El derecho a la seguridad implica, ante todo, estar a salvo del abuso criminal del poder.
El más grande favor que un gobierno puede hacer a los violentos es emplear contra ellos medios injustificables. Esto no deben olvidarlo nunca los que en Colombia diseñan y desarrollan la política de “seguridad democrática”, en cuya aplicación no han faltado irregularidades y desmanes.
La advertencia del diplomático pontificio es oportuna. Continuamente se oyen voces que censuran las injustas medidas adoptadas en muchos lugares del mundo para prevenir y reprimir el terrorismo.
En desarrollo de esas medidas, de inocultable cariz totalitario, se han lesionado grave mente los derechos y libertades de millones de personas.
Desde el 11 de septiembre de 2001, fecha de los criminales atentados en los E.E.U.U., se ha ido expandiendo en Europa y en América la temible tesis de que para proteger a sus ciudadanos de la violencia terrorista los gobernantes pueden, a su antojo, omitir el cumplimiento de su obligación primaria de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de todas las personas sujetas a su jurisdicción. Si dicha tesis llega a tener aceptación universal, la humanidad asistirá a un resurgimiento del totalitarismo.
Todo Estado tiene el derecho (y el deber) de impedir la ejecución de actos terroristas, y de sancionar a los responsables de haberlos cometido. Sin embargo, las normas y los procedimientos aplicados con una y otra finalidad han de ajustarse siempre al orden moral objetivo. Para enfrentar el terrorismo no es lícito valerse de aquellas prácticas intrínsecamente perversas que se han empleado, por ejemplo, contra los prisioneros musulmanes de Guantánamo y Abú Ghraib.
La lucha contra la criminalidad terrorista debe desarrollarse dentro de un respeto absoluto por el derecho constitucional, el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. Como bien lo señaló en 2001 el Consejo de Europa, esa lucha “tiene por objeto proteger los derechos fundamentales y la democracia, no socavarlos”.
Para infortunio de la familia humana, la “estrategia antiterrorista” desarrollada en varios países ha originado asesinatos, torturas, detenciones arbitrarias, injerencias ilegales en la privacidad, simulacros judiciales y condenas amañadas. Al incurrir en estas conductas delictivas las autoridades imitan a los terroristas en su desprecio por la dignidad de la persona, sujeto, razón y fin de las instituciones.
Según el Arzobispo Migliore, “las medidas antiterroristas y la protección de los derechos humanos no son objetivos contrastantes”. Otra cosa piensan algunos gobiernos que, con el pretexto de proteger el orden público, quebrantan, incluso, normas perentorias e inderogables del ordenamiento internacional. Para esos gobiernos todo vale a la hora de poner a los terroristas en situación de no poder causar más daños, y así logran que la primera víctima del antiterrorismo sea el sistema democrático.
El Estado no puede convertirse en delincuente para aplastar la delincuencia, ni subversivo para derrotar la subversión, ni terrorista para vencer el terrorismo. Si cae en tal extremo, se convierte en agresor injusto de sus ciudadanos y lesiona gravemente el bien común. Como lo recuerda la doctrina social de la Iglesia, la comunidad política se constituye para servir a la sociedad civil, no para violentar a las personas y a los grupos que la componen.
Nadie puede sentirse seguro en un país dentro del cual las autoridades privan arbitrariamente de la vida, torturan con fines inquisitivos o punitivos, encarcelan a quien les viene en gana, escuchan en forma subrepticia las comunicaciones telefónicas, penetran sin motivo justificado en los domicilios, celebran juicios amañados o condenan con base en pruebas deleznables. El derecho a la seguridad implica, ante todo, estar a salvo del abuso criminal del poder.
El más grande favor que un gobierno puede hacer a los violentos es emplear contra ellos medios injustificables. Esto no deben olvidarlo nunca los que en Colombia diseñan y desarrollan la política de “seguridad democrática”, en cuya aplicación no han faltado irregularidades y desmanes.
2006/12/19
QUINCHIA: LA MEJOR NOTICIA DEL AÑO…
Quinchía?...se preguntarán la mayoría de mis lector@s, “y dónde es eso?”... haga memoria: ¿recuerda usted esas detenciones masivas que estuvieron de moda al comenzar Uribe I?...si?...las cuales tras tantos errores y errores –de repente- ¡desaparecieron!...pues en Quinchía (en la “nariz” noroccidental de Risaralda) se dió una de esas detenciones y tras 22 meses pusieron en libertad a todos los detenidos: ¡incluido un concejal de 80 años!…esa detención fué ordenada personalmente, como se ha sabido, por el señor presidente: nunca supe que pidiera –al menos- disculpas: ya veremos quién paga las multi millonarias demandas contra la nación de los afectados…muy seguramente “el estado”…es decir: Usted, yo y l@s demás ciudadan@s.
Quinchía, mejor, su pueblo, su gente, de profundos y valiosos ancestros indígenas –casi todo su territorio fue resguardo hasta 1948- es conocida por su rebeldía frente a las injusticias, y lo es desde las guerras civiles del siglo XIX cuando, siendo un aislado fortín liberal, se enfrentaba a sus rivales conservadores; actitud a la que se vería acometida, más de 50 años después, cuando en la (primera) violencia estatal-conservadora, fue tal el terror, que instalaron en la plaza principal de dicho fortín; un bohío de este partido, generando una respuesta igual –o peor- de violencia (segunda) reflejada en las masivas guerrillas liberales del Sargento García, y el Capitán Venganza
La relativa –como en todo el país- paz que trajo el desarrollo del frente nacional, no superó el problema central del pueblo, que es –interesantemente- no la existencia de grandes latifundios, sino el avance del micro-fundio sobre el mini-fundio; las cooperativas alentadas por el INCORA fracasaron y los nuevos actores armados, llegaron nuevamente al pueblo y sus veredas en los 80’s, generando a la par que en el oriente magdalenense del vecino Caldas, el primer grupo paramilitar de Risaralda: los tenebrosos Magníficos, desvertebrados, tras meses de asesinatos, por los organismos de inteligencia del estado; la mayoría –de esa minoría…- de guerrilleros se desmovilizaron en 1991, pero prontamente la zona fue copada por los grupos no desmovilizados, así como por una disidencia de los ya reinsertados.
Este siglo, volvieron a aparecer los paras –ya ni sé de cuál “generación”- y nuevamente tras meses de asesinatos fueron desvertebrados, esta vez, por el ejército; paralelamente una acción conjunta aniquiló paulatinamente la disidencia citada. Los Quinchieños y Quinchieñas, respiran pues hoy, nuevamente, de una relativa paz…pero la pregunta del millón es cómo aclimatar esa paz? cómo hacerla sostenible a corto, mediano y largo plazo?¸ máxime con el problema del microfundio que conduce inevitablemente a la miseria de miles de pobladores, y por ende a un perenne caldo de cultivo para cualquier tipo de expresión armada? Cómo hacer que la riqueza minera de su subsuelo, ya detectada por multinacionales, les sirva a todos los pobladores y no sólo a quienes se “aventajen” con la multinacional?, entre otras preguntas?...pues me ha alegrado descubrir que l@s quinchieñ@s han encontrado el camino…lo vislumbran…paulatinamente, como en otras partes de Colombia –aprendiendo de aciertos y errores- construyen su propia CONSTITUYENTE…esa fue, la mejor noticia del año: los quinchieños, los risaraldenses, los habitantes de la compleja micro región de la intersección Caldas-Antioquia-Risaralda, l@s colombian@s, nos merecemos LA PAZ…y la paz se construye así: no en la teoría-escritorial, sino en la práctica-pueblerina…no desde los pactos de arriba, sino desde los pactos CIUDADANOS de abajo: lo que un (nuevo) amigo llama Democracia Descalza…
y a tod@s: ¡BENDICIONES EN NA(TI)VIDAD Y AÑO NUEVO!
Comentarios a LAS AUTODEFENSAS SON LEGITIMAS
¿Esta es la "historia" de las autodefensas, o de las guerrillas, o de los paramilitares?, porque si bien son los mismos integrantes, varian en sus formas de matanza y conciencia poliltica. Igual, el comentario es interesante en el sentido de la continuidad histórica real o física. sanchezmr@javeriana.edu.co
Leí su articulo. Veo fallas graves de fondo: -el estado burgués no es legitimo,porque no representa la mayoría.solo defiende intereses de una minoría.-por lo anterior tampoco es legítimo que monopolize las armas.con estas oprime a la mayoría.-es muy dañino decirle a la gente que la autodefensa es legítima.mucho menos compararla con los indigenas. no se deber dar ninguna señal de que ello esuna respuesta logica.hay que ser radicales ante estos barbaros.-vivimos una falsa democracia. El estado hay que cortarlo de raiz. no basta con quitarle las hojitas reigo242@yahoo.ca
Así la historia haya justificado las auto-defensas, el ideal debe ser: las armas exclusivamente en poder del Estado y el Estado cumplir con su deber Constitucional de proteger la vida, honra, bienes y soberanía de los ciudadanos y de Colombia. No debe existir otra forma de dirimir las diferencias que no sea a través del dialogo civilizado. Debemos rechazar todo tipo de violencia provenga de donde provenga. Frente a los secuestrados la solución debe ser política y no negociada porque los civiles no se negocian con los actores del conflicto armado. rafauri56@yahoo.com
Para mi el verdadero enemigo es la guerra. Una guerra que conviene a algunos pocos grupos dentro de países que viven de las armas. Pero eso no es novedad, el problema es que en Colombia hemos conseguido siempre hacer caso, unos y otros, zurdos y derechos, a nuestro faro del norte, a la luz esclarecedora que siempre nos ofrece la estrategia perfecta: Durante la guerra fría: Acabar con el comunismo, luego de la guerra fría: Acabar con la oferta y, después del 11 de Septiembre: Acabar con el terrorismo. Siempre estamos acabando con alguien, siempre agrandando la guerra en nuestro suelo.
Pero lo peor, el narcotráfico, con su brutal generación de recursos, da a todos menos al estado, que compensa con sus bonos y contribuciones de guerra que pagamos todos, dinero tal que hace que un pinche país como Colombia aporte más que la mayoría del planeta (con excepción de los 4 grandes hacedores de guerra y otros tontos como nosotros) a aquellos que se benefician de ella.
Pero lo peor, el narcotráfico, con su brutal generación de recursos, da a todos menos al estado, que compensa con sus bonos y contribuciones de guerra que pagamos todos, dinero tal que hace que un pinche país como Colombia aporte más que la mayoría del planeta (con excepción de los 4 grandes hacedores de guerra y otros tontos como nosotros) a aquellos que se benefician de ella.
Claro, el narcotráfico da a la izquierda un poder que jamás había tenido, una posibilidad de hacerse importante, de salir de la marginalidad, de igualar el poder de la clase dirigente. Pero por desgracia, ni mancos ni cojos, estos últimos se suben también al bus para equilibrar y de nuevo, como alumnos aplicados, polarizamos y aumentamos “para el norte” la intensidad del conflicto. No puedo anticipar ahora lo que pasará cuando el valor de la droga caiga, iguale al cacao o a la yuca, no sé si llegará entonces en Colombia el turno del pueblo, pero sí se que dejaremos de pagar todos, ricos y pobres, derechos y zurdos, el brutal tributo de sangre que hoy carcome nuestras entrañas.
2006/12/15
Obituario con hurras (para Pinochet)
Mario Benedetti
Vamos a festejarlo
vengan todos
los inocentes
los damnificados
los que gritan de noche
los que sufren de día
los que sufren el cuerpo
los que alojan fantasmas
los que pisan descalzos
los que blasfeman y arden
los pobres congelados
los que quieren a alguien
los que nunca se olvidan
vamos a festejarlo
vengan todos
el crápula se ha muerto
se acabó el alma negra
el ladrón
el cochino
se acabó para siempre
hurra
que vengan todos
vamos a festejarlo
a no decir
la muerte
siempre lo borra todo
todo lo purifica
cualquier día
la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices
hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda.
2006/12/11
LAS AUTODEFENSAS SON LEGÍTIMAS
El imperio Inca, antes de Colon, se extendió hasta nuestro actual Nariño. Es de presumir que, cuando comenzaron a invadir esas tierras, los indígenas que vivían allí organizaron alguna auto defensa para legítimamente defenderse de los invasores. Ello seguramente también ocurrió cuando los Muiscas invadían a sus vecinos en el altiplano cundiboyacense. Y al arribar los españoles (y los alemanes, y los demás) nuestros indígenas también organizaron formas de autodefensa legítimas frente a la invasión. En las guerras de independencia, hubo autodefensas, en las guerras y guerritas civiles del siglo XIX hubo legítimas autodefensas…
Pedro Antonio Marín, era un campesino que hace, que?, 60 años?…sí, 60 años, porque eso hace que comenzó "la violencia", en 1946 –aunque las semillas las sembraron en los 30's-, era un campesino liberal que organizó una legitima autodefensa para defenderse del ataque al que se veía sometido desde el gobierno conservador a través de su policía, de sus militares –los mismos que le dieron un mini golpe a López Pumarejo- de los grupos para militares de la época, llamados "los pájaros", con sus propios "Cóndores" –homenajeado recientemente, por cierto- … Sí, el campesino Marín organizó su autodefensa con absoluta legitimidad…de hecho no fue sólo él, autodefensas hubo en varias decenas de municipios colombianos en aquellos años, autodefensas conservadoras –para defenderse de los liberales y los comunistas -; Liberales –para defenderse de los conservadores y de comunistas-; Comunistas –para defenderse legítimamente de Conservadores y liberales-. Había auto defensas por todas partes, así no se les llamaran así. Y así, después de comenzar auto defendiéndose, se hubieran convertido en bandas de miserables asesinos.
Para los 60's del siglo pasado, el gobierno de turno expidió un decreto donde valido la existencia de las autodefensas –claro está que también aprendía de las guerras coloniales en África y Asia de aquellos años- y luego llegamos a las autodefensas del Magdalena Medio, pasamos por las Cooperativas Convivir…y, en fin, los colombianos han hecho uso de su legitimo derecho a autodefenderse por siglos…
Estoy de acuerdo con Cepeda Castro en el sentido de que tal continuidad histórica de autodefensas, ésa constante delegación de la función de la defensa de la vida, honra y bienes de las personas, precisamente en las personas; lo que prueba es la enorme incapacidad del estado colombiano estancado en una etapa -llamada en otras partes de "milicias"- por la que se pasó hace décadas o siglos en los países democráticos…mostrando ello el atraso nuestro como nación, una nación que aún no llega al civilizador monopolio del uso de las armas o de la fuerza en manos de un estado realmente representativo de toda la nación.
Al lado de lo anterior, el otro aspecto clave de todo esto es que auto defenderse es eso…es estrictamente auto-defenderse…la autodefensa en tanto existe la debilidad citada del estado, es legitima, claro que sí; pero lo que debilita esa legitimidad es el ATAQUE y lo que la hace ilegitima es el ATAQUE A CIVILES…a personas INERMES o desarmadas…y lo que las hace abiertamente criminales es el que terminen haciendo peores cosas, aún, de las que pretendían defenderse…("¡ahí se les jodio la vaina!" y creo que no sólo es la costa…)…esa es la verdad que necesitamos como ejercicio de sanación nacional : necesitamos saber cuándo y cómo, todos los grupos, sin excepción, pasaron de ser autodefensas a ser ejércitos, pero especialmente, cuándo esos ejércitos, partes o todos, se dedicaron a violar abierta o soterradamente el Derecho Internacional Humanitario torturando, violando, asesinando, desapareciendo, Colombianos y Colombianas por cientos y por miles bien fueran civiles o combatientes en estado de indefensión…
COMENTARIOS –algunos-
A Sr presidente, ¿cuál verdad?
y otra cosa es la impunidad dagquiroga@yahoo.com
Un saludo. He leido su correo. Al respecto hago la siguiente reflexión.Todos los seres humanos son agresivos por naturaleza y violentos por cultura. Violento el subgrupo oficial que para preservar el poder activa la "coacción por la fuerza", "la coacción económica", "la coacción burocrática". Violento el subgrupo antioficial que para sustituir al subgrupo oficial en el poder activa la "Violencia sutil" e incluso llega al "terrorismo" expresión de la anarquía y tambien son violentos los subgrupos cooperadores de uno y del otro, cuando en forma oscilante activan el mecanismo de el "Silencio" como expresión violenta. Freud tenia razon, sólo con la educación se puede regular, civilizar, generar tolerancia. Por otro lado La verdad es indispensabe de primer orden y el poder político con la conducción del Estado -, el poder económico con su juegos de astucia comercial y mercantil - y el Poder sacral - con las mentiras y engaños de su religión - deben decir la verdad, los antioficiales tambien así como los ascilantes silenciosos como complices. tricerebro@hotmail.com
A: Controversia...(Espero las suyas...)
Veo que tus comentaristas te han salido bastante rojos, mucho mas de lo que tus actuales concepciones polìticas admiten. Pero que le vamos hacer, la polarizacion politica que se vive a nivel nacional e internacional hace queque se aglutinen diversos sectores politicos en torno a cuestiones esenciales, hoy el tema del neoliberalismo, el unilateralismo, elmilitarismo, la depredacion de los recursos naturales son asuntos queobligan a asumir posiciones verticales. malzate@hotmail.com
El imperio Inca, antes de Colon, se extendió hasta nuestro actual Nariño. Es de presumir que, cuando comenzaron a invadir esas tierras, los indígenas que vivían allí organizaron alguna auto defensa para legítimamente defenderse de los invasores. Ello seguramente también ocurrió cuando los Muiscas invadían a sus vecinos en el altiplano cundiboyacense. Y al arribar los españoles (y los alemanes, y los demás) nuestros indígenas también organizaron formas de autodefensa legítimas frente a la invasión. En las guerras de independencia, hubo autodefensas, en las guerras y guerritas civiles del siglo XIX hubo legítimas autodefensas…
Pedro Antonio Marín, era un campesino que hace, que?, 60 años?…sí, 60 años, porque eso hace que comenzó "la violencia", en 1946 –aunque las semillas las sembraron en los 30's-, era un campesino liberal que organizó una legitima autodefensa para defenderse del ataque al que se veía sometido desde el gobierno conservador a través de su policía, de sus militares –los mismos que le dieron un mini golpe a López Pumarejo- de los grupos para militares de la época, llamados "los pájaros", con sus propios "Cóndores" –homenajeado recientemente, por cierto- … Sí, el campesino Marín organizó su autodefensa con absoluta legitimidad…de hecho no fue sólo él, autodefensas hubo en varias decenas de municipios colombianos en aquellos años, autodefensas conservadoras –para defenderse de los liberales y los comunistas -; Liberales –para defenderse de los conservadores y de comunistas-; Comunistas –para defenderse legítimamente de Conservadores y liberales-. Había auto defensas por todas partes, así no se les llamaran así. Y así, después de comenzar auto defendiéndose, se hubieran convertido en bandas de miserables asesinos.
Para los 60's del siglo pasado, el gobierno de turno expidió un decreto donde valido la existencia de las autodefensas –claro está que también aprendía de las guerras coloniales en África y Asia de aquellos años- y luego llegamos a las autodefensas del Magdalena Medio, pasamos por las Cooperativas Convivir…y, en fin, los colombianos han hecho uso de su legitimo derecho a autodefenderse por siglos…
Estoy de acuerdo con Cepeda Castro en el sentido de que tal continuidad histórica de autodefensas, ésa constante delegación de la función de la defensa de la vida, honra y bienes de las personas, precisamente en las personas; lo que prueba es la enorme incapacidad del estado colombiano estancado en una etapa -llamada en otras partes de "milicias"- por la que se pasó hace décadas o siglos en los países democráticos…mostrando ello el atraso nuestro como nación, una nación que aún no llega al civilizador monopolio del uso de las armas o de la fuerza en manos de un estado realmente representativo de toda la nación.
Al lado de lo anterior, el otro aspecto clave de todo esto es que auto defenderse es eso…es estrictamente auto-defenderse…la autodefensa en tanto existe la debilidad citada del estado, es legitima, claro que sí; pero lo que debilita esa legitimidad es el ATAQUE y lo que la hace ilegitima es el ATAQUE A CIVILES…a personas INERMES o desarmadas…y lo que las hace abiertamente criminales es el que terminen haciendo peores cosas, aún, de las que pretendían defenderse…("¡ahí se les jodio la vaina!" y creo que no sólo es la costa…)…esa es la verdad que necesitamos como ejercicio de sanación nacional : necesitamos saber cuándo y cómo, todos los grupos, sin excepción, pasaron de ser autodefensas a ser ejércitos, pero especialmente, cuándo esos ejércitos, partes o todos, se dedicaron a violar abierta o soterradamente el Derecho Internacional Humanitario torturando, violando, asesinando, desapareciendo, Colombianos y Colombianas por cientos y por miles bien fueran civiles o combatientes en estado de indefensión…
COMENTARIOS –algunos-
A Sr presidente, ¿cuál verdad?
y otra cosa es la impunidad dagquiroga@yahoo.com
Un saludo. He leido su correo. Al respecto hago la siguiente reflexión.Todos los seres humanos son agresivos por naturaleza y violentos por cultura. Violento el subgrupo oficial que para preservar el poder activa la "coacción por la fuerza", "la coacción económica", "la coacción burocrática". Violento el subgrupo antioficial que para sustituir al subgrupo oficial en el poder activa la "Violencia sutil" e incluso llega al "terrorismo" expresión de la anarquía y tambien son violentos los subgrupos cooperadores de uno y del otro, cuando en forma oscilante activan el mecanismo de el "Silencio" como expresión violenta. Freud tenia razon, sólo con la educación se puede regular, civilizar, generar tolerancia. Por otro lado La verdad es indispensabe de primer orden y el poder político con la conducción del Estado -, el poder económico con su juegos de astucia comercial y mercantil - y el Poder sacral - con las mentiras y engaños de su religión - deben decir la verdad, los antioficiales tambien así como los ascilantes silenciosos como complices. tricerebro@hotmail.com
A: Controversia...(Espero las suyas...)
Veo que tus comentaristas te han salido bastante rojos, mucho mas de lo que tus actuales concepciones polìticas admiten. Pero que le vamos hacer, la polarizacion politica que se vive a nivel nacional e internacional hace queque se aglutinen diversos sectores politicos en torno a cuestiones esenciales, hoy el tema del neoliberalismo, el unilateralismo, elmilitarismo, la depredacion de los recursos naturales son asuntos queobligan a asumir posiciones verticales. malzate@hotmail.com
2006/11/29
TEXTO INVITADO: REFLEXIONES DEL EXCONSTITUYENTE 91 "TICO" PINEDA
Conociendo la enorme sensibilidad que siempre has tenido por los asuntos públicos y la angustia que te producen las sombras en medio de las cuales se encuentra transitando de nuestra amada Colombia, me atrevo a escribirte estas reflexiones con el ánimo de encontrar, colectivamente y hasta donde nuestra humilde inteligencia y posibilidades lo permitan, caminos para enderezar el rumbo.
Creo que la crisis que se ha desatado con motivo del llamamiento a rendir indagatoria a un grupo de congresistas acusados de promover grupos paramilitares, ni más ni menos, es la evidencia del fracaso del modelo contrainsurgente que surgió, por allá en el año de 1984, como respuesta al modelo de guerra conocido como el de “la combinación de las formas de lucha”.
El Estado, aferrado a la “teoría de la seguridad nacional”, respondió con una estrategia contrainsurgente bárbara con la cual, como dice el saber popular, “el remedio resultó peor que la enfermedad”. Primero, recordarás, fue el genocidio de la Unión Patriótica. De manera sistemática y selectiva, uno a uno, fueron asesinados los hombres mujeres de dicha agrupación política sindicados, por voceros políticos y militares del establecimiento, “de ser las bisagras de las FARC”, mientras que a los sobrevivientes se les obligó al exilio.
Luego, siguiendo la lógica de “quitarle el agua al pez”, se combinó la estrategia de implementar directamente obras sociales en las áreas territoriales de influencia de la guerrilla con acciones de asesinatos colectivos y operaciones militares de envergadura. Por una parte, la ejecución de obras de manera directa por parte del Gobierno Nacional (PNR), entre otras, pretendió sustraer del manejo de los recursos a las autoridades territoriales y a los políticos regionales con el argumento de ser “sospechosos de connivencia con la insurgencia armada”. Por otra parte, con la criminalización de la protesta social, con los asesinatos selectivos y colectivos, con las torturas y métodos bárbaros se pretendió disminuir la simpatía y apoyo social a la guerrilla. Dicha estrategia, en ese entonces, produjo un resquebrajamiento en la legitimidad de las Fuerzas Armadas y los primeros reclamos internacionales al Estado por violación de los Derechos Humanos.
Es ahí, en mi sentir, el momento en que la perversidad de la lucha contrainsurgente a “cualquier precio”, encuentra el resquicio y el ambiente político – militar propicio para encargar de la llamada “guerra sucia” a grupos de justicia privada financiados y apoyados por ganaderos, comerciantes y víctimas del secuestro por parte de la guerrilla e integrado por exmiembros de las Fuerzas Armadas sancionados por violación de los Derechos Humanos.
El monstruo empieza a adquirir autonomía cuando el aporte económico no es suficiente para el sostenimiento de la guerra. Encuentra entonces el paramilitarismo la fuente del narcotráfico y de lucha fundamental contrainsurgente se pasa al control territorial de rutas y laboratorios para el procesamiento de cocaína. Grandes ganancias y crecimiento del poder armado llevó a los protectores del poder político y económico territorial a trastocarse en poder avasallador.
El paramilitarismo narcotraficante, en primer momento, penetró las estructuras económicas, sociales, políticas y militares territoriales y, luego, amos y señores en el ámbito territorial, en el fracaso de los diálogos de Pastrana con las FARC y la propuesta de “seguridad democrática” y “Estado Comunitario” de Uribe sumado a la lucha antiterrorista internacional, encontraron el terreno propicio para el diseño de la estrategia de la toma del poder nacional y consolidación del poder territorial. Primero: reincorporación, legalización de las riquezas y neutralización de la extradición. Segundo: Consolidación, supuestamente legitima, del poder territorial. Tercero: Penetración del aparato del Estado. No es extraño, entonces, que el proyecto político que suscribieron algunos congresistas con el paramilitarismo se haya denominado “Movimiento Nacional Comunitario”.
¿Era sostenible un proyecto de tamaña envergadura? Por supuesto que no. Por una parte porque la comunidad internacional, esencialmente el socio comercial y político militar fundamental, los Estados Unidos, no puede permitirse el lujo, en las circunstancias internas y de correlación de fuerzas, de ser socio de un Estado “capturado” por el narcotráfico y violador de los Derechos Humanos. En igual sentido, Europa, miembro del Tribunal de Roma, le es inadmisible un Estado controlado por hombres y mujeres sindicados de ser responsables de cometer delitos atroces o crímenes de lesa humanidad. Por otra parte, aunque se pretenda imponer el discurso de que “en Colombia todo el mundo es bandido” o que “la oposición tiene las manos manchadas de sangre” o “todos tienen rabo de paja”, lo que se está demostrando es que aún quedan reservas con la suficiente autoridad ética y moral en sectores políticos, sociales, judiciales y militares que no se resignan a ser parte de un Régimen indecente como el actual modelo imperante.
Entonces, insisto, la crisis por el llamamiento de la Corte Suprema a los congresistas implicados en el paramalitarismo, las investigaciones de la Procuraduría y de la Fiscalía son la evidencia del fracaso del modelo contrainsurgente de ganar la guerra al costo que sea.
¿Qué hacer? En primer lugar la VERDAD. Pero la verdad para una profunda rectificación del rumbo de la Nación. La verdad para establecer las responsabilidades que de ella se deriven y aplicar justicia (doméstica o internacional). La verdad, como lo dijo el asesinado Álvaro Gómez Hurtado, para “tumbar el Régimen”. La verdad para dignificar el ejercicio de la política y adecentar la democracia. En segundo lugar, la reparación de las víctimas. Desde las víctimas de la Unión Patriótica , aceptando y admitiendo la responsabilidad del Estado en el delito de genocidio, hasta las más recientes producidas por el paramilitarismo. No importa cuan encumbrado se encuentren los responsables ni a que familias o sector social, político o económico pertenezcan. En tercer lugar hacer efectivo el sentido social defendiendo el orden jurídico democrático.
“Un perdón y olvido”, “un punto final” atropellado, aunque no sea la intención, puede llevar a una crisis mal resuelta. Y, una crisis mal resuelta, ello será motivo de otra reflexión, sin lugar a dudas es dejar el caldo de cultivo en el que, más temprano que tarde, renacerá el ciclo de escándalos y recriminaciones futuras.
Creo que la crisis, excusa el tono gransciano, es la oportunidad para que florezca un “Bloque Histórico” que se imponga la inaplazable tarea de restaurar la Dignidad Nacional , entendida como la instauración de un Régimen político, militar, social y económico limpio de corrupción y de la ingerencia armada ilegal. Un Estado social de derecho soportado por un Régimen con la suficiente autoridad para erradicar el narcotráfico y resolver, por vía preferente del diálogo o por la derrota militar, el asunto de la lucha armada a la que, a pesar de ella misma, le encuentro algunos resquicios de naturaleza política.
Ese Bloque Histórico al que te hago referencia, aunque su dirigencia aún no lo haya pensado, está en la obligación de expresarse en el debate electoral del próximo 2007. El espacio que deja la denominada “narcoparapolítica” debe ser copado por expresión del Bloque Histórico o corremos el riesgo de que dichos escenarios sean copados por más de los mismos “reencauchados” o por otros actores armados llámense ellos nueva generación narcoparamilitar o por la renovación de la estrategia guerrillera conocida como la “combinación de las formas de lucha” o la infiltración con “partidos clandestinos”. El resultado: un nuevo escándalo por infiltración “narcoguerrillera”.
Pero bueno: ¿Quién o quienes convocan? ¿Cuándo es oportuno hacerlo? ¿Quienes asumirían los liderazgos territoriales? ¿Es posible superar los “ismos” y las alambradas partidistas para resolver la crisis? ¿Es viable un régimen de partidos en la crisis? ¿Está deslegitimado el Poder Legislativo que amerite su cierre? ¿Está implicado el Poder Ejecutivo en cabeza del Presidente Álvaro Uribe? ¿Cómo se resuelve la crisis en la compleja y diversa realidad territorial? Sinceramente, aún no alcanzo a descifrar las claves para responderme los anteriores interrogantes.
Lo cierto, te lo expreso de todo corazón, es que muchos, entre ellos me cuento y te cuento, estamos convocados para asumir el reto de señalar caminos de superación de la crisis aunque ello implique, en un país lleno de rencores y desquites, correr riesgos. Me asiste la certeza de que no seremos inferiores al reto que los momentos de nuestra historia nos impone.
Con sentimientos de afecto y respeto,
Tico Pineda
P.D. Ah! Me dirás que hace falta un comentario sobre la Asamblea Nacional Constituyente que, por la audacia de la juventud de entonces, se habilitó como escenario para la resolución de la crisis y consolidación de la paz aperturada por el M-19. Desgraciadamente, así lo señalan todos los indicios, el escenario Constituyente de 1991 fue infiltrado por la guerra y el narcotráfico. Ello, para alguien que como Yo le correspondió ser Delegatario, produce desazón y descorazonamiento. Sin embargo, sin pretender poner el “espejo retrovisor”, es necesario que aflore la verdad sobre los acontecimientos y responsables de la infiltración guerrerista y “narca” en la Constituyente. La llamada “guerra integral” inauguró el escenario el 9 de diciembre de 1990 con la “toma de Casa Verde” y el narcotráfico untó las manos de algunos Delegatarios para interferir la decisión sobre la extradición. La verdad de lo acaecido en la Asamblea Nacional Constituyente, aunque nos duela, es un paso necesario para adecentar nuestra Carta Política. Las actuales y futuras generaciones así lo reclaman y debemos darnos la “pela”.
Conociendo la enorme sensibilidad que siempre has tenido por los asuntos públicos y la angustia que te producen las sombras en medio de las cuales se encuentra transitando de nuestra amada Colombia, me atrevo a escribirte estas reflexiones con el ánimo de encontrar, colectivamente y hasta donde nuestra humilde inteligencia y posibilidades lo permitan, caminos para enderezar el rumbo.
Creo que la crisis que se ha desatado con motivo del llamamiento a rendir indagatoria a un grupo de congresistas acusados de promover grupos paramilitares, ni más ni menos, es la evidencia del fracaso del modelo contrainsurgente que surgió, por allá en el año de 1984, como respuesta al modelo de guerra conocido como el de “la combinación de las formas de lucha”.
El Estado, aferrado a la “teoría de la seguridad nacional”, respondió con una estrategia contrainsurgente bárbara con la cual, como dice el saber popular, “el remedio resultó peor que la enfermedad”. Primero, recordarás, fue el genocidio de la Unión Patriótica. De manera sistemática y selectiva, uno a uno, fueron asesinados los hombres mujeres de dicha agrupación política sindicados, por voceros políticos y militares del establecimiento, “de ser las bisagras de las FARC”, mientras que a los sobrevivientes se les obligó al exilio.
Luego, siguiendo la lógica de “quitarle el agua al pez”, se combinó la estrategia de implementar directamente obras sociales en las áreas territoriales de influencia de la guerrilla con acciones de asesinatos colectivos y operaciones militares de envergadura. Por una parte, la ejecución de obras de manera directa por parte del Gobierno Nacional (PNR), entre otras, pretendió sustraer del manejo de los recursos a las autoridades territoriales y a los políticos regionales con el argumento de ser “sospechosos de connivencia con la insurgencia armada”. Por otra parte, con la criminalización de la protesta social, con los asesinatos selectivos y colectivos, con las torturas y métodos bárbaros se pretendió disminuir la simpatía y apoyo social a la guerrilla. Dicha estrategia, en ese entonces, produjo un resquebrajamiento en la legitimidad de las Fuerzas Armadas y los primeros reclamos internacionales al Estado por violación de los Derechos Humanos.
Es ahí, en mi sentir, el momento en que la perversidad de la lucha contrainsurgente a “cualquier precio”, encuentra el resquicio y el ambiente político – militar propicio para encargar de la llamada “guerra sucia” a grupos de justicia privada financiados y apoyados por ganaderos, comerciantes y víctimas del secuestro por parte de la guerrilla e integrado por exmiembros de las Fuerzas Armadas sancionados por violación de los Derechos Humanos.
El monstruo empieza a adquirir autonomía cuando el aporte económico no es suficiente para el sostenimiento de la guerra. Encuentra entonces el paramilitarismo la fuente del narcotráfico y de lucha fundamental contrainsurgente se pasa al control territorial de rutas y laboratorios para el procesamiento de cocaína. Grandes ganancias y crecimiento del poder armado llevó a los protectores del poder político y económico territorial a trastocarse en poder avasallador.
El paramilitarismo narcotraficante, en primer momento, penetró las estructuras económicas, sociales, políticas y militares territoriales y, luego, amos y señores en el ámbito territorial, en el fracaso de los diálogos de Pastrana con las FARC y la propuesta de “seguridad democrática” y “Estado Comunitario” de Uribe sumado a la lucha antiterrorista internacional, encontraron el terreno propicio para el diseño de la estrategia de la toma del poder nacional y consolidación del poder territorial. Primero: reincorporación, legalización de las riquezas y neutralización de la extradición. Segundo: Consolidación, supuestamente legitima, del poder territorial. Tercero: Penetración del aparato del Estado. No es extraño, entonces, que el proyecto político que suscribieron algunos congresistas con el paramilitarismo se haya denominado “Movimiento Nacional Comunitario”.
¿Era sostenible un proyecto de tamaña envergadura? Por supuesto que no. Por una parte porque la comunidad internacional, esencialmente el socio comercial y político militar fundamental, los Estados Unidos, no puede permitirse el lujo, en las circunstancias internas y de correlación de fuerzas, de ser socio de un Estado “capturado” por el narcotráfico y violador de los Derechos Humanos. En igual sentido, Europa, miembro del Tribunal de Roma, le es inadmisible un Estado controlado por hombres y mujeres sindicados de ser responsables de cometer delitos atroces o crímenes de lesa humanidad. Por otra parte, aunque se pretenda imponer el discurso de que “en Colombia todo el mundo es bandido” o que “la oposición tiene las manos manchadas de sangre” o “todos tienen rabo de paja”, lo que se está demostrando es que aún quedan reservas con la suficiente autoridad ética y moral en sectores políticos, sociales, judiciales y militares que no se resignan a ser parte de un Régimen indecente como el actual modelo imperante.
Entonces, insisto, la crisis por el llamamiento de la Corte Suprema a los congresistas implicados en el paramalitarismo, las investigaciones de la Procuraduría y de la Fiscalía son la evidencia del fracaso del modelo contrainsurgente de ganar la guerra al costo que sea.
¿Qué hacer? En primer lugar la VERDAD. Pero la verdad para una profunda rectificación del rumbo de la Nación. La verdad para establecer las responsabilidades que de ella se deriven y aplicar justicia (doméstica o internacional). La verdad, como lo dijo el asesinado Álvaro Gómez Hurtado, para “tumbar el Régimen”. La verdad para dignificar el ejercicio de la política y adecentar la democracia. En segundo lugar, la reparación de las víctimas. Desde las víctimas de la Unión Patriótica , aceptando y admitiendo la responsabilidad del Estado en el delito de genocidio, hasta las más recientes producidas por el paramilitarismo. No importa cuan encumbrado se encuentren los responsables ni a que familias o sector social, político o económico pertenezcan. En tercer lugar hacer efectivo el sentido social defendiendo el orden jurídico democrático.
“Un perdón y olvido”, “un punto final” atropellado, aunque no sea la intención, puede llevar a una crisis mal resuelta. Y, una crisis mal resuelta, ello será motivo de otra reflexión, sin lugar a dudas es dejar el caldo de cultivo en el que, más temprano que tarde, renacerá el ciclo de escándalos y recriminaciones futuras.
Creo que la crisis, excusa el tono gransciano, es la oportunidad para que florezca un “Bloque Histórico” que se imponga la inaplazable tarea de restaurar la Dignidad Nacional , entendida como la instauración de un Régimen político, militar, social y económico limpio de corrupción y de la ingerencia armada ilegal. Un Estado social de derecho soportado por un Régimen con la suficiente autoridad para erradicar el narcotráfico y resolver, por vía preferente del diálogo o por la derrota militar, el asunto de la lucha armada a la que, a pesar de ella misma, le encuentro algunos resquicios de naturaleza política.
Ese Bloque Histórico al que te hago referencia, aunque su dirigencia aún no lo haya pensado, está en la obligación de expresarse en el debate electoral del próximo 2007. El espacio que deja la denominada “narcoparapolítica” debe ser copado por expresión del Bloque Histórico o corremos el riesgo de que dichos escenarios sean copados por más de los mismos “reencauchados” o por otros actores armados llámense ellos nueva generación narcoparamilitar o por la renovación de la estrategia guerrillera conocida como la “combinación de las formas de lucha” o la infiltración con “partidos clandestinos”. El resultado: un nuevo escándalo por infiltración “narcoguerrillera”.
Pero bueno: ¿Quién o quienes convocan? ¿Cuándo es oportuno hacerlo? ¿Quienes asumirían los liderazgos territoriales? ¿Es posible superar los “ismos” y las alambradas partidistas para resolver la crisis? ¿Es viable un régimen de partidos en la crisis? ¿Está deslegitimado el Poder Legislativo que amerite su cierre? ¿Está implicado el Poder Ejecutivo en cabeza del Presidente Álvaro Uribe? ¿Cómo se resuelve la crisis en la compleja y diversa realidad territorial? Sinceramente, aún no alcanzo a descifrar las claves para responderme los anteriores interrogantes.
Lo cierto, te lo expreso de todo corazón, es que muchos, entre ellos me cuento y te cuento, estamos convocados para asumir el reto de señalar caminos de superación de la crisis aunque ello implique, en un país lleno de rencores y desquites, correr riesgos. Me asiste la certeza de que no seremos inferiores al reto que los momentos de nuestra historia nos impone.
Con sentimientos de afecto y respeto,
Tico Pineda
P.D. Ah! Me dirás que hace falta un comentario sobre la Asamblea Nacional Constituyente que, por la audacia de la juventud de entonces, se habilitó como escenario para la resolución de la crisis y consolidación de la paz aperturada por el M-19. Desgraciadamente, así lo señalan todos los indicios, el escenario Constituyente de 1991 fue infiltrado por la guerra y el narcotráfico. Ello, para alguien que como Yo le correspondió ser Delegatario, produce desazón y descorazonamiento. Sin embargo, sin pretender poner el “espejo retrovisor”, es necesario que aflore la verdad sobre los acontecimientos y responsables de la infiltración guerrerista y “narca” en la Constituyente. La llamada “guerra integral” inauguró el escenario el 9 de diciembre de 1990 con la “toma de Casa Verde” y el narcotráfico untó las manos de algunos Delegatarios para interferir la decisión sobre la extradición. La verdad de lo acaecido en la Asamblea Nacional Constituyente, aunque nos duela, es un paso necesario para adecentar nuestra Carta Política. Las actuales y futuras generaciones así lo reclaman y debemos darnos la “pela”.
2006/11/28
2006/11/27
La verdad ...el camino a una sanación nacional
Sr presidente, ¿cuál verdad?
Germán Guzmán Campos,
aquel "Monseñor" quien liderara en los 60's, al lado de Orlando Fals
Borda y de Eduardo Umaña Luna, la Comisión de la Verdad de esa época; publicó en
1968, uno de los tomos del informe de la comisión, denominado "La
Violencia en Colombia" "parte descriptiva", en el aparte
"Tanatomania", describe -en detalle- la barbarie a la que asistimos
(¿asistimos?), en aquellos años.
Un breve resumen serían
Las Torturas: La escalera; El Cuartito; El tubo; El Vaso de Agua; El tramojo;
El trote; La compañía; El Polo. Las consignas: "Picar para tamal",
"Bocachiquiar", "No dejar ni la semilla"; Los Cortes
"de franela", "de Corbata", "de mica",
"francés", "de oreja", sumado a otras modalidades: el
descuartizamiento, la antropofagia –para los enemigos-, el empalamiento,
"arrojar gentes (vivas) de aviones militares" –especialmente en los
Llanos- , el despeñamiento –arrojar personas vivas a abismos-, los crímenes
sexuales, la violación simultánea, la piromanía, los genocidios (El Líbano:
1.500/4.000 asesinados –sí, entre mil quinientos y cuatro mil -, Ceilán 150,
Belalcazar (Cauca) 112, El Turpial 96, Cabrera 95 asesinados, entre algunas, en
diferentes fechas entre 1949 y 1959, pero efectuadas en pocas horas o días cada
una) ( págs. 80 y 325-339). (…todavía no habían inventado las Motosierras…)
En esos años, se da el decreto 0328 de Noviembre
28 de 1958, que si bien desde diversos campos fue censurado, ordenó la suspensión
de las acciones, procesos y sentencias penales a personas vinculadas a lo
acaecido, pues fue ampliamente abalado por los directorios liberal y
–especialmente- Conservador. Ese, tal vez, desde mi punto de vista, fue el
peor error histórico del siglo XX. Tal vez es "el momento en que se jodió
Colombia" que coloquialmente buscaron algunos en los 80's de ese
siglo.
Las guerras, son
terrible, espeluznante, humanamente "normales"…ello parece que lo
entendió la humanidad desde finales de los 40's del pasado siglo cuando
entendió que había que crear un Derecho Internacional Humanitario…porque, en el
fondo, los tratados internacionales asociados a las guerras -que existen desde
hace mucho, baste recordar el tratado "de Gentes" entre el
pacificador Murillo y el libertador Bolívar en nuestra independencia (de
España…)- lo que buscan es reconocer eso: que somos "gente", que a
pesar de la guerra, somos "gente", somos "humanos"…
Entonces se necesita la
verdad, pero no se necesita la verdad para entender una acción armada entre
actores armados los cuales terminan hiriéndose o matándose en un combate
–relativamente- equilibrado. No, porque eso es la guerra y cualquier
guerrero(a) o militar sabe que está expuesto a esa muerte.
La verdad que se
necesita es toda la verdad asociada bien a cuando el rival ha quedado
indefenso: desarmado o herido y especialmente la verdad que se necesita es la
verdad asociada al atentado o al crimen contra los civiles: es decir a aquellos
que no poseen armas desde el comienzo hasta el final de la situación. Porque
esa es la verdad que se necesita?. PORQUE ES LA QUE LA DIGNIDAD HUMANA
UNIVERSAL DEL SIGLO XX Y XXI IMPONE.
Hoy, no se puede volver
a cometer el error que cometimos hace 50 años y que generó los hijos del
monstruo de la impunidad que nos ha arrasado –agigantado por los dineros del
narcotráfico- estas décadas. Aquí, a pesar de que cierto psiquiatra diga que
podemos enloquecernos con la verdad o cierto Ministro tenga el atrevimiento de
cuestionarnos "qué hubiera pasado si hubiéramos sabido la verdad de la
violencia liberal conservadora" (¡por Dios!); necesitamos saber quiénes
fueron los actores materiales y ESPECIALMENTE LOS INTELECTUALES de la barbarie.
Y mis amigos demócratas dentro de las fuerzas armadas y la policía, activos o
inactivos, así como mis amigos demócratas desmovilizados del M-19, del EPL, del
PRT, no tienen por qué temerle a esa verdad: ella es el camino a una sanación
nacional.
Ahhh…y "leyes de
punto final", sí, es posible: igual, como en Argentina, en unos años
tendrán que rendir cuentas. Además una cosa es la verdad, y otra cosa es la
justicia, y otra la reparación: Arranquemos con lo más dignificante: ¡la
verdad!.
(Bogotá, 27 de
Noviembre del 2006)
2006/11/20
TEXTO INVITADO:
FERNANDO GARAVITO, ENTRE EL SILENCIO Y LAS PALABRAS
HOMENAJE “UNA CITA CON LA LIBERTAD”.
MENSAJE DEL OFERENTE EDISON MARULANDA PEÑA
Pereira, 16-11-2006
El periodista de New Yorker, Jon Lee Anderson, para hacer un perfil de ETA recogió diferentes fuentes, una de ellas es el escritor y columnista de El País de Madrid, Fernando Savater. “Durante cinco años Fernando Savater ha permanecido en lo que él ha denominado un ‘exilio interno’. Ha sido declarado blanco de asesinato por parte de la ETA (Euzkadi Ta Azcatasuna, Patria Vasca y Libertad), el grupo separatista que ha estado llevando a cabo asesinatos políticos desde 1968. Los ataques de ETA contra sus críticos han sido brutales y en España cerca de 750 personas se encuentran bajo el mismo tipo de protección policial que Savater” (revista Gatopardo, No. 12, abril de 2001, pp. 40-7).
Recientemente el periodismo del mundo libre fue sacudido por el asesinato de la reportera y analista política rusa, Ana Politkovskaya. Era corresponsal del periódico Novaya Gazeta. La prensa ha dado cuenta de su valiente labor, incluida su implicación como mediadora durante la toma de rehenes en el teatro Dubrovka. Cuatro (4) libros publicados en español: Terror en Chechenia, Una guerra sucia, La deshonra rusa y La Rusia de Putin, nos permiten entender el complejo conflicto de estas naciones y la infatigable búsqueda de la verdad en medio de las guerras de independencia de Chechenia; comprender la razón por la que a Ana Politkovskaya, se le consideraba como “la conciencia moral de Rusia”. Se presume que la causa de su muerte ha sido la persistencia en contar historias de la gente del común, que desenmascaran al tenebroso régimen del presidente Putin, las arbitrariedades del ejército ruso contra la población civil, de las que también son víctimas los jóvenes soldados que prestan el servicio militar obligatorio.
Alguien dirá –y con razón- que no tenemos que ir tan lejos para encontrarnos con el drama que envuelve a hombres y mujeres que han elegido ser fieles a un oficio, una misión, una idea, una convicción, o, simplemente, viven –vivían- en sitios del territorio colombiano donde se libra la guerra que nos torna en noticia truculenta de primera página y de titulares de los medios audiovisuales del planeta.
Está claro, entonces, que hoy no sopla el viento a favor de las libertades individuales tales como la de pensamiento y de expresión en todos los lugares del mundo. Ni siquiera en los Estados Unidos tras los ataques del 11 de septiembre, donde las restricciones del gobierno a cierto tipo de información (léase imágenes) y la autocensura de algunos medios pusilánimes son un virus que ha infestado una sociedad libre, aquella que se preciaba de vivir en “el reino de la libertad”.
Colombia a menudo recibe cuestionamientos de organismos internacionales en relación con este mismo problema. Desde hace décadas, se planean y ejecutan campañas de exterminio contra grupos políticos; contra seres desolados que de forma fría llamamos indigentes o de manera descalificadora “desechables”; también se amenaza y se elimina a periodistas y académicos, sindicalistas y promotores de los derechos humanos, artistas y estudiantes universitarios, entre otros. Aquí, las palabras igualdad y libertad se han escrito y se escriben con ríos de sangre, mientras la tinta se utiliza a menudo en los sellos.
Asimismo, hay otras víctimas, sin abolengos, con un denominador común: sobrevivían en la pobreza. Se trata de gente anónima que algunos quieren reducir a meras cifras de masacres, un dato, una fecha que apenas roza la memoria, nuestra memoria de tan corta duración.
Hasta que irrumpe alguien, empeñado en atraer la atención sobre estas historias, con nombres y rostros, actividades y sentimientos, frustraciones acumuladas y placeres apenas soñados. En medio del sopor colectivo, alguien nos arroja a la cara palabras ensangrentadas desde una columna semanal. Son palabras como Mapiripán y Necoclí y Tamborales y Dabeiba y Encimadas y Barrancabermeja y Uribia y Bojayá y Portete y El Salado y Colosó y Maríalabaja y Macayepo y Chengue. Todas estas, que solían ser palabras sonoras, significativas y hermosas, que olían a vida simple de gente esforzada, ya no podrán serlo jamás, jamás, nunca más. Porque hoy estas palabras condensan todo el terror, todo el dolor, toda la tristeza de los colombianos y las colombianas, que todavía esperan justicia, verdad y reparación…
Alguien que escribe, que conoce a fondo el oficio de escribir, como Fernando Garavito, el hijo del hogar decente y pobre de un maestro y una maestra, se interesa en visibilizar la tragedia de los “sin nombre”, que ya son muchedumbre; en explicar las raíces de nuestra crisis ética, se empeña quijotescamente en derruir a golpes de palabras portadoras de denuncias y de análisis, de contextos y de hechos, todos los mitos del poder representado en una tríada: la política, los grupos económicos y los medios de comunicación. Y lo intenta como escritor público, ejerciendo el periodismo de opinión, por el que optó en el epílogo de su vida periodística.
Es pertinente recordar su concepción del ejercicio del periodismo escrito, que no es sacada de ningún manual, sino que brota de una vivencia reflexionada. “Durante treinta de mis treinta y cuatro años de periodista traté –nos dice en el texto EL COMIENZO DEL FIN, de tono autobiográfico- de ser sólo un obrero de la palabra, respetuoso de la información y de los mecanismos para depararla. Nunca abrigué ambición alguna, y mi desvelo permanente fue mi lector, jamás mi billetera. Durante ese período los medios se derrumbaron, porque no lograron entender que ellos se deben no al capital que alguien invierte sino al más anónimo de sus usuarios”.
Se diría que toda su vida ha sido una apuesta, más que por el periodismo, por la escritura como un fin mayor; su relación con la literatura es un amor no resuelto que él ha problematizado en sus lucubraciones, desde que “el periodismo abrió sus fauces y me devoró –y me trituró- para siempre”. Por esto tras meditar una y otra vez en ella, concluye que “la escritura, se sabe, es una sed, una llaga que no acaba nunca de curarse”.
Fernando Garavito tampoco exime de responsabilidad a los escritores y cierto tipo de escritura que hoy está en boga, en lo que atañe al desbarajuste nacional, o la “hecatombe”, retomando una de las palabras rotundas que él suele usar. Y fustiga, sin vacilación, porque el lenguaje no es inocente. En un ensayo extenso titulado “María Mercedes Carranza, toda la tierra sobre ella pesa”, (prólogo del libro de Alfaguara con la obra completa), además del estudio profundo, del conocimiento de la poesía de diferentes épocas y lenguas y sus cultores, de arriesgar una tesis sobre la poesía de Carranza, Garavito reflexiona sobre el rol de los escritores colombianos de hoy, con su estilo que alberga la sinceridad, la fuerza expresiva, la claridad del razonamiento, todo aquello por lo que se le abomina o se le admira.
“Dentro de ese conjunto de iniquidades y de torpezas, es usual que los escritores dejen de formar parte de la resistencia y se trasladen, con sus bártulos de palabras y de adjetivos, a la acción política que no conduce a parte alguna. Escritores de izquierda, escritores de derecha, escritores de centro, que por ese sólo hecho dejan de ser escritores. Si hay un tercero excluido por antonomasia, ese tal debe ser el escritor, que no es ni víctima ni victimario y cuya única tarea es la de optar por la vida. Pero, desde hace mucho, los escritores colombianos de cualquier pelambre y condición (y generación) dejaron de optar por la vida y pasaron a optar por el mercado. La venta determina su calidad. Como en las telenovelas. Y la venta, a su vez, es determinada por el gesto. En ese derrotero la ética resulta lesionada. El oficio del escritor es escribir desde los meandros de la conciencia común, sobre aquello que hace de su época un instante único en la historia del hombre, y ubicar su yo individual dentro de ese instante, como un elemento valioso para el propósito de aportar luces y sombras al proceso colectivo. Pero el mercado lo ha lesionado todo. Cada uno de los libros que se escriben como nuevos factores de ese juego macabro, termina por ser un salto al vacío, dentro del cual la literatura deja de ser literatura y pasa a ser o banalidad o panfleto. No es una regla invariable, claro está. Pero algo va del García Márquez que escribió El coronel no tiene quien le escriba, al que memorizó un país que no es el nuestro (que no fue el nuestro) en Vivir para contarla. Y algo de La cárcel, de Jesús Zárate, a las ligerezas peso pluma de Rosario Tijeras, la deleznable novela de Jorge Franco”.
Ahí está el talante del hombre crítico. Y en Colombia, la crítica, ya lo sabemos, es un ave exótica que incomoda a las aves nativas, por no decir al resto de nuestra fauna. “Cuando a la crítica se le adicionan elementos que sobrepasan el simple y llano territorio intelectual (odio, amor, amistad, fastidio), la pobre siente que le ponen zancadilla”, sentencia de Garavito con tono de aforista (“Ballet es Welton”, El Espectador, 10 de diciembre de 2002).
Me parece escuchar una de esas voces que siempre salen al paso descalificando a quien cultiva la crítica: “es que no es propositivo”, señala ese hipotético contradictor, para rehusarse al debate. Pues, Fernando Garavito, si ha presentado una propuesta seria. Se trata del lenguaje, sin el cual no es posible construir sujeto, país, ciudadanía, democracia o la esfera de lo público.
¿País? Y así llegamos al tema que es una obsesión de este escritor desterrado. Incontables son los textos y artículos de su producción intelectual dedicados a mirar y a pensar El País. Y uno se topa, por ejemplo, con el libro EL VUELO DE LAS MOSCAS. Ahí está una rica gama de comentarios, de reflexiones, de análisis sobre Su Gran Tema (con mayúscula). Los siete capítulos y sus títulos son una constatación de lo dicho: El país que fue, una oportunidad para el amor; El País que es, henos aquí pensando; El País que no es, historias con el mago de Oz; El País de ellos, de pipiripao; El País que no será, jaula y macacos; El país que será, después del teatro; El país del silencio, estar corderos.
Para la escritura, como para cualquier tipo de creación, es imprescindible la libertad individual. Digamos entonces algo más al respecto.
El pensador judío-inglés Isaiah Berlin, en “Cuatro ensayos sobre la libertad”, en la última parte del texto, donde se ocupa de examinar el aporte de John Stuart Mill a la reflexión sobre la idea y el valor de la libertad individual, plantea una pregunta: “Qué precio es justo pagar por el gran bien de la libertad de expresión?” Y Berlin, dice de inmediato, “sin duda alguna uno muy caro; pero ¿sin límites? Y si no, ¿quién dirá qué sacrificio es, o no es, demasiado grande? Mill continúa diciendo que una opinión considerada como falsa puede ser, no obstante, parcialmente verdadera porque no hay una verdad absoluta sino solo diferentes caminos hacia ella”.
El tema da para una fecunda discusión y ya se sabe que alrededor de esta idea se alinean dos bandos. Los defensores fervorosos frente a los antagonistas irreductibles de la libertad individual. Acerca de estos últimos señala Karl Popper que “los enemigos de la libertad han acusado siempre a sus defensores de propósitos subversivos. Y casi siempre han logrado persuadir a los cándidos y bien intencionados”. No puede negarse que la otra cara de la libertad es la responsabilidad. Pero también hay que aceptar la mayoría de edad del ciudadano(a) para, como diría Kant, atreverse a pensar por sí mismo, que significa “un pensar libre de prejuicios”.
A los colombianos nos cuestan demasiado dos cosas: 1. Salir de la minoría de edad, esto es, superar la incapacidad de servirse del entendimiento, sin la guía de otro; 2. Respetar el derecho humano a la libertad de pensamiento y de opinión de quien decide “pensar por sí mismo”. De otra parte, la obra de Fernando Garavito, que reúne ensayos, poemas, periodismo literario y de opinión, biografías, perfiles, libros inéditos de literatura y que están en su famoso “ridiculum vitae” –les doy una primicia- será nutrida por dos nuevos títulos que se publicarán el próximo año, en una editorial de Bogotá. Se trata de una antología de Juan Mosca, en la que anuncia la muerte del bicho, y otra con una selección de textos inéditos suyos que plantea su resurrección literaria después de varios años de silencio. El de Juan Mosca –su alter ego- se llama "Tentación de lo efímero", y el que firma Fernando "Banquete de Cronos". Ofrezco en nombre de sus lectores y lectoras de Pereira, de todos los que asumimos la democracia como un modo racional de convivir, este cálido homenaje, realizado con la convicción de que su obra tiene el mérito de poder resistir varias lecturas; también por su valiente acción de decirnos verdades como el contubernio entre política y paramilitarismo, desde hace años arriesgándolo todo, y que hoy la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General de la Nación, están corroborando. En Pereira todavía existen la solidaridad y el amor por la libertad…Esta noche han reverdecido estos valores gracias a ustedes. MUCHAS GRACIAS.
FERNANDO GARAVITO, ENTRE EL SILENCIO Y LAS PALABRAS
HOMENAJE “UNA CITA CON LA LIBERTAD”.
MENSAJE DEL OFERENTE EDISON MARULANDA PEÑA
Pereira, 16-11-2006
El periodista de New Yorker, Jon Lee Anderson, para hacer un perfil de ETA recogió diferentes fuentes, una de ellas es el escritor y columnista de El País de Madrid, Fernando Savater. “Durante cinco años Fernando Savater ha permanecido en lo que él ha denominado un ‘exilio interno’. Ha sido declarado blanco de asesinato por parte de la ETA (Euzkadi Ta Azcatasuna, Patria Vasca y Libertad), el grupo separatista que ha estado llevando a cabo asesinatos políticos desde 1968. Los ataques de ETA contra sus críticos han sido brutales y en España cerca de 750 personas se encuentran bajo el mismo tipo de protección policial que Savater” (revista Gatopardo, No. 12, abril de 2001, pp. 40-7).
Recientemente el periodismo del mundo libre fue sacudido por el asesinato de la reportera y analista política rusa, Ana Politkovskaya. Era corresponsal del periódico Novaya Gazeta. La prensa ha dado cuenta de su valiente labor, incluida su implicación como mediadora durante la toma de rehenes en el teatro Dubrovka. Cuatro (4) libros publicados en español: Terror en Chechenia, Una guerra sucia, La deshonra rusa y La Rusia de Putin, nos permiten entender el complejo conflicto de estas naciones y la infatigable búsqueda de la verdad en medio de las guerras de independencia de Chechenia; comprender la razón por la que a Ana Politkovskaya, se le consideraba como “la conciencia moral de Rusia”. Se presume que la causa de su muerte ha sido la persistencia en contar historias de la gente del común, que desenmascaran al tenebroso régimen del presidente Putin, las arbitrariedades del ejército ruso contra la población civil, de las que también son víctimas los jóvenes soldados que prestan el servicio militar obligatorio.
Alguien dirá –y con razón- que no tenemos que ir tan lejos para encontrarnos con el drama que envuelve a hombres y mujeres que han elegido ser fieles a un oficio, una misión, una idea, una convicción, o, simplemente, viven –vivían- en sitios del territorio colombiano donde se libra la guerra que nos torna en noticia truculenta de primera página y de titulares de los medios audiovisuales del planeta.
Está claro, entonces, que hoy no sopla el viento a favor de las libertades individuales tales como la de pensamiento y de expresión en todos los lugares del mundo. Ni siquiera en los Estados Unidos tras los ataques del 11 de septiembre, donde las restricciones del gobierno a cierto tipo de información (léase imágenes) y la autocensura de algunos medios pusilánimes son un virus que ha infestado una sociedad libre, aquella que se preciaba de vivir en “el reino de la libertad”.
Colombia a menudo recibe cuestionamientos de organismos internacionales en relación con este mismo problema. Desde hace décadas, se planean y ejecutan campañas de exterminio contra grupos políticos; contra seres desolados que de forma fría llamamos indigentes o de manera descalificadora “desechables”; también se amenaza y se elimina a periodistas y académicos, sindicalistas y promotores de los derechos humanos, artistas y estudiantes universitarios, entre otros. Aquí, las palabras igualdad y libertad se han escrito y se escriben con ríos de sangre, mientras la tinta se utiliza a menudo en los sellos.
Asimismo, hay otras víctimas, sin abolengos, con un denominador común: sobrevivían en la pobreza. Se trata de gente anónima que algunos quieren reducir a meras cifras de masacres, un dato, una fecha que apenas roza la memoria, nuestra memoria de tan corta duración.
Hasta que irrumpe alguien, empeñado en atraer la atención sobre estas historias, con nombres y rostros, actividades y sentimientos, frustraciones acumuladas y placeres apenas soñados. En medio del sopor colectivo, alguien nos arroja a la cara palabras ensangrentadas desde una columna semanal. Son palabras como Mapiripán y Necoclí y Tamborales y Dabeiba y Encimadas y Barrancabermeja y Uribia y Bojayá y Portete y El Salado y Colosó y Maríalabaja y Macayepo y Chengue. Todas estas, que solían ser palabras sonoras, significativas y hermosas, que olían a vida simple de gente esforzada, ya no podrán serlo jamás, jamás, nunca más. Porque hoy estas palabras condensan todo el terror, todo el dolor, toda la tristeza de los colombianos y las colombianas, que todavía esperan justicia, verdad y reparación…
Alguien que escribe, que conoce a fondo el oficio de escribir, como Fernando Garavito, el hijo del hogar decente y pobre de un maestro y una maestra, se interesa en visibilizar la tragedia de los “sin nombre”, que ya son muchedumbre; en explicar las raíces de nuestra crisis ética, se empeña quijotescamente en derruir a golpes de palabras portadoras de denuncias y de análisis, de contextos y de hechos, todos los mitos del poder representado en una tríada: la política, los grupos económicos y los medios de comunicación. Y lo intenta como escritor público, ejerciendo el periodismo de opinión, por el que optó en el epílogo de su vida periodística.
Es pertinente recordar su concepción del ejercicio del periodismo escrito, que no es sacada de ningún manual, sino que brota de una vivencia reflexionada. “Durante treinta de mis treinta y cuatro años de periodista traté –nos dice en el texto EL COMIENZO DEL FIN, de tono autobiográfico- de ser sólo un obrero de la palabra, respetuoso de la información y de los mecanismos para depararla. Nunca abrigué ambición alguna, y mi desvelo permanente fue mi lector, jamás mi billetera. Durante ese período los medios se derrumbaron, porque no lograron entender que ellos se deben no al capital que alguien invierte sino al más anónimo de sus usuarios”.
Se diría que toda su vida ha sido una apuesta, más que por el periodismo, por la escritura como un fin mayor; su relación con la literatura es un amor no resuelto que él ha problematizado en sus lucubraciones, desde que “el periodismo abrió sus fauces y me devoró –y me trituró- para siempre”. Por esto tras meditar una y otra vez en ella, concluye que “la escritura, se sabe, es una sed, una llaga que no acaba nunca de curarse”.
Fernando Garavito tampoco exime de responsabilidad a los escritores y cierto tipo de escritura que hoy está en boga, en lo que atañe al desbarajuste nacional, o la “hecatombe”, retomando una de las palabras rotundas que él suele usar. Y fustiga, sin vacilación, porque el lenguaje no es inocente. En un ensayo extenso titulado “María Mercedes Carranza, toda la tierra sobre ella pesa”, (prólogo del libro de Alfaguara con la obra completa), además del estudio profundo, del conocimiento de la poesía de diferentes épocas y lenguas y sus cultores, de arriesgar una tesis sobre la poesía de Carranza, Garavito reflexiona sobre el rol de los escritores colombianos de hoy, con su estilo que alberga la sinceridad, la fuerza expresiva, la claridad del razonamiento, todo aquello por lo que se le abomina o se le admira.
“Dentro de ese conjunto de iniquidades y de torpezas, es usual que los escritores dejen de formar parte de la resistencia y se trasladen, con sus bártulos de palabras y de adjetivos, a la acción política que no conduce a parte alguna. Escritores de izquierda, escritores de derecha, escritores de centro, que por ese sólo hecho dejan de ser escritores. Si hay un tercero excluido por antonomasia, ese tal debe ser el escritor, que no es ni víctima ni victimario y cuya única tarea es la de optar por la vida. Pero, desde hace mucho, los escritores colombianos de cualquier pelambre y condición (y generación) dejaron de optar por la vida y pasaron a optar por el mercado. La venta determina su calidad. Como en las telenovelas. Y la venta, a su vez, es determinada por el gesto. En ese derrotero la ética resulta lesionada. El oficio del escritor es escribir desde los meandros de la conciencia común, sobre aquello que hace de su época un instante único en la historia del hombre, y ubicar su yo individual dentro de ese instante, como un elemento valioso para el propósito de aportar luces y sombras al proceso colectivo. Pero el mercado lo ha lesionado todo. Cada uno de los libros que se escriben como nuevos factores de ese juego macabro, termina por ser un salto al vacío, dentro del cual la literatura deja de ser literatura y pasa a ser o banalidad o panfleto. No es una regla invariable, claro está. Pero algo va del García Márquez que escribió El coronel no tiene quien le escriba, al que memorizó un país que no es el nuestro (que no fue el nuestro) en Vivir para contarla. Y algo de La cárcel, de Jesús Zárate, a las ligerezas peso pluma de Rosario Tijeras, la deleznable novela de Jorge Franco”.
Ahí está el talante del hombre crítico. Y en Colombia, la crítica, ya lo sabemos, es un ave exótica que incomoda a las aves nativas, por no decir al resto de nuestra fauna. “Cuando a la crítica se le adicionan elementos que sobrepasan el simple y llano territorio intelectual (odio, amor, amistad, fastidio), la pobre siente que le ponen zancadilla”, sentencia de Garavito con tono de aforista (“Ballet es Welton”, El Espectador, 10 de diciembre de 2002).
Me parece escuchar una de esas voces que siempre salen al paso descalificando a quien cultiva la crítica: “es que no es propositivo”, señala ese hipotético contradictor, para rehusarse al debate. Pues, Fernando Garavito, si ha presentado una propuesta seria. Se trata del lenguaje, sin el cual no es posible construir sujeto, país, ciudadanía, democracia o la esfera de lo público.
¿País? Y así llegamos al tema que es una obsesión de este escritor desterrado. Incontables son los textos y artículos de su producción intelectual dedicados a mirar y a pensar El País. Y uno se topa, por ejemplo, con el libro EL VUELO DE LAS MOSCAS. Ahí está una rica gama de comentarios, de reflexiones, de análisis sobre Su Gran Tema (con mayúscula). Los siete capítulos y sus títulos son una constatación de lo dicho: El país que fue, una oportunidad para el amor; El País que es, henos aquí pensando; El País que no es, historias con el mago de Oz; El País de ellos, de pipiripao; El País que no será, jaula y macacos; El país que será, después del teatro; El país del silencio, estar corderos.
Para la escritura, como para cualquier tipo de creación, es imprescindible la libertad individual. Digamos entonces algo más al respecto.
El pensador judío-inglés Isaiah Berlin, en “Cuatro ensayos sobre la libertad”, en la última parte del texto, donde se ocupa de examinar el aporte de John Stuart Mill a la reflexión sobre la idea y el valor de la libertad individual, plantea una pregunta: “Qué precio es justo pagar por el gran bien de la libertad de expresión?” Y Berlin, dice de inmediato, “sin duda alguna uno muy caro; pero ¿sin límites? Y si no, ¿quién dirá qué sacrificio es, o no es, demasiado grande? Mill continúa diciendo que una opinión considerada como falsa puede ser, no obstante, parcialmente verdadera porque no hay una verdad absoluta sino solo diferentes caminos hacia ella”.
El tema da para una fecunda discusión y ya se sabe que alrededor de esta idea se alinean dos bandos. Los defensores fervorosos frente a los antagonistas irreductibles de la libertad individual. Acerca de estos últimos señala Karl Popper que “los enemigos de la libertad han acusado siempre a sus defensores de propósitos subversivos. Y casi siempre han logrado persuadir a los cándidos y bien intencionados”. No puede negarse que la otra cara de la libertad es la responsabilidad. Pero también hay que aceptar la mayoría de edad del ciudadano(a) para, como diría Kant, atreverse a pensar por sí mismo, que significa “un pensar libre de prejuicios”.
A los colombianos nos cuestan demasiado dos cosas: 1. Salir de la minoría de edad, esto es, superar la incapacidad de servirse del entendimiento, sin la guía de otro; 2. Respetar el derecho humano a la libertad de pensamiento y de opinión de quien decide “pensar por sí mismo”. De otra parte, la obra de Fernando Garavito, que reúne ensayos, poemas, periodismo literario y de opinión, biografías, perfiles, libros inéditos de literatura y que están en su famoso “ridiculum vitae” –les doy una primicia- será nutrida por dos nuevos títulos que se publicarán el próximo año, en una editorial de Bogotá. Se trata de una antología de Juan Mosca, en la que anuncia la muerte del bicho, y otra con una selección de textos inéditos suyos que plantea su resurrección literaria después de varios años de silencio. El de Juan Mosca –su alter ego- se llama "Tentación de lo efímero", y el que firma Fernando "Banquete de Cronos". Ofrezco en nombre de sus lectores y lectoras de Pereira, de todos los que asumimos la democracia como un modo racional de convivir, este cálido homenaje, realizado con la convicción de que su obra tiene el mérito de poder resistir varias lecturas; también por su valiente acción de decirnos verdades como el contubernio entre política y paramilitarismo, desde hace años arriesgándolo todo, y que hoy la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General de la Nación, están corroborando. En Pereira todavía existen la solidaridad y el amor por la libertad…Esta noche han reverdecido estos valores gracias a ustedes. MUCHAS GRACIAS.
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